Cienfuegos en los márgenes
Luis Buñuel cuenta en «Mi último suspiro», unas memorias escritas con la ayuda de Jean-Claude Carriere, que Woody Allen le propuso interpretarse a sí mismo en «Annie Hall». Finalmente, rechazó el ofrecimiento del cineasta neoyorquino y, como el propio Buñuel comenta, en su lugar apareció el filósofo canadiense Marshall McLuhan, en la película sacado de la cola de la entrada de un cine.
[–>[–>[–>Cuando McLuhan hace su cameo en «Annie Hall» ya había desbordado el ámbito académico con el libro «Understanding Media», publicado en 1964, sobre los medios de comunicación de masas y, especialmente, con el título de su primer capítulo, que se acabaría convirtiendo en una frase cliché repetida ad nauseam, «The medium is the message», el medio es el mensaje. Solo tres años después de «Understanding Media», publicó un pequeño libro cuyo título jugaba con la frase cliché, «The Medium is the Massage», el medio es el masaje.
[–> [–>[–>Es un opúsculo en el que McLuhan y el gran diseñador gráfico americano Quentin Fiore, con la producción de Jerome Agel, crean una obra singular donde el texto y las imágenes admiten, sin orden ni jerarquía, incontables lecturas. En uno de los montajes a doble página, una imagen sin márgenes nos sitúa en el punto de vista de un conductor de un coche. Delante, una imagen futurista, borrosa, así es el futuro, de vehículos circulando por un túnel. Y en la parte superior, obviamente un retrovisor que ocupa casi el ancho de las dos páginas. En el espejo está «reflejada» con nitidez la sombra de una diligencia y dos cocheros con sombrero vaquero sobre el pescante azotando a los caballos con un largo látigo. El texto al pie de la página izquierda dice que «cuando nos enfrentamos a una situación totalmente nueva, tendemos siempre a apegarnos a los objetos, al sabor del pasado más reciente». Y el de la página derecha sugiere que «miramos el presente a través de un espejo retrovisor. Marchamos hacia atrás hacia el futuro. Suburbia vive creativamente en tierra de Bonanza».
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A Cienfuegos le fascinaba esta imagen y estos textos. En realidad, le fascinaba casi cada página de ese libro. Hace años le regalé «El medio es el masaje». Porque nos regalábamos libros, a la vista tengo algunos de los que me regaló: «Shakey. La biografía de Neil Young», de Jimmy McDonough; «Exégesis de los lugares comunes», de León Bloy; el clásico «Documentary Film», de Paul Rotha; «El manuscrito encontrado en Zaragoza», de Jan Potocki; o, el último, hace solo unos meses, «La libertad del artista. Censuras, límites y cancelaciones», de Víctor J. Vázquez, con prólogo de Albert Serra. Y también unos cuantos «Mondo Brutto», por supuesto.
[–>[–>[–>Pero, volviendo a «El medio es el masaje», Cienfuegos veía la imagen y los textos que he mencionado como una síntesis perfecta de una visión del cine que defendía sin resquicios. Existe unanimidad en cuanto a que Cienfuegos, a lo largo de su carrera, siempre tuvo un especial sentido de la anticipación, o lo que es lo mismo, de ver antes que nadie o casi nadie, en resumen, como se ha escrito más de una vez estos días, de visionario. Pero Cienfuegos siempre reivindicó ir desde el presente hacia el futuro sin dejar de mirar por el retrovisor que mantiene siempre a la vista lo que ha quedado detrás, pero que en el espejo se hace presente y se fusiona virtualmente en nuestra mirada con el futuro, nada menos que la historia del cine, el cine de los orígenes, el cine mudo, el clásico, los nuevos cines, de todas las latitudes, etc. Porque creía, como expresa Alain Bergala en su imprescindible «La hipótesis del cine», que el gusto «solo puede formarse por acumulación de cultura y requiere tiempo y memoria. El gusto, en todos los dominios, solo puede formarse lentamente, poco a poco, paso a paso. No se enseña como un dogma. En el mejor de los casos, se transmite, se señala, pero solo puede formarse sobre la base de una frecuentación repetida de una colección de obras que deben ser asimiladas lentamente y actuar por impregnación más que por transmisión voluntarista».
