China, un futuro demográfico comprometido
China ha sido definida como «un gigante con los pies de barro» y es que, pese a sus 1.400 millones de habitantes, presenta una gran debilidad demográfica: una bajísima natalidad, un crecimiento natural negativo y un envejecimiento muy fuerte. Desde los años posteriores a la pandemia, el país pierde población y ya ha sido superado por la India como la nación con más habitantes de la Tierra.
[–>[–>[–>Mi intención en este relato es contar como ha evolucionado la natalidad en China desde que Mao sube al poder (1949) hasta el momento actual, ya que en el sostenido descenso de los nacimientos desde la etapa del hijo único reside la razón fundamental de la crisis demográfica china.
[–> [–>[–>El país comienza su transición poblacional con cierto retraso. Los años iniciales del mandato de Mao (1949) son tiempos todavía de un fuerte «populacionismo» apoyado en el pensamiento del propio presidente, que juzgaba que el aumento de la población daría lugar a un país mejor y más potente. Él mismo predicó con el ejemplo ya que fue padre al menos de 10 hijos engendrados por cuatro madres diferentes.
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Sin embargo, las cosas empiezan a cambiar en 1956. Por primera vez se contempla limitar los nacimientos a través de una medida suave (recomendación del matrimonio tardío), pero este programa se paraliza dos años después con la puesta en marcha del «gran salto hacia adelante» que provocó una intensa crisis demográfica. Los llamados años negros (1959-1961) se caracterizaron por una fuerte subida de la mortalidad, un descenso de los nacimientos y un estancamiento, incluso un retroceso de la población en determinadas provincias. En el recomendable libro de Jung Chang «Cisnes salvajes» se describen los efectos de esas hambrunas que fueron inicialmente ocultadas por el régimen y que solo salieron a la luz tras la muerte de Mao en 1976.
[–>[–>[–>Como suele ocurrir tras una crisis profunda, la natalidad se recuperó, provocando una cierta inquietud entre las autoridades que en 1962 establecieron una política demográfica bastante coercitiva. Pero otra vez los planes se interrumpieron con la puesta en marcha de la «revolución cultural» (1966) que supuso la vuelta al ideal «populacionista». El relanzamiento de la política de control la llevó a cabo el Primer Ministro Zhou Enlai en 1971 y se desarrolló bajo el eslogan «Wan, xi, shao», «Más tarde, más tiempo, más pequeño», es decir hijos más tardíos, mayores intervalos entre el nacimiento de un hijo y el siguiente y menos hijos. Tres medidas concretas presidieron el plan de acción: el establecimiento de cuotas de nacimientos hasta en las unidades de base; la definición de reglas para regular la maternidad entre las que se incluyó el aborto obligatorio en caso de embarazo no autorizado; y la conversión de planificar los nacimientos en una tarea política que correspondía al estado y que era obligatorio observar. No hacerlo suponía una actitud contrarrevolucionaria que era severamente castigada.
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Como consecuencia de estas acciones la natalidad se redujo en los años siguientes, pero no lo suficiente en opinión de las autoridades chinas que en 1978 adoptaron la política del hijo único. Las parejas solo podían tener un descendiente, salvo excepciones muy contadas y para respetar el objetivo se realizaban controles ginecológicos periódicos y obligatorios. Hubo campañas de esterilización y se obligó a abortar a las madres con embarazo no planificado. El balance de esta política fueron los 300 millones de abortos practicados, los 108 millones de mujeres esterilizadas y los 13 millones de niños que nacieron al margen de la Ley.
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[–>La caída en picado de la natalidad provocó que en 2013 el Partido Comunista suavizase las medidas, pero no fue hasta 2015 cuando se rescindió la norma del hijo único y se anunció que todas las parejas podían engendrar dos hijos a partir de 2016. Con posterioridad, en 2021, se amplió a tres. Para favorecer los nacimientos se establecieron medidas de apoyo a las familias que incluían desgravaciones fiscales, facilidades de acceso a la vivienda para las parejas jóvenes o servicios de guardería en condiciones ventajosas. Sin embargo, las medidas no dieron los resultados deseados. La recaída de los nacimientos hizo que 17 departamentos establecieran otras medidas para incentivarlos, pero sigue sin producirse una recuperación efectiva . En 2024 hubo tan solo 8,4 millones de alumbramientos, que suponen una caída espectacular que responde a una tasa de fecundidad (número medio de hijos por mujer) de 1, un valor incluso más bajo que el español (1,19 hijos por mujer). Frente a esos nacimientos se contabilizaron 11,2 millones de óbitos, lo cual provoca un crecimiento natural negativo. Como no tienen suficiente inmigración compensatoria, China ha entrado en recesión.
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¿Qué está pasando? Para comenzar es preciso tener en cuenta que no existe un contexto demográfico favorable fruto de la evolución anterior. Hay pocos jóvenes entre 20 y 35 años debido a los nacimientos reducidos de la etapa del hijo único. Y en particular, hay pocas mujeres en edad reproductiva ya que las parejas, si solo podían tener un hijo, preferían un varón y se practicaba el aborto selectivo. Las mujeres en edad de procrear disminuyeron desde 380 millones en 2010 a 330 millones en 2022, lo cual redujo los matrimonios y los descendientes. Todavía hoy muchos varones en edad casadera deben buscar pareja fuera de China. A estos factores de naturaleza demográfica hay que añadir las reservas de los jóvenes a tener hijos. Una encuesta reciente realizada a estudiantes universitarios pone de manifiesto que alrededor del 60% dice no desear tener ningún hijo o a lo sumo uno. Los argumentos manejados por estos jóvenes no se diferencian de los utilizados en otros contextos. El más importante es el temor a no poder conciliar vida laboral y familiar (43%). Le siguen las dificultades para costear los gastos asociados a la paternidad, el temor de las madres a que surjan complicaciones de salud durante el embarazo o el parto y una cierta preocupación por la salud de los bebés.
[–>[–>[–>El caso chino prueba lo difícil que es revertir una situación caracterizada por un tamaño familiar tan reducido. Las parejas se han acostumbrado a ese estado de cosas y pese a las medidas establecidas para una natalidad mejor mantienen, incluso acentuado, un comportamiento muy malthusiano. China está sufriendo las consecuencias de una política de control tan rígida que va a comprometer no solo su futuro demográfico, sino también el económico y social. El país está volviéndose como Japón. La única diferencia es que Japón llegó a ser rico antes que viejo. China no tendrá tanta suerte. n
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