«Con la ayuda de Alá, ayer los soldados del califato atacaron la aldea cristiana de Maiba, en la región de Lubero, y decapitaron a 12 cristianos; toda alabanza pertenece a Alá». El mismo canto atroz de los asesinos del Estado Islámico para proclamar que continúan con sus masacres mientras La opinión pública asiste a una nueva estrategia de los gobiernos, en este caso el de Nigeria, de negar la realidad de un genocidio en curso para ocultar su terrible ineficacia en la lucha contra el terrorismo.

Estas discusiones no sirven de nada a los 12 creyentes que han perdido la vida por practicar una religión distinta al Islam, lo que, por cierto, empezó a producirse cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha amenazado con una intervención militar si no cesa el genocidio.

Lo que parece claro es que estos países, que también pierden numerosos soldados a manos de los yihadistas, necesitan apoyo internacional y que no va a ser Rusia, cada vez más presente en la zona, la que se lo va a proporcionar, ya que el despliegue que ha realizado hasta ahora ha sido inútil.