Barcelona muestra qué hay que hacer para lograrla
Abres el móvil, accedes a una plataforma digital gratuita y te pones de acuerdo con tus vecinos para proponer una ley que resuelva los problemas de tu barrio. Imagina que pudiese ser tan fácil formar parte de una democracia radical. Nueva York, París, Helsinki o Ciudad de México ya utilizan una infraestructura pública similar que desplaza a los gigantes tecnológicos para dar el poder a los ciudadanos. Lo que quizás te resulta más difícil de creer es que el sistema de participación ciudadana al que acuden esas y otras instituciones gubernamentales de todo el mundo es una idea originada y desarrollada en Barcelona.
[–>[–>[–>La Unión Europea arrastra desde hace más de una década un grave problema de dependencia tecnológica. Aunque Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, aseguró durante su primer mandato que «no es demasiado tarde para alcanzar la soberanía digital en algunas áreas críticas», la realidad contradice esas aspiraciones. Más del 80% de las infraestructuras digitales europeas son importadas, en su mayoría de Estados Unidos, pero también de China.
[–> [–>[–>Atrapada entre las dos mayores potencias económicas del planeta, el bloque comunitario ha acudido a la regulación digital como herramienta diferenciadora y de influencia exterior, una estrategia conocida como el Efecto Bruselas. Sin embargo, las amenazas de Donald Trump y el temor al espionaje de Pekín están empujando a los 27 a impulsar todo tipo de iniciativas públicas que apuestan por el código abierto —transparente, modificable y gratuito— como fórmula contra la concentración de poder en manos de pocas corporaciones privadas.
[–>[–>[–>
«No podemos construir tecnologías sobre infraestructuras privadas instrumentalizadas por un puñado de millonarios que quieren destruir la democracia»
[–>[–>[–>
La mayor expresión de ese giro es EuroStack, un colectivo de académicos, políticos y tecnólogos que abogan por dar forma a una política industrial europea que revierta la dependencia de Silicon Valley y avance ese sueño de una Europa tecnológicamente soberana. «No podemos construir tecnologías sobre infraestructuras privadas instrumentalizadas por un puñado de millonarios que quieren destruir la democracia (…) Debemos plantar cara», advirtió la reputada economista italiana Francesca Bria, profesora del Institute for Innovation and Public Purpose de Londres, en una charla en Barcelona. Los expertos estiman que esa transformación durará una década y requerirá inversiones de unos 300.000 millones de euros.
[–>[–>[–>Úrsula von der Leyen y Donald Trump / Fred Guerdin / EFE
[–>[–>[–>
Ciudades, motor del cambio
[–>[–>[–>
Las ciudades están protagonizando ese esfuerzo común por lograr la soberanía. Grandes urbes europeas como Copenhague o Lyon ya han dado la espalda al gigante estadounidense Microsoft —desde los servicios de Microsoft 365 Copilot al sistema operativo Windows— para adoptar alternativas de código abierto.
[–>[–>[–>
Sin embargo, si una localidad despunta en ese frente es Barcelona. A principios de 2016, la llegada de Ada Colau y del movimiento 15M al Ajuntament de Barcelona se tradujo en la activación de Decidim, un proyecto tecnopolítico de participación ciudadana de alcance mundial. La plataforma, inicialmente alumbrada en colaboración con Madrid, es utilizada por 485 instituciones y organizaciones de hasta 32 países. «Tenemos el reto de liderar una gran alianza internacional para una transformación digital justa, democrática y al servicio de la gente. Esta es la batalla que nos toca luchar», recalcó Arnau Monterde, director de participación e innovación democrática en el Ajuntament de Barcelona, durante el Decidim Fest.
[–>[–>
[–>Tenemos el reto de liderar una gran alianza internacional para una transformación digital justa, democrática y al servicio de la gente
[–>[–>[–>
A pesar del cambio político en el consistorio, la capital catalana está siguiendo el mismo rumbo. A finales de octubre se convirtió en la primera ciudad del mundo que suscribe públicamente los Principios de Código Abierto de las Naciones Unidas, un manifiesto que defiende el despliegue de infraestructuras públicas y abiertas. La acogida de cada vez más congresos centrados en repensar el futuro de internet pone de relieve el protagonismo de Barcelona en la escena open source.
[–>[–>[–>
Desde IA a los chips
[–>[–>[–>
Eurostack abraza proyectos de soberanía en infraestructuras que van desde la conectividad hasta la computación en la nube, la inteligencia artificial y las plataformas digitales, ámbitos en los que se manifiesta la falta de autonomía estratégica de la UE. Y es que, mientras que EEUU y China atraen un 52% y un 40% de la financiación de capital riesgo respectivamente, los 27 se quedan con solo un 5%. Además, las empresas europeas representan en torno al 7% del gasto mundial en investigación de software e internet. «La soberanía digital es cara, pero más caro sale depender de otros», advirtió el canciller alemán, Friedrich Merz, durante una reciente cumbre con el presidente francés, Emmanuel Macron.
[–>[–>[–>
Un ejemplo de ‘Sargantana’, la nueva generación de chips de código abierto desarrollada en Barcelona. / BSC-CNS
[–>[–>[–>
Barcelona también puede jugar un rol crucial en la fabricación de chips europeos, vitales para el desarrollo de la tecnología de frontera. Bruselas ha confiado este proyecto estratégico en el Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), que recibirá 200 millones de euros para ser una de las siete fábricas de IA de Europa. Además, Catalunya preside desde el mes pasado la Alianza de Regiones Europeas de Semiconductores (ESRA). Para Albert Cañigueral, gerente de coordinación y desarrollo de IA en BSC-CNS, ese empeño será trascendental para el futuro: «Hay que entender la soberanía no como una autarquía, sino como la capacidad de que Europa pueda decidir qué tecnología utiliza».
[–>[–>[–>
Suscríbete para seguir leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí