Ana Rivero, taquígrafa de la Transición: «Desde hace diez años, el Congreso está enfangado»
Los libros de Historia de España bebieron antes de las manos de Ana Rivero (Madrid, 1954), la taquígrafa del Congreso que durante medio siglo ha relatado, a través de los Diarios de Sesiones, el paso de la dictadura a la democracia durante quince legislaturas, hasta nuestros días. Entró en los servicios de la Cámara en mayo de 1975, cinco meses antes de que muriera el dictador. Tenía 21 años. El año pasado se jubiló, y es considerada la persona que más tiempo ha trabajado en Las Cortes.
[–>[–>[–>Rivero vuelve asiduamente a los pasillos del Congreso. Le reciben como a una institución y los trabajadores se paran a saludarla. No ha perdido el tiempo desde su feliz jubilación, entre viajes a la India o a Uzbekistán, clases de chino y deporte. Pero sobre todo un libro, «Luz y taquígrafa» (Plaza & Janés, 2025), escrito junto a Ana I. Gracia, periodista y taquígrafa de nueva generación.
[–> [–>[–>Esta última aventura le ha llevado a los platós de David Broncano, a ser objeto de documentales y entrevistas y a cobrar, en definitiva, el protagonismo que tuvo secretamente durante tantos años, como testigo silenciosa de la Historia. A día de hoy es capaz de recordar con precisión detalles de los días más importantes de la democracia. 50 años en los que ha visto alumbrar los consensos de la Constitución y donde ha contemplado la degradación del discurso público. «El Congreso está enfangado», se duele.
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En un momento de extrema crispación, Rivero apela a ese consenso que alumbró la democracia: «Si entonces fue posible, ¿por qué no ahora?», se pregunta. Ve «aberrante» la falta de comunicación entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo y evoca a Gregorio Peces-Barba, presidente del Congreso con Felipe González que prohibió los insultos «rojo» y «fascista» en el debate y que reunía al líder del Gobierno y al líder de la oposición, Manuel Fraga, sólo para que se sentaran a hablar. A Peces Barba sí le admite un reproche: que cerrara en 1983 el Bar Chicote, una cantina con sillas de terciopelo instalada dentro del Congreso, justo al otro lado de la Puerta de los Leones. Al enclave acudían funcionarios y diputados, y fue allí donde se desencallaron los artículos clave de la Constitución.
[–>[–>[–>Cuando comenzó a transcribir los debates en el Congreso no había cámaras, ¿sentía esa presión del momento histórico?
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Sabías que estabas en un momento histórico único. A mí me sudaban las manos, lo pasaba fatal. Pero dando gracias por ser capaz de vivirlo. Empezaba una nueva etapa con muchísimas ilusiones de cambio, era un momento muy apasionante.
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[–>Usted asistió a la coronación de Juan Carlos I, y en el libro relata una anécdota con Felipe, entonces príncipe
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Era un acto muy solemne, era una reunión del Consejo del Reino y de las Cortes españolas. Los procuradores se pusieron en pie, leyeron los dos artículos relativos a la sucesión del rey, todo el mundo se sentó y ya entraron por la puerta principal el rey, la reina, las princesas y el actual monarca Felipe VI.
[–>[–>[–>Y Felipe VI es que era monísimo, era un niño de 7 años vestidito con su traje negro, con su corbatita negra y con una camisa que le debía de picar porque no hacía más que moverse, y se asomaba, y movía los pies, y miraba. Estaba ahí el pobrecito en vez de estar jugando. En el año 2019, el rey nos recibió al cuerpo de taquígrafos y al final ya le dije, «perdone, pero yo tengo que decir una cosa». Y y se me quedó mirando y le dije: «Usted de pequeño era un cotilla». Le conté lo que pasó cuando era chiquitín y se reía.
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Ana Rivero, taquígrafa del Congreso jubilada, en Madrid. / Alba Vigaray
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¿Cómo ha cambiado la presencia del rey en el Congreso?
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Cambia muchísimo. Fíjate cómo es la evolución, el rey viene al Congreso a unos actos del 50 aniversario, pero no va al Pleno. ¿Por qué? No se atreven a lo que pueda pasar en el Pleno. Y por supuesto, ahora a los actos no vienen muchos de los partidos. ¡Fíjate cómo ha cambiado!
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Tampoco nunca antes se había cuestionado tanto la monarquía.
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Felipe VI tiene ante sí una tarea muy difícil por todo lo que ha pasado con el rey emérito. Lo hizo muy bien en la Transición, pero al final de su mandato, pues nos estamos enterando de unas cosas… En los debates constituyentes el diputado [Francisco] Rubio Llorente cuestionó la monarquía con argumentos muy serios. Dijo que eran republicanos, que no había nada de monarquía, pero se excedió un poco para lograr un consenso, que ya teníamos suficiente con salir de una dictadura sin cuestionar también a la monarquía. Si la monarquía funcionó, entonces bien. El problema ahora es que aquellos que nunca hemos sido monárquicos, o aquellos que hemos sido monárquicos por necesidades políticas, todos cuestionamos el valor de la monarquía.
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¿Usted cree que la infanta Sofía llegará a reinar?
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Yo ya he visto tantas cosas aquí, de esas cosas que dices, «es imposible, esto no va a pasar». Y de repente, sucede algo políticamente o un accidente, y pum.
