de las asambleas del clero iniciales a una reunión de 1.006 días que dio origen al nombre

Este miércoles, 7 de mayo, está previsto que comience el cónclave, es decir, la recta final del proceso electoral para elegir al futuro Papa que, según la tradición católica, debe llevarse a cabo rigurosamente dentro de los muros del Vaticano. Allí permanecerán, durante todos los días de votaciones, los cardenales electores, después de operaciones de inteligencia de los aparatos de seguridad de la Santa Sede para convertir los espacios que ocuparán las eminencias en entornos herméticos a cualquier tecnología que amenace el secreto absoluto.
De hecho, los trabajos de acondicionamiento de la Capilla Sixtina, empezados inmediatamente después de la muerte de Francisco, no incluyen solo la colocación de las célebres chimeneas para las fumatas o que se coloquen revestimientos de protección para que los cardenales no estropeen los magníficos frescos de la Sixtina. También contemplan barridos de frecuencias previos (para detectar posibles aparatos de espionaje) y la instalación bloqueadores de señal, escudos antidrones y tecnología contra láseres espía.
Es el legado de una historia milenaria, la de las elecciones de los Papas, que en sus orígenes eran elegidos en asambleas por el clero y los cristianos de la ciudad, en imitación de las prácticas de las elecciones de los magistrados de las ciudades greco-romanas (el suffragium, o aclamación). Sin embargo, lo que era un asunto interno dejó de serlo con la supuesta conversión del emperador Constantino (muerto en 337 d.C.), quien con un mero edicto se otorgó un papel protagonista en la elección del Pontífice. El poder civil irrumpió así desde entonces en campañas electorales hasta entonces estrictamente religiosas.
La intrusión política
La intrusión política duraría hasta principios del XIX, cuando los cardenales se disponían a elegir como sucesor de León XIII al favorito, el cardenal Rampolla del Tindaro. Fue entonces cuando se levantó el polaco Jan Puzyna, anunciando el veto del emperador austro-húngaro, Francisco José, que junto a Francia y España gozaba de aquel privilegio. Rampolla no debía ser Papa porque era considerado filofrancés y antiaustriaco, argumentó Puzyna. Simultáneamente, Moscú amenazaba con la rebelión de los católicos eslavos si salía elegido un Papa proaustriaco. Las dificultades se multiplicaron cuando Rampolla fue acusado de masón y pertenecer a los Templarios. Finalmente el elegido fue Pío X, en cuyo pontificado (1903-1914) suprimió el derecho a veto.
La intromisión de Constantino abrió la puerta a que en adelante los emperadores revocasen la elección de un nuevo Papa. Hasta el punto de que en el siglo XI, Enrique III nombró a cuatro papas de forma sucesiva, ya que ninguno era de su agrado. De manera que desde entonces, la elección de los papas corrió a cargo exclusivamente de los cardenales.
Cum clave
Novelescas han sido muchas tramas de los cónclaves. Por ejemplo, el cónclave de 1268 del que salió elegido Gregorio X ha pasado a la historia no solo como el más largo (1.006 días), sino también como uno de los más incendiarios. Las divisiones entre las facciones cardenalicias eran tales que no acertaban con el sucesor de Clemente IV. Hasta que los habitantes de Viterbo, donde se reunieron, les encerraron bajo llave, después les racionaron la comida y finalmente les destaparon el techo. Era invierno y la idea del encierro gustó al elegido, que lo impuso por ley: los cónclaves debían durar tres días, a partir de los cuales se reducía progresivamente la comida. Así nació también la palabra cónclave, cum clave en latin, que significa bajo llave.
En el siglo XIII, las divisiones de los cardenales entre angevinos, aragoneses y nobles romanos eran tales que acabaron complicándole la vida del que sería llamado Celestino V. Cuando le llamaron desde Roma para decirle que había sido el elegido, era un fraile asceta, que vivía en el monte. Al llegar y ver cómo estaban las cosas se trasladó a vivir a Nápoles, convirtiéndose en el primer Papa que renunciaba. En el siglo XII, surgió la norma de los dos tercios de los votos. Y en el siglo XVII, Gregorio XV decidió que un Papa podía ser elegido por aclamación (los cardenales proclaman unánimemente a alguien Papa sin la emisión de un voto, por inspiración del espíritu santo), compromiso (de un grupo delegado) o con el apoyo de dos tercios de los votos. Juan Pablo II adoptó esta última como la única válida. Pablo VI había excluido a los mayores de 80 años ya en 1975.
También circulan leyendas sobre presuntas papisas, como Juana, una mujer que, disfrazada de hombre, habría logrado convertirse en jefa de la Iglesia en el siglo IX. La historia ha llegado a nuestros días, aunque no hay certeza histórica. Sí la hay, en cambio, sobre los períodos en los que existieron diversos papas a la vez. Pasó sobre todo durante el Cisma de Occidente (1378-1417). Entonces los papas más importantes fueron Urbano VI (1378–1389), elegido en Roma, y Clemente VII (1378–1394), elegido en Aviñón por un grupo de cardenales que no había reconocido la elección del otro.
Están en la misma lista Benedicto XIII (1394–1423) en Aviñón —quien se negó a abdicar incluso después de que se resolviera el cisma— y también Juan XXIII (1410–1415), uno de los papas antipapas, que también surgió en este período. La razón es que este cisma no se resolvió hasta el Concilio de Constanza (1414-1418), que finalmente depuso a los papas rivales y eligió a Martín V en 1417, poniendo fin a la división. En 1939, en plena Segunda Guerra Mundial, los cardenales, quizá preocupados por la situación, también celebraron el cónclave más corto, el que eligió a Pío XII, que duró menos de un día.
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