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Arriesga su vida por nosotros

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  • Publisheddiciembre 12, 2025



Cuando María Corina Machado apareció en Noruega para recibir el Premio Nobel de la Paz, las manifestaciones más espectaculares se observaron en los países a donde habían emigrado sus compatriotas.

Oslo fue uno de los puntos de encuentro donde los venezolanos se manifestaron a favor del galardón entregado al líder de la oposición venezolana, sumándose a las de Perú, Chile, Francia, Alemania y otros países donde se realizaron concentraciones de emigrantes caribeños, que superan los nueve millones según un estudio del Observatorio de la Diáspora Venezolana.

Sin embargo, las calles de Venezuela han permanecido en silencio, con sólo algunas de las marchas ordenadas por el régimen. Nicolás Maduro movilizar a la población contra la presencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos en el Mar Caribe, que hasta el momento han matado a alrededor de 87 presuntos narcotraficantes.

Maduro, investido presidente tras un fraude electoral en julio del año pasado, ha tildado a Machado de «fascista, criminal, nazifascista y asesino» en una de estas manifestaciones, en la que coreó consignas a favor de la paz, no sin antes amenazar al «imperio norteamericano» de «romperles los dientes».

A pie de calle, los ciudadanos de Caracas se expresan en voz baja, temerosos de que algún afín al Gobierno chavista los denuncie y sean detenidos y torturados como ha ocurrido con los 893 presos políticos retenidos por el régimen, según datos de la organización Foro Penal.

Se trata de la misma estructura de vigilancia interna que María Corina Machado eludió al salir del país en barco rumbo a Curazao antes de dirigirse a Noruega.

“Es una prueba más de la criminalidad de este Gobierno criminal”, dice un hombre de 86 años en el centro comercial Líder, uno de los edificios que marca el punto de separación entre Petare, el barrio más grande de América Latina, y la zona relativamente acomodada de Cortijos. “Es maravilloso que le hayan dado el premio Nobel a María Corina porque es una gran mujer, pero no está bien ni debe ser así que tenga que moverse así para escapar del país”.

Otra mujer, que camina apresuradamente entre las tiendas, señala que el ritmo de vida en la capital le deja poco tiempo para informarse, pero dice sentirse alentada por el proceder de Machado.

“Apenas pude ver lo que decía la hija, que hablaba muy bien”, dice refiriéndose a Ana Corina Sosaquien recibió el premio en nombre de su madre antes de llegar a Oslo, y agrega: «María Corina tuvo que salir a defender lo que es suyo, lo nuestro, que es la democracia del país, y puede ser que no haya podido salir antes para poder despistar a quienes la persiguen. Está jugando su vida por nosotros, los venezolanos», explica.

Pero no todos comparten este entusiasmo. Varios jóvenes entrevistados por EL ESPAÑOL admiten que desconocían la llegada de Machado al país nórdico y restaban importancia a su importancia.

Un niño afuera del centro comercial señala que los venezolanos “deberían aceptar que Maduro todavía está en el poder, a pesar de que perdió las elecciones, y trabajar juntos para enfrentar los problemas de todos, como los altos precios y la calidad de vida, en lugar de pelear por la política, que podría conducir a una guerra donde morirán niños”.

María Corina Machado en su comparecencia en Oslo luego de que su hija aceptara el Premio Nobel de la Paz para ella.

María Corina Machado en su comparecencia en Oslo luego de que su hija aceptara el Premio Nobel de la Paz para ella.

Heiko Junge

EFE

Estados Unidos divide a los venezolanos

Afuera del Parque Generalísimo Francisco de Miranda, también conocido como Parque del Este, algunos adolescentes se expresan con mayor desdén: «¿Aún existe? Hizo mucho ruido y luego nada», exclama uno. “Tenemos que centrarnos en nuestros estudios, no estar atentos a la política”, responde otro.

Un hombre empujando un carrito con dos cavas repletos de refrescos resume el sentimiento de varios: «¿Para qué voy a seguir con esta situación si nos volvemos locos? Lo que tengo que hacer es trabajar».

Dentro del Parque del Este, lleno de vegetación que incita a los visitantes, hay personas que no saben que coinciden en sus opiniones respecto a Machado, pese a pertenecer a posiciones opuestas en el espectro político.

