Ella no nos contaba nada
Hace tres años, Teresa Rodríguez, una joven enfermera vallisoletana, comenzó una nueva vida lejos de casa. Tras romper su relación con un aprendiz de la Guardia Civil, decide iniciar su propio camino en Bruselas. Lo que no sabía era que este viaje sería el último. Su exnovio viajó 1.500 kilómetros para encontrarla y asesinarlo con más de 150 puñaladas. Hoy, su nombre se ha convertido en un símbolo de la lucha europea contra la violencia de género.
El 27 de octubre de 2022, Teresa trabajaba como enfermera en la capital belga. Esa mañana, su expareja y primer amor se presentó en su casa. “Acabó con su vida apuñalándolo 153 veces, la mayoría en el cuello y la cara”, dice el informe judicial. Luego se arrojó por la ventana y resultó gravemente herido. Unos días antes había viajado a Bruselas con la intención de retomar una relación que Teresa había decidido poner fin. Se quedó en casa, pero el día anterior durmió en un albergue donde “preparó todo”.
Había escrito una carta de arrepentimiento y realizado varias búsquedas en Internet sobre cómo matar a una persona. El tribunal de Bruselas lo condenó el mes pasado a 30 años de prisión, la pena máxima en Bélgica considerando circunstancias atenuantes. Una sentencia que sentó un precedente en Europa y relanzó el debate sobre el reconocimiento de la violencia de género como delito común en toda la Unión.
“Es una cuestión de educación en el respeto”
La familia de Teresa convirtió su dolor en una misión. Hoy, una exposición instalada en el Parlamento Europeo y en la Comisión Europea recuerda su historia. Su madre, Blanca Llamazares, escucha emocionada mientras intenta darle sentido a lo sucedido. “Estamos muy tristes y lo que no tenemos es tanta rabia”, admite.
Han pasado tres años, pero la herida sigue abierta: “Podemos decir que estamos mejor después del juicio, porque han sido 3 años fantásticos.». Asegura que la sentencia «no atenúa nada», aunque permite cerrar un capítulo marcado por la distancia y el desamparo: «Vivimos tres años esperando a un abogado buscado por nosotros, pagado por nosotros, que hablaba francés en Bruselas…».
Para Blanca, el origen de este tipo de tragedias no sólo se explica por el mundo criminal, sino también por la educación: «Quiero dejar claro que es una cuestión de educación en el respeto y la educación de los jóvenes». Y añade una reflexión que estremece: “Es imposible que alguien que no ha vivido de una determinada manera actúe de determinada manera”.
La madre de Teresa asiste a conferencias en centros educativos y dice que los jóvenes no siempre reconocen la violencia: «Consideran casi normal que un chico de 16 años abofetee a una chica». Y lo más preocupante: “A veces ni a la niña le parece mal”.
Señales que solo vieron los amigos
Cuando se le pregunta sobre posibles sustos durante la relación, Blanca admite: «Nosotros no, pero sus amigas sí. Ella no nos lo dijo».
Eran amigos que detectaron comportamiento violento durante su aparición en Bruselas. «Empezó a ponerse violento. Y fue Teresa quien lo echó». Me sentí aliviado de que fuera al refugio esa noche. Nunca imaginó que volvería. “Volvió a engañarla”, recuerda Blanca, aunque insiste en que lo ocurrido trasciende ese detalle.
«No queremos saber nada más sobre él».
La condena a 30 años llega tras un proceso especialmente doloroso y difícil para la familia, que tuvo que afrontar estos procesos en otro país. “Lo peor es que te pase en un país con otras leyes, con otro idioma”. Blanca reconoce sin embargo que el consulado les ayudó, pero no evita describir un escenario de vulnerabilidad total.
Ahora sólo quieren seguir adelante: «No queremos saber más sobre él. Simplemente no queremos que esto le pase a más personas».
El recuerdo de Teresa sigue muy presente gracias a su familia. La exposición que le rinde homenaje nació en Valladolid de la mano de la Universidad y luego fue financiada por el Ayuntamiento. «Esta exposición ha llegado al Parlamento Europeo… y ahora está en la Comisión Europea».
Aunque nada alivia el dolor, su madre está convencida de que contar su historia ayudará a otras víctimas potenciales: «Hay que denunciarlo, denunciarlo, contarlo».
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