50 años han pasado de aquel 20N de 1975, toda una vida
«Franco ha muerto
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Escalonadamente, así saltó el teletipo de Europa Press aquella madrugada del 20 de noviembre de 1975, creo recordar que minutos antes de las cinco de la madrugada. Cuenta ahora el ex rey, Juan Carlos I que «a demanda de su hija, se le dejó morir». No sé si esto fuera cierto, después de tantos días de agonía
[–>[–>[–>En la redacción de «Nuevo Diario» estábamos solamente el empleado del departamento de teletipos, donde también había un primitivo fax por el que recibíamos algunos documentos gráficos. Tras ese teletipo escueto pusimos en marcha a la redacción y la maquinaria de impresión y al amanecer fueron apareciendo periódicos con la noticia y diverso tratamiento informativo. Televisión Española, la única en aquella época, apareció más negra que de costumbre. Si ya emitía en blanco y negro, esa mañana Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, vestido con un traje negro, apareció tenebrosamente negro y con un semblante sollozante y lacónico: «Españoles… Franco ha muerto».
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Llevábamos en los diarios preparando el acontecimiento con informes sobre los últimos acontecimientos y sobre la larga historia del franquismo, aunque sobre ésta fueran diferentes las versiones de cada medio. Pero prácticamente todo estaba ya previsto. Desde hacía varias semanas en las redacciones de agencias, periódicos y medios rediofónicos radicados en Madrid se mantenía una guardia permanente, noche y día, con retenes continuos en el gran hospital donde se encontraba el mandatario, aunque al principio hubiese ciertas dudas sobre su estancia en distintas instituciones sanitarias del Estado, ya que durante su flebitis del año anterior había sido internado en otra clínica hospitalaria.
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[–>Personalmente realicé un sinnúmero de guardias nocturnas en las salas de espera del gran hospital de La Paz, donde se mantenía muy poca infraestructura de comunicaciones para informaciones de emergencia. Además, la cafetería de la sede sanitaria se encontraba en un pequeño inmueble fuera del gran edificio hospitalario, por lo que había que salir para conseguir un café o algún alimento de sostenimiento para resistir las horas de guardia nocturna.
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No recuerdo que fuese un otoño frío en demasía pero sí triste en cuanto al sol y lluvias. El amanecer de ese 20 de noviembre (20N) sí fue gris y frío. Y por supuesto los medios se mimetizaron con la noticia tornando sus portadas con color en negro, un luto que prácticamente llevaba preparado hacía tiempo a la espera de la posible ilustración gráfica del momento. ¿Significaba aquella muerte una liberalización de las publicaciones? Ni mucho menos. Las portadas daban la respuesta clara, la foto del fallecido ya decrépito o del presidente Arias Navarro lo decía todo. Y el «testamento» de la instauración monárquica lo refrendaba. La prensa ya llevaba un temporada en guardia: el 27 de septiembre con los fusilamientos de condenados por terrorismo; la «descolonización» del Sahara con el envalonamiento –por sus primeros éxitos con la detención de pesqueros españoles en aguas saharianas desde el año 1972– de Hassan II lanzando la Marcha Verde, el surgimiento de asociaciones políticas, no partidos… Días más tarde se confirmó en el hecho de las manifestaciones habidas en Madrid, una ante el edificio donde tomó posesión Juan Carlos I, otra ante la fachada de la cárcel de Carabanchel donde se exigía la liberación de los presos políticos que el franquismo mantenía encerrados, sindicalistas y políticos contrarios a la dictadura. La represión continuó y fueron numerosos los detenidos, entre otros, varios periodistas.
[–>[–>[–>Mi pertenencia a la redacción de «Nuevo Diario» me llevó a realizar bastantes retenes nocturnos en la fría sala de espera del hospital de La Paz y luego en la redacción del periódico de la calle Padre Damián, a unos centenares de metros del estadio Santiago Bernabéu y apenas dos kilómetros del centro hospitalario donde permanecía Franco, «totalmente inconsciente», según relata en su libro el ex rey. En la redacción del periódico madrileño, que salió por primera vez a la calle un día 8 de septiembre de 1967, fiesta de Covadonga, llevaba unos cinco años, la mayoría en labores de cierre de las ediciones. Meses después de aquel 20N, el 23 de febrero de 1976, Lucas María de Oriol, que se había hecho con el diario tras diversos cambios de propietario tras aquel día de Covadonga de 1967, decidió cerrar el periódico que entonces ya no representaba al ala liberal del Opus Dei fundador.
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Cuando salimos de la redacción con la primera edición de «ND» la televisión ofrecía la negra imagen de Arias Navarro dando la noticia. Ya oímos algunas voces gritando «Franco, Franco». Llevábamos más de 39 años de restricciones informativas, sin democracia.
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