Alfonso, que declara bajo seudónimo, se ha vestido para hacer ejercicio en el parque, con pantalón corto y gorra, pero disfruta con un cigarrillo que le mancha el bigote. «El Premio Nobel de la Paz es incompatible con la promoción de una intervención extranjera violenta, esa no puede ser la solución», dice entre toses, sin justificar el «régimen vergonzoso y represivo».

Por otro lado, Jaime, que camina entre los árboles con una botella de agua colgada del cuello, no duda en calificar a Machado como “ese ser nefasto que nació para hacer daño a la patria”.

“El Premio Nobel es una herramienta para defender el imperio decadente de Estados Unidos”, dice, declarando su sorpresa de que quienes en su vecindario no estén de acuerdo con él y apoyen a su oponente. “Que ella diga que la están vigilando es una espectáculo medios, pero nuestro Gobierno no puede dejarla continuar porque sigue haciendo daño y no puede perseguirla más porque Estados Unidos justificaría sus agresiones y crímenes de guerra en el Caribe, aunque deberían encarcelarla”.

Rosana, que se pone una sudadera para prepararse para subir al cerro Ávila, justifica la actuación estadounidense que defiende Machado: “Maduro ha tenido mil oportunidades de diálogo para llegar a un acuerdo, y si María Corina apoya la situación de las embarcaciones es porque parece que no hay otra opción para defender la paz y la democracia en una situación tan difícil”.

Al hablar de personas que ignoran el proceso político, los describe como “hipócritas que apoyan al Gobierno cuando reciben el bono alimentario”. “Pero verás cómo todo el mundo se posiciona con María Corina cuando caiga el Gobierno”, vaticina.

Machado ha explicado que su equipo tiene un plan de estabilización con una serie de acciones para las primeras 100 horas y otra para los primeros 100 días, pero hasta el momento no ha detallado qué piensa hacer con los funcionarios y miembros de las fuerzas armadas y de seguridad leales a Maduro.

Miedo y silencio

La Plaza Venezuela es uno de los puntos más céntricos de Caracas, a poca distancia del Palacio de Miraflores, sede del Gobierno de Venezuela, del Centro Nacional Electoral (CNE), que facilitó el fraude electoral al no presentar las actas de votación y pasó la responsabilidad de declarar al presidente a la Corte Suprema de Justicia, y de la Universidad Central de Venezuela, cuyos estudiantes participaron en varias de las protestas sangrientamente reprimidas por militares, policías y grupos paramilitares del chavismo. Por su fuente pasan varios venezolanos, algunos de los cuales se sientan a descansar o comer.

Graciela, que prefiere ocultar su verdadero nombre, fuma un cigarrillo de espaldas a la fuente. Mientras habla, no deja de mirar a varios Guardianes de Caracas, una fuerza de seguridad de reciente creación, que vigilan la descarga de asientos para un evento. «El Nobel se ganó en buena pelea, María Corina ha representado bien a todos los venezolanos y es una injusticia que tenga que esconderse en un Estado supuestamente libre».

Cuando habla de elecciones duda, utiliza eufemismos. “Ojalá las elecciones pudieran… concretarse, mira, haría falta… un cambio”, dice. Cuando uno de los uniformados con sobrepeso se dirige a un puesto de comida cerca de su asiento, Graciela se levanta y se va.

Sentado a la sombra de una grúa, Yéiber prefiere no opinar. “Te da miedo, y no sé quién está grabando ni a quién le va a decir un desconocido lo que yo digo”, dice agitando la mano con gesto despectivo.

En cambio, Brayan se levanta para explicar. “Si el premio hubiera estado aquí no lo hubiera podido recibir porque están los malos que la quieren agarrar”, dice señalando a los guardias nacionales en uno de los edificios del CNE, quienes portan armas largas y gestos de aburrimiento.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla empuñando la Espada del Perú.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla empuñando la Espada del Perú.

Miguel Gutiérrez

Efe

Ellos son el motivo por el que «ella no puede moverse como tú o nosotros, con nuestra grúa. Aunque sigue señalando que «ella es una política, como todos», dice que la apoya. «Pero realmente lo que quiero es que la gente de allí se vaya», afirma.

Ni los guardias nacionales ni los guardias caraqueños lo escuchan, están demasiado lejos y Brayan puede seguir riendo sin que lo molesten.



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