El acoso también mata
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Hace 21 años que Jokin, en Hondarribia, se suicidó porque ya no podía más. No podía resistir seguir asistiendo a un instituto en donde le humillaban, pegaban y aterrorizaban día tras día. Y es que siempre ha existido acoso. Llevo trabajando contra él 47 años, sé cómo han cambiado las cosas, desgraciadamente para peor.
Aquel suicidio fue mediático porque la prensa se ocupó de él, pero todos los que le siguieron, les aseguro que cientos, sí, cientos, desde entonces, han pasado casi desapercibidos, porque suceden mucho más a menudo. Y es que no son cosas de críos, no. Pero es que el acoso no siempre marca la carne, no siempre es físico, quizás no te peguen nunca y por lo tanto no tienes señales. Solo te aíslan, se burlan, te llaman por motes, se ríen de todo lo que haces, te ridiculizan. Aquellos que eran tus amigos se callan o son ellos mismos parte del acoso. Lo que hace el acoso es dejar unas cicatrices en el alma muy difíciles de disimular, de cerrar, continúan las heridas abiertas y vuelven a sangrar con cada humillación, con cada desprecio, con aquella soledad a la que te obligan los acosadores, poniendo a todo el mundo en contra, y haciendo que volver al centro escolar sea un tormento diario.
Por desgracia, yo lo he visto siempre, y ahora mucho más a menudo. No sé cómo educan hoy los padres a sus hijos. Yo hace muchos años, cuando era niña, me pegué en el autobús del colegio con una acosadora que insultaba a mi amiga. Me costó un golpe que mis padres celebraron como una medalla porque su hija había seguido lo que ellos me enseñaron. A ser justa, a defender al que no puede, a luchar con uñas y dientes para estar al lado de los que quieres y que nadie les haga daño. Para seguir el mantra con el que mi madre nos educó. “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.
Hoy es mucho peor. Ahora es imposible. Ya no vale cambiarte de colegio. Las redes sociales están para recordarte que llevas una letra escarlata que te convierte en víctima y que todos los que están en ellas, van a continuar el trabajo que empezaron en otro centro. Son muchos los que quieren acabar con su vida para evitar el terror cada día. Esta semana tenemos la posibilidad de formarnos. En el Ateneo Jovellanos daré una conferencia como parte del ciclo de salud mental, el jueves día 6: el acoso también mata. Y el Ayuntamiento de Gijón organiza también unas jornadas sobre el acoso del 5 al 10, en el que también participaré en el cierre, el día 10. Todo es poco para informar. No sean cobardes. Hay que abrir los ojos.
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