El Estado Islámico ejecuta a uno de los principales comandantes nigerianos en la lucha contra el yihadismo armado
el general Muhammad Uba Fue secuestrado por extremistas islámicos el 14 de noviembre, cerca de la aldea de Wajiroko, estado de Borno, Nigeria. El Estado Islámico de África Occidental (ISWAP) afirmó entonces que había hecho prisionero al general después de una rápida emboscada, lo interrogó y luego lo ejecutó. El anuncio estuvo acompañado de una imagen del alto mando con una pierna ensangrentada, sentado en el suelo y visiblemente consternado por la situación que lo afectaba.
Con Muhammed Uba, Nigeria ha perdido a uno de sus principales estrategas en el lucha contra Boko Haram, ISWAP y muchos otros grupos salafistas-wahabíes que operan en la región que rodea el lago Chad. La pérdida es tan grande que el propio gobierno nigeriano niega hasta el día de hoy que el general Uba haya sido asesinado. Es más: según la versión oficial, logró escapar y hoy se encuentra sano y salvo con sus tropas. Pero han pasado días desde el incidente y aún no se han aportado pruebas gráficas que demuestren la versión del Gobierno y desvirtúen la imagen que sí mostraron los terroristas.
A lo largo de su carrera, el general Muhammed Uba se había consolidado como uno de los comandantes de combate con más experiencia en el noreste de Nigeria, con años desplegado en el marco de la Operación Hadin Kai contra Boko Haram e ISWAP. Como comandante de la Brigada 25 de la Fuerza de Tarea, con base en Damboa, especializado en operaciones de patrullaje profundo, protección de comunidades rurales y escolta de convoyes militares y civiles en el eje Damboa-Biu y el entorno del bosque de Sambisa, uno de los territorios más disputados del país.
Fuentes militares y mensajes filtrados de sus últimas horas Lo describen como un jefe de brigada que acompañaba personalmente a sus tropas en el campo y que mantuvo la calma bajo el fuego. Coordinó el apoyo aéreo y los movimientos en tierra incluso en los momentos en que su columna estaba bajo ataque.
Es una pérdida de relevancia internacional. Para empezar, el secuestro del general expuso graves deficiencias de seguridad en el frente nigeriano: la incapacidad de asegurar rutas que deberían estar bajo control militar, la falta de coordinación entre unidades y la persistente vulnerabilidad de los convoyes. La emboscada en Wajiroko demostró fallas de inteligenciaprotección de flancos, evaluación de riesgos, etc.
Aspectos que deberían ser automáticos ante el desplazamiento de una figura tan significativa dentro del Ejército. Al contrario de lo que pueda comunicar el gobierno nigeriano, al que le gusta anunciar nuevas herramientas y nuevas capacidades y nuevas victorias cuando se refiere a la lucha contra el terrorismo, la realidad es ésta: que ni siquiera el alto mando está a salvo en el estado de Borno.
Asimismo, se deben reconocer las capacidades de ISWAP. Hace apenas una semana El grupo terrorista se enfrentó a Boko Haram en una serie de sangrientos combates donde se estimaron 200 muertos entre las filas del ISWAP.. Que a pocos días de una derrota de este calibre pudieran llevar a cabo con éxito una operación como la que acabó con la vida del general Uba, muestra otra evidencia: el elevado número de combatientes afiliados al grupo terrorista. Cabe destacar que los informes de Naciones Unidas estipulaban que habría alrededor de 2.000-3.000 miembros de ISWAP en 2024… y que en los informes de 2025 aumentaban la cifra hasta los 8.000-12.000 combatientes. Una prueba más de las dificultades que enfrentan los gobiernos de la región; no sólo Nigeria, sino también Camerún, Chad, Burkina Faso, Níger….
El general era musulmán. Y uno podría considerar este detalle más de cerca, considerando los recientes anuncios que acusan a los musulmanes nigerianos de cometer genocidio contra los cristianos en Nigeria. Primero, porque La muerte del general demuestra que los musulmanes moderados también son víctimas de los terroristas (como las 25 niñas musulmanas secuestradas en el estado de Kebbi a finales de la semana pasada, o el profesor musulmán que las acompañaba y que fue asesinado por sus captores). Es más, las últimas 72 horas en el norte de Nigeria demuestran la extrema vulnerabilidad que enfrentan las comunidades musulmanas.
Y en segundo lugar, el hecho de que el general Uba, musulmán, luchara activamente contra el yihadismo armado, hasta el punto de perder la vida, demuestra el firme compromiso de la comunidad islámica nigeriana a la hora de hacer frente al mayor enemigo de la nación. Al contrario de lo que hayan podido decir en Washington o en las redes sociales en las últimas semanas.
El asesinato del general Uba debería poner de relieve la innegable realidad de Nigeria: que El Estado está abrumado por las amenazas y necesita ayuda internacional urgente. Pero el enfoque que recibe esta ayuda no debe distinguir a las víctimas por religión, basándose en premisas falsas o incompletas que no resolverían el problema. Esta guerra es de todos los nigerianos contra un enemigo común.
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