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Cienfuegos ha sido las dos cosas que apunta Bergala, un formador del gusto y un transmisor, y lo ha sido a tiempo continuo, especialmente desde que empezó a vislumbrar, para acabar viendo con claridad, que los festivales que dirigía debían extenderse a todo el año, más allá de los días de su celebración. Pero hasta que esa visión se le impuso de forma cristalina, Cienfuegos, por otros lugares menos vistosos y más silenciosos que los festivales, continuaba ese trabajo lento, paso a paso, de formación del gusto y de transmisión, programando ciclos, desarrollando actividades culturales en las que el cine no faltaba nunca, o colaborando decisivamente en la idea y desarrollo de una plataforma educativa sobre cine para toda la comunidad educativa de los IES de Asturias, una herramienta web impulsada y elaborada desde ese proyecto público del Principado de Asturias que está a punto de cumplir diez años, Laboral Cinemateca. Cómo no, las ideas, inspiración, sabiduría y conocimientos de Cienfuegos fueron determinantes para la puesta en marcha de este proyecto cuya joya, en mi opinión, es el programa Cinemateca ambulante, que, desde el principio de Laboral Cinemateca, y por numerosos municipios asturianos medianos y pequeños, lleva cine en versión original actual ausente de las salas comerciales. El libro de Bergala tiene por subtítulo «Pequeño tratado sobre la transmisión del cine en la escuela y fuera de ella». Cienfuegos no deja una obra escrita, aunque escribía mucho mejor de lo que su proverbial pudor le permitía reconocer. Pero con su trabajo en los márgenes nos dejó escrito su pequeño tratado sobre la transmisión del cine en la escuela y fuera de ella. Eso sí, el de los festivales se habría titulado, con justicia, «Gran tratado».
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[–>En esos márgenes de los festivales en los que Cienfuegos también actuaba intensamente, hay otra institución educativa con la que tendía siempre puentes porque lo consideraba esencial para despertar a públicos amplios y jóvenes la pasión o al menos el interés por el cine: la Universidad. Tanto en Gijón como en Sevilla y Valladolid, los festivales que dirigió tuvieron una estrecha relación con las respectivas universidades, desarrollando programas que han dejado huella, como el que desarrolló con la Universidad de Oviedo, Universo Media, un ciclo de conferencias y películas celebrado dentro del Festival y donde el cine era el hilo que hilvanaba a escritores, filósofos, críticos de cine, poetas, psicólogos o historiadores para hablar de temas tan diversos como el miedo, el mal, la alucinación, el dolor, el deseo o el tabú. Y lo que allí decían ante alumnos universitarios no se perdía como lágrimas etc., sino que Cienfuegos ponía todo su empeño, una vez acabada cada edición, para que se publicara como libros, dando lugar a títulos como «Los dominios del miedo», «El dolor: los nervios culturales del sufrimiento», «Imágenes del mal» o «Poéticas del cine», que menciono en último lugar porque ha querido la casualidad que la imagen de la portada, la actriz Shu-Qi en un plano del comienzo hipnótico y fascinante de «Millennium Mambo», de Hou Hsiao-Hsien, haya presentado su primera película como directora, «Girl», en la sección oficial de la última edición de la Seminci que dirigió Cienfuegos.
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Pero «Poéticas del cine» (2008) también cerró diez años de aquel proyecto único que Cienfuegos puso en marcha y que cuidaba y defendía como una parte esencial de su proyecto de Festival. Me ha entrado la curiosidad por saber cuáles fueron las últimas palabras publicadas de Universo Media. Aquí van, son de la conferencia que dio Sergi Sánchez y que tituló «El corazón del mundo. Notas para una definición del cine», aprovechando el título de la película del cineasta canadiense Guy Maddin, «The Heart of the World»: «No es casual, decíamos, que el corazón del mundo palpite con la palabra ‘cine’ inscrita en la frente. Maddin solo nos muestra los infinitos caminos que existen para llegar a él. Cuenta, por supuesto, con nuestro entusiasmo: de todas las cosas que nos queman el corazón, probablemente el cine sea la más universal, la que sintetiza con más generosidad la condición efímera de nuestra mirada y la condición perenne de nuestro espíritu». Nada que añadir.
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