Choque de gigantes en el naval luso por el control del mayor astillero privado de la península
Lisnave es una de las empresas líderes en el mundo de la reparación de buques. Asienta su actividad en el astillero de Mitrena, en Setúbal. Muy cerca de Lisboa, con acceso directo al Atlántico y en una ruta clave para el tráfico marítimo. Pero ese solo es uno de los puntos fuertes de estas instalaciones, equipadas con seis diques secos, 1,4 kilómetros lineales de atraque en nueve muelles o una flota de 20 grúas móviles.
Se trata de un megacentro preparado para acometer cualquier reforma integral o tarea de mantenimiento que cuenta con talleres de pintura, arenado, carpintería, electricidad… Espacio hay: suma 1,5 millones de metros cuadrados, lo que ocupan 45 estadios como Balaídos y lo que supone 11 veces más superficie que la que ocupa Armón en Vigo con sus dos factorías, incluyendo la antigua Hijos de J. Barreras. Capaz de atender a embarcaciones de hasta 700.000 toneladas, esta plataforma se postula como uno de los motores económicos del área. Por ella pasan entre 80 y 100 naves al año y cerca de 2.000 trabajadores.
Pese a que su gestión recae en una empresa privada, la infraestructura es propiedad del Estado portugués, que considera el activo estratégico y supedita su explotación a una concesión a largo plazo. La última, todavía vigente, es la que opera Lisnave, que toma las riendas de Mitrena desde 1997 y aspiraba a seguir creciendo. Pero no ha sido suficiente el plan de 400 millones que presentó la compañía, con el objetivo de dinamizar la zona y ampliar su catálogo también al offshore y al reciclaje naval. Pese a mostrar su voluntad de renovar, el Gobierno luso ha decidido no prorrogar el contrato actual. Y ya prepara una nueva licitación pública.
Un concurso que analizará con detalle el Grupo Martifer, que como ha avanzado Jornal de Negócios está «en la carrera» por hacerse con estas instalaciones, las mayores de la península. El holding con sede en Oliveira de Frades y astilleros en Viana do Castelo (West Sea) y Aveiro (Navalria) abre la puerta a un choque de gigantes que, si nada se tuerce, competirán por este espacio. «Martifer tiene interés en evaluar esta oportunidad», dijo al diario una fuente oficial de la empresa.
Un golpe en el tablero
La entrada de la compañía en la licitación de Mitrena supondría un golpe en el tablero del sector naval de Portugal. El grupo mueve ficha y ataca ante las posibilidades a futuro del negocio, todo ello después de que el Gobierno de Luís Montenegro se haya comprometido a aumentar el gasto y la inversión militar, en línea con el nuevo objetivo del 5% del PIB fijado en la cumbre de la OTAN de junio, lo que puede implicar nuevos encargos en defensa ya no solo de la nación, sino del resto de socios de la Alianza Atlántica.
Y las actuales instalaciones de Martifer no dan para mucho más. En ellas trabajan ya 1.200 personas que atienden una cartera de pedidos a rebosar. Una fuerza laboral que supera la que en estos momentos suman conjuntamente los astilleros olívicos Freire Shipyard y Armón Vigo, que también están a pleno rendimiento. Lo cierto es que el proceso que abrirán próximamente las autoridades lusas puede ir más allá de estas dos empresas y acoger nuevos interesados. El concurso público tendrá carácter internacional, por lo que podrán irrumpir en ella firmas de otros países.
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