CUMBRE G20 | Sudáfrica teme que el veto de EEUU tire por tierra todos sus esfuerzos en el primer G20 africano
Sudáfrica acoge este fin de semana la cumbre del G20, que se celebra por primera vez en un país africano, con la expectativa de convertirla en un hito para el Sur Global, lo que le ha ganado la oposición frontal de Estados Unidos. «Sudáfrica ha hecho que este G20 gire alrededor de tres grandes temas: solidaridad, equidad y sostenibilidad, y Donald Trump no es amigo de ninguno de ellos», explica a EL PERIÓDICO Gilbert Khadiagala, director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo.
[–>[–>[–>Sudáfrica ha situado sobre la mesa debates que rara vez ocupan un lugar central en estas reuniones: el acceso desigual a la financiación, la reforma de la deuda, la vulnerabilidad climática y la necesidad de una transición energética justa para África. Pero todo ese impulso podría quedar en nada por el boicot estadounidense. La acusación infundada de lo que Trump llama «genocidio contra los blancos» ha servido de argumento político para elevar la presión contra Sudáfrica y distanciarse de una agenda que choca con las prioridades de Washington.
[–> [–>[–>La Casa Blanca, que inicialmente dijo que no acudiría, ha optado finalmente por enviar una delegación de perfil bajo que únicamente asistirá para tomar el relevo de la presidencia del G20, que en 2026 se celebra en Miami, y a la que muchos temen que Sudáfrica sea siquiera invitada. Ese gesto culmina con meses de escalada de tensiones y alimenta el temor de que la declaración final fracase y que cualquier avance, especialmente en materia financiera, quede bloqueado más adelante. Khadiagala recuerda que, para el Gobierno, «este G20 debía salir bien porque no es solo un G20 sudafricano; también es un G20 africano y un G20 del Sur Global», un mensaje que resume la magnitud de lo que está en juego.
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Sudáfrica como chivo expiatorio
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«Por mucho que Sudáfrica esté haciendo un gran trabajo, corre el riesgo de verse socavada por Estados Unidos», coincide en conversación con este diario Menzi Ndhlovu, analista de la consultora africana Signal Risk, en Johannesburgo para asistir a la gran cita. El G20, recuerda, depende todavía del peso político de Washington, que «ha desautorizado de hecho el liderazgo de Sudáfrica», creando «un riesgo muy real» de que los avances «sean vetados por EEUU».
[–>[–>[–>Ndhlovu considera que la tensión tiene un trasfondo eminentemente ideológico. «EEUU ve a Sudáfrica a través del prisma de su política interna», explica, enmarcando al país en la batalla de Trump contra las políticas de diversidad e inclusión. El presidente estadounidense lo usa como falsa advertencia de un supuesto retroceso de los derechos de los blancos. A ello se suma la denuncia sudafricana ante la Corte Internacional de Justicia contra Israel y Binyamín Netanyahu por genocidio, que ha intensificado la animadversión de Trump. Según Ndhlovu, esto convierte a Sudáfrica en objetivo de presión «tanto por razones ideológicas como para disuadir a otros Estados a los que no puede tratar del mismo modo».
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El equilibrio con los BRICS
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Sudáfrica, pese a ser miembro de los BRICS, ha intentado separar su papel al frente del G20 de la agenda del bloque que conforma con Brasil, Rusia, India y China. Aun así, la desconfianza de Washington hacia la creciente influencia de estas economías en auge pesa en el trasfondo de este pulso diplomático.
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[–>La presencia de los líderes de los BRICS será dispar. Se espera que asista el primer ministro indio, Narendra Modi, y el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. En cambio, no estará el presidente ruso, Vladímir Putin, sobre quien pesa una orden de arresto internacional. La mayor sorpresa es la ausencia del presidente chino, Xi Jinping, que enviará una delegación pero no participará en persona. Tampoco viajará el presidente argentino, Javier Milei, decidido a subrayar su distanciamiento de los BRICS, y que se limita a seguir la estela de Trump.
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Un G20 africano
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La agenda africana del G20 busca que se reconozcan los desafíos estructurales del continente: la difícil adaptación al cambio climático y los desplazamientos forzosos, la presión internacional para acelerar la transición verde sin el suficiente apoyo financiero y los problemas de acceso al crédito por calificaciones injustas que penalizan a las economías africanas por su tamaño, a pesar de tener historiales de retorno de deuda positivos. Las naciones africanas reclaman nuevos mecanismos de financiación combinada y mayor ayuda ante desastres climáticos de los cuales Occidente es el principal causante con mayores índices de aceleración al aumento de temperaturas, deforestación y contaminación.
[–>[–>[–>La reforma de la deuda es otra pieza fundamental. Sudáfrica denuncia que el Marco Común del G20 ha sido lento e insuficiente para países como Zambia, Etiopía o Ghana, y propone criterios más claros y un reparto más equitativo entre acreedores privados, gobiernos y organismos multilaterales. Es su forma de intentar transformar el G20 en un espacio capaz de abordar problemas estructurales a largo plazo, no solo crisis puntuales.
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Sin embargo, si Sudáfrica es excluida de la próxima cita, ese largo plazo se complica. «Es poco probable que Sudáfrica sea invitada el próximo año; Washington dice que no le interesa un G20 que parezca un G100, donde cualquier país pueda entrar», advierte Khadiagala.
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Blindar acuerdos
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La dimensión doméstica también pesa. Para el recientemente reelegido presidente Cyril Ramaphosa es una oportunidad de reivindicar la recuperación de Sudáfrica. El que en los 90 fue una pieza clave de las negociaciones de paz tras el fin del apartheid, lleva las riendas ahora de un Gobierno aquejado por la ineficiencia, ansioso de un escaparate como el G20 para sacar el músculo de una renovación económica tras una década de estancamiento, corrupción y fuga de talento. El Gobierno sostiene que el país recobra confianza, recupera inversiones y repara infraestructuras clave, como símbolo de que la nación puede enderezar su rumbo y volver a ejercer un liderazgo regional.
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Con este panorama, Sudáfrica busca blindar los avances con alianzas entre socios dispuestos —entre ellos la Unión Europea, pero también India, China o Brasil— para proteger los acuerdos alcanzados del desmarcaje estadounidense. Pero incluso esas vías alternativas podrían quedarse cortas. Ambos expertos advierten de que, si Washington decide ejercer su poder de veto en los organismos internacionales, el impacto real del primer G20 africano podría evaporarse antes de que termine el año.
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