‘Brain waste’ o cómo se desaprovecha el talento migrante: «Vine a abrirme nuevos caminos»
Teresa Santos llegó a Galicia con un objetivo claro: darle una mejor vida, una vez conseguida la estabilidad necesaria, a su hijo con autismo. «Aquí las terapias son más avanzadas, se centran más en la autonomía de la persona, pensando en el futuro. Eso es lo que yo quiero para él, esa es la razón por la que emigré», explica a El Correo Gallego la mujer nacida en Perú.
[–>[–>[–>Santos inició su travesía con el inicio del año y el 1 de enero de 2023 se mudó a la capital gallega. El viaje hasta hoy, explica, ha sido «muy difícil», y la ha llevado a desempeñar trabajos dispares, desde interna en varios hogares a peón de agricultura —cuestión sobre la que se formó ya en Santiago—, labores que distan de la profesión que ejercía en su país natal donde era enfermera.
[–> [–>[–>La homologación de su título, como el de tantos otros migrantes que vienen a España en busca de un cambio de vida, está ahora en manos del Ministerio de Universidades, pero eso no hace que Santos, que se describe a sí misma como «una persona a la que siempre le ha encantado estudiar», se haya quedado de brazos cruzados. «El primer año estuve de interna en una casa, pero por la salud mental lo dejé, ya que a penas me dejaban salir. Fue ahí cuando investigué sobre la Formación Profesional y ahora me preparo para trabajar en atención de personas con dependencia. Para estudiar no hay edad», relata la ahora alumna en el C.I.F.P. Compostela, que compagina estudios y empleo.
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«Si consigo trabajar de enfermera, bienvenido sea. Si hay otras posibilidades, seguiré avanzando»
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«Yo vine sabiendo que este país tiene unas reglas. Si consigo homologar mi título y trabajar de enfermera, bienvenido sea. Si hay otras posibilidades, seguiré avanzando, quiero abrirme nuevos caminos, no tengo una sola meta«, expone, a la vez que detalla que también se está sacando el carné de conducir, un requisito muchas veces indispensable a la hora de trabajar con personas con dependencia. Santos dice sentirse agradecida «de lo mucho que he aprendido en este país». «Yo de todo saco algo positivo. Ahora si tengo un huerto ya sabría cómo hacerlo y a mí antes se me morían las plantas», bromea esta peruana de 44 años.
[–>[–>[–>La homologación, el gran obstáculo
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Su caso no es aislado. Los extranjeros con estudios superiores que se encuentran excluidos de un mercado laboral a la altura de su formación, casi siempre por dificultades con las homologaciones de sus titulaciones, se cuentan por miles. Su talento se desaprovecha. No solo lo reflejan sus historias, el testimonio más valioso, sino que las estadísticas lo refuerzan.
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Hasta la mitad de los migrantes, concretamente el 51%, que trabajan en España están sobrecualificados para las labores que desempeñan. Son, en muchas ocasiones, trabajos precarios e inestables. Así lo refleja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, más conocida como OCDE, en su último informe —International Migration Outlook 2025—, publicado recientemente con cifras del pasado año.
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[–>La sanidad no es el único sector en el que los migrantes son «esenciales», según apunta este estudio, si bien su situación especialmente llamativa en lo que a cifras se refiere. Y es que en las dos últimas décadas, el porcentaje de médicos y personal de enfermería extranjero creció en torno a un siete por ciento. Una cuarta parte de los médicos son de un país que no pertenece a la OCDE —son 38 los Estados que la integran, entre ellos España, Italia, Portugal o Estados Unidos—, mientras que en el caso de los enfermeros son una sexta.
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«El reconocimiento y la concesión de licencias siguen siendo importantes obstáculos para la integración en el mercado laboral de los profesionales sanitarios migrantes», reza el estudio. De esto sabe bien también, Kellyn Rafael Benítez. Venezolano de nacimiento y enfermero, al igual que Santos, de formación, llegó a España hace seis años, si bien no recaló en Galicia hasta hace apenas unas semanas.
[–>[–>[–>«En Madrid me pedían comenzar de cero la carrera, ahora estoy dándolo todo con esta oportunidad aquí»
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Días después de llegar a Tenerife, en 17 de noviembre de 2019, Benítez acudió a la Subdelegación del Gobierno en Canarias para homologar su título de Enfermería. Estuvo viviendo en la isla ocho meses, apoyado, entre otros, por un programa de la Comisión Española de Atención al Refugiado (CEAR). En julio de 2020 se trasladó a Getafe por dos motivos: «Por un lado, para continuar la segunda fase del programa de protección internacional y, por otro, para encontrarme con mis dos hermanos menores«.
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La respuesta del Ministerio de Universidades tardó cuatro años en llegar. Entre tanto, Benítez desempeñó varios trabajos, entre ellos, cuando le fue posible, como enfermero o auxiliar de enfermería en residencias, para lo que no es necesaria la homologación para realizar algunas tareas. La notificación de la administración fue positiva, pero la homologación «quedaba condicionada a la superación de requisitos formativos complementarios». Fue ahí cuando Galicia se cruzó en su camino.
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Ya instalado en una habitación, después de llegar a dormir en el aeropuerto y en el albergue de Monte do Gozo, el venezolano explica su situación: «En Madrid me pedían comenzar de cero la carrera , no aceptaban homologación, ahora estoy dándolo todo con esta oportunidad aquí». Y es que tras matricularse en la Universidade de Santiago de Compostela (USC), «que tiene un coste accesible», realizará las prácticas que le permitirán obtener la homologación en el hospital de la ciudad. «Es un privilegio», relata.
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Benítez y Santos son solo dos ejemplos de un fenómeno conocido como brain waste, un término que desde la propia Comisión Europea definen como «el no reconocimiento de habilidades adquiridas de un migrante de fuera de la EU, lo que los priva de todo su potencial».
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