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¿No descarta que pueda haber una república?
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No lo descarto nada. Otra cosa es que lo vea yo.
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Ana Rivero, taquígrafa del Congreso jubilada, en Madrid. / Alba Vigaray
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¿Hay algún día que recuerde o que le haya marcado especialmente en este medio en este medio siglo?
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Ha habido muchos momentos que me han impresionado. Como cuando muere Adolfo Suárez y le traen a la capilla ardiente aquí al Congreso. Yo estuve en la comitiva del féretro al día siguiente y le bajaron hasta la hasta Cibeles. Todo el mundo estaba en silencio. Fue emocionante. Luego ha habido otro momento muy muy emotivo, que se me saltaban las lágrimas, en la Comisión de Investigación del 11M con la expresidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo [Pilar Manjón]que había perdido a un hijo en el ataque y dijo algunas cosas que te pusieron los pelos de punta. Fue la comisión de investigación más impresionante.
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Aquí también retumbaron los atentados de ETA, que asesinó a miembros de esta Cámara.
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Eso fue durísimo, durísimo. Fíjate, mientras estaba debatiendo la Constitución, nos desayunábamos días sí y días también con un muerto. Cuando no era un político, era un militar o simplemente una persona que pasaba por allí por la calle y le tocaba. La gente ya lo ha olvidado, pero había miedo. Ahora parece que ETA no ha existido. No señor, claro que ETA existió y mató a muchísima gente.
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Hablaba de la Constitución, usted vivió los debates parlamentarios que la permitieron.
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Recuerdo con muchísimo cariño la ley para la reforma política de noviembre del 76. Eran más de 500 procuradores y había que aprobar la ley con dos tercios. Había un búnker y había franquistas que no querían. A algunos se les convenció y a los que eran irremediables les montaron una convención sindical, un viaje no sé si fue a Panamá. Y en ese mes que estaban fuera, aprobaron la ley. No pudieron votar.
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Allí es donde se pusieron los cimientos de lo que podría ser la democracia. Eso dio paso ya después al referéndum del 77 y a la Constitución. Lo llamaban eufemísticamente el harakiri y es que los procuradores se hicieron el harakiri. Ellos eran conscientes de lo que les venía. Fue una experiencia maravillosa. Sobre todo, la última escena.
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Todo el mundo había votado a mano alzada, para que se viera qué votaba cada quién, y ya se había aprobado la ley. Y entonces [Adolfo] Suárez se giró y miró a Torcuato. [Fernández Miranda] con cara de satisfacción como diciendo: «lo hemos logrado«. Porque eso no se acordó en absoluto. Entonces, luego viene la Constitución, que fue maravillosa y muy dura.
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Ana Rivero, taquígrafa del Congreso jubilada, en Madrid. / Alba Vigaray
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¿Cómo han cambiado los debates políticos en esta cámara en 50 años?
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Si tú lees los diarios de sesiones de las comisiones para la ley de la reforma política, hay rumores o aplausos, pero no hay ni un insulto. Luego fuimos a la Constitución y los primeros años de Gobierno Socialista. Ahí [Gregorio] Peces Barba fue presidente del Congreso y prohibió las palabras «rojo» y «fascista». Y lo respetaban. Cuando él presidió, nadie dijo nada parecido. ¿Hubo debates acalorados? Claro, pero insultos, faltas de respeto, olvídate de eso. Y desafortunadamente, durante más de 10 años, esto ha estado confuso. El Congreso está en el barro.
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Ahora es habitual ver descalificaciones en el debate parlamentario.
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En el Diario de Sesiones aparece todo lo que dicen los diputados y luego van en negrita los insultos o las acotaciones, cuando por ejemplo un grupo parlamentario se va, o hacen un gesto. Bueno, pues ahora el diario de sesiones está lleno de negritas. Lleno. Y eso nosotras no nos lo inventamos. No es cuestión de retirar del diario de sesiones algunas palabras. No se puede retirar del momento en que hay un vídeo que ya está circulando. Lo que hay que hacer es que los diputados cumplan un código de conducta que se aprobó en el año 2020, que exigía a los diputados respeto, transparencia, diligencia, y que no se cumple.
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Después de 50 años en el Congreso viendo entrar y salir diputados, ¿qué consejos les daría a quienes tienen que hacer política?
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Adolfo Suárez eh tiene escrito en su lápida, «El consenso fue posible«. Si el consenso fue posible hace 50 años, y todos se dejaron aspiraciones en el tintero, desde el Partido Comunista hasta Fraga, ¿por qué eso no se puede hacer ahora? ¿Qué lo impide? Que sean más respetuosos y que intenten llegar a acuerdos. Y la Constitución, que ya la pobrecita está un poco ajada, que necesita un retoque labial y un poquito de máscara de pestañas, que va a llegar anciana sin que la modifiquen.
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¿Una reforma constitucional?
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Claro, es un deber fundamental. Pero para eso se necesita que vuelvan a sentarse como hacía Peces Barba, presidente del Congreso y un tipo genial, que una vez al año sentaba a Fraga y a Felipe VI en una comida. Cada uno tenía su línea política, pero los sentaba para que hablaran. Y me parece una idea fantástica. Porque ahora, ¿tú ves a Armengol juntando a Sánchez con Feijóo? Yo no lo veo para nada. ¿Cómo es posible que se puedan tirar años sin hablarse? Me parece una aberración.
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