Ucrania multiplica la fabricación de drones terrestres para combates, emboscadas y ayuda a las tropas
Algunos parecen cochecillos teledirigidos de juguete, pero corren a meterse bajo un blindado o un camión y hacer estallar la mina que llevan a cuestas; otros apenas son una simple parihuela movida por orugas debajo con las que evacuar a heridos, ahorrando la exposición de sanitarios al fuego enemigo; y otros llevan una mira óptica, un cargador repleto de proyectiles y una ametralladora de gran calibre para disparar a hombres, vehículos y, sobre todo, otros robots.
[–>[–>[–>El frente de la guerra de Ucrania está pasando de la proliferación de drones voladores -los que cambian las reglas de movimiento de tropas y blindados y han propiciado la transparencia del campo de batalla- a desplegar en las posiciones defensivas, bosques, barrizales, caminos y escombros una creciente cantidad de vehículos terrestres autónomos o de control remoto.
[–> [–>[–>Tras las oleadas de drones atacando como mosquitos a los carros de combate (2022 y 2023), y las de grandes aeronaves robóticas kamikaze rusas bombardeando masivamente ciudades desde 2024, ha llegado la hora del UGV -en inglés Unnamed Ground Vehicle, o vehículo terrestre no tripulado, otro nicho de negocio que surge de la guerra de Ucrania.
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Ofensiva de robots
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Hay nuevas posibilidades de alto el fuego en el horizonte de esta guerra, pero parece que ningún cese de hostilidades va a parar lo que ya es inercia industrial en el punto más torturado de Europa. Obligada a improvisar en su defensa, Ucrania se ha convertido en el mayor punto de innovación en guerra robótica y drones baratos de Occidente. Si los choques armados se ven interrumpidos por un plan de paz, la producción no cesará: la frontera ucraniana que se establezca ante Rusia quedará erizada de robots de alerta y disparo, prevén observadores del Ejército de Tierra español.
[–>[–>[–>[–>[–>[–>[–>[–>[–>Del aire a la tierra: segunda fase de la robotización de la guerra. En la iniciativa Brave1 de innovación de la industria ucraniana de la defensa, alternan el término UGV con otros más imaginativos: también los llaman “droides” -cogiendo el término de La Guerra de las Galaxias- y “módulos de combate”. Cinco firmas del país, apenas unas start-up al comenzar la guerra, han desarrollado sistemas que están cambiando el frente.
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Son Temerland, Tencore, Rovertech, DevDroid y Frontline Robotics. En todos los casos tienen a jóvenes ingenieros en el equipo fundador, y, ahora, colaboradores en diversos países, teletrabajando fuera de Ucrania.
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[–>Entre las propuestas que han entregado al ejército ucraniano está un sistema de alerta y respuesta para el despliegue de drones en torno a vías de comunicación terrestre. El ejército los puede dispersar desde una camioneta, los robots salen buscando cada uno su posición, se sitúan en la cuneta o en puntos de observación determinados, activan y alzan sus miras ópticas y se quedan vigilando.
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El plan prevé que, cuando los vehículos del adversario aparecen en la carretera, los drones avisen. El sistema pasa de la alerta al ataque: se despliegan entonces robots que disparan cohetes antitanque, y también los que se lanzan suicidas contra camiones y blindados, y los que los bombardean desde el aire. En el esquema que maneja Temerland, ningún elemento humano participa presencialmente en la acción. La integración de este sistema en puntos del frente se mantiene en secreto.
[–>[–>[–>“Aliados de acero”
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Para alistar el máximo posible de robots, la defensa ucraniana tiene en marcha una nueva campaña internacional de captación de donaciones de dinero y de aparatos. “Aliados de Acero” se llama la actual edición. “Las plataformas robóticas ayudan a desempeñar misiones en zonas de difícil acceso, para que los soldados no se convierten en objetivos vivos de los drones enemigos”, explica el argumentario de la campaña impreso en octavillas y anuncios online.
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Avala la campaña el propio presidente Volodimir Zelensky, y la impulsa el Ministerio de Industrias Estratégicas. Ese departamento del gobierno ucraniano, y el de Digitalización, surten de tecnología e innovación a sus fuerzas armadas. Cada unidad sale barata para el trabajo que desarrolla, pero una provisión numerosa representa un importante presupuesto: los drones-mula terrestres más simples, capaces de labores de carga, pero también de ataque o defensa, rondan los 10.000 euros el aparato.
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Hay cinco modelos en torno a los cuales gira la cuestación. El de mayor poder ofensivo se llama TerMIT. Lo ha desarrollado Tencore, una de las firmas de la industria ucraniana de drones nacidas al calor de la guerra. Se trata de un vehículo autónomo capaz de llevar cargas de hasta 300 kilos a hasta 20 kilómetros de distancia y a 10 kilómetros por hora. Su potencial en acciones de combate se multiplica al avanzar filoguiado (inmune a la perturbación de la señal de radio), equipado con cámaras para informar de lo que se ve en la zona de fricción con la infantería rusa y con una ametralladora, y ayudado en su avance por un dron volador que puede hacer de antena repetidora.
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Cargar, disparar…
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Hace un año, al cumplirse dos de guerra por el inicio de la invasión de Ucrania, los TerMIT comenzaban a integrarse entre las fuerzas ucranianas. Al tiempo, empezaban a llegar drones pensados para evacuación médica, como el Volya-E, pero también para cargar y descargar minas o cualquier componente de lo que las Fuerzas de Defensa ucraniana llaman “suministros críticos”.
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Esta máquina, como la mula robótica Targan 300, cuyas existencias busca multiplicar Zelenski con la campaña, permite apartar del peligro en el frente a los soldados encargados de hacer llegar munición, comida, agua, combustible y otros pertrechos a la primera línea.
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Un robot kamikaze terrestre en el frente ucraniano / Brave 1 Ucrania
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El Targan 300 ha sido pensado para operar con comunicaciones de Starlink, la constelación de satélites de Elon Musk, y su diseño le permite un futuro de uso en tiempos de paz, como máquina de apoyo en las labores agrarias.
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… y desminar
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La cuestación pública ucraniana abarca también un robot de desminado Zmiy de Rovertech. Básicamente, hace girar unas cadenas situadas en su morro, sacudiendo el terreno. Los eslabones que destrozan las minas son fácilmente reemplazables. La máquina se usa para abrir paso a vehículos y unidades militares a pie, pero la compañía ha relatado también el empleo de su “desminador” en recuperaciones civiles de terrenos en Jarkov.
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El año pasado, una cuestación ucraniana similar, esta con el apoyo de la firma de mensajería Glovo, pidió fondos para enviar drones terrestres al frente, “allí donde ni los mejores mensajeros no pueden llegar”, decía la publicidad de una “Campaña Caritativa para Robots”. La recaudación duró cuatro meses, con cierre en noviembre de 2024.
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La de este año no tiene límite en el calendario, “ya que nuestras fuerzas armadas necesitan robots en el campo de batalla constantemente”, explican los promotores. Con los que se van consiguiendo, el estado mayor ucraniano refuerza puntos débiles o premia a unidades destacadas en zonas de choque como la asediada Pokrovsk. En ese frente, y también en el de la destruida Avdivka, se han utilizado profusamente robots preparados para dos labores antitéticas, confirman las mencionadas fuentes militares: el desminado y desactivación de trampas explosivas, por un lado, y, por otro, la dispersión de minas para denegar zonas de paso al adversario.
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