El futuro no se improvisa como un brindis. El futuro es la decantación lenta del presente y a veces basta con atender a lo que ya se mueve bajo los pies




Como nos mostró el prosaico Montaigne, Podemos hacer filosofía de todo. Lo cotidiano, lo más simple, lo más tangible. Y también lo que es común a todos: esta especie de temblor del alma que nos hace ver que se acerca el nuevo año, esta locura de pensar que todo cambiará con el nuevo número del calendario.
Resoluciones de año nuevo idea del cambio de año como un reseteo, la relación con el tiempo, proyección hacia el futuro y, finalmente, ese aire extraño que se respira en estos momentos, están en el centro de esta entrevista que compartimos con el filósofo Jorge Freire.
-Cada cambio de año parece estar cargado de la promesa de empezar de nuevo. ¿Por qué necesitamos tanto esta idea de reiniciar?
El nuevo año es tan nuevo que, como el resto de años anteriores, lo celebramos levantando los codos y apuntándonos al gimnasio al día siguiente.. Nihil novum bajo la suela…Se cree erróneamente que este reinicio va acompañado de un cambio.
Un día nuestros zapatos se deshacen de los zapatos viejos y decidimos comprar un par del mismo modelo, misma talla, mismo color. Cuando caminamos por la calle al día siguiente, como un niño con zapatos nuevos, quienes nos conocen y no son muy observadores notarán que nuestros pies reflejan un brillo único. Zapatos nuevos, efectivamente, y los mismos de siempre, al mismo tiempo.
¿Cambia la serpiente al mudar su piel? Creo que no hay nada nuevo: sólo hay renovación. Renovar algo, según el diccionario, es devolverlo a su estado original. Es decir, ser lo que eres, a veces en mayor cantidad, a veces con mejores características.
-¿Qué dice esto sobre nuestra relación con el tiempo y con nosotros mismos?
Tratamos al tiempo como si fuera nuestro enemigo, como si quisiera quitarnos lo que somos. Describen a la fortuna como calva porque no es fácil mantener el cabello ralo, pero es buena idea aprender a ser oportuno. Esto es oportuno, digo, y no oportunista. Ob-portus Significa “frente al puerto”.
El que va por buen camino es oportunista, aunque no toque la bocina y no se mueva a toda velocidad, y el que tiene mucha prisa por llegar al puerto es oportunista. Ya lo dicen los versos de Machado: “y si la vida es corta y el mar no llega a tu galera, espera sin salir y espera siempre, porque el arte es largo y, además, no importa”. No hay regalo más precioso que el de la oportunidad. Así que apaguemos los cronómetros y las calculadoras y mantengámonos alejados.
Por un lado, el tiempo nos preocupa porque no sabemos qué es. en su ConfesionesSan Agustín dice que tiene la respuesta a la pregunta de qué hora es la hora, siempre que nadie pregunte. «Si nadie me pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me pregunta, no lo sé».
Por otro lado, parece que en nuestra lengua sólo podemos hablar del tiempo para poner en marcha los cronómetros y es una pena que el español no haya heredado de la lengua griega su riqueza a la hora de conceptualizarlo: además de cronoshay tiempo como eternidad (aion) y una hora como evento (Kairós). Algunos responderán, no sin razón, que somos seres finitos y no eternos como los dioses.
Bueno: dejemos de lado aioneternidad, y centrémonos finalmente en Kairós: el tiempo como evento. Kairós Este es el momento en que sucede lo importante. Entendamos bien esto, porque todos los días nos dicen que hay un hecho histórico, un evento catastrófico, una noticia única, y pocas veces presenciamos algo parecido a lo que nos cuentan.
Entre otras cosas, porque los grandes acontecimientos sólo revelan su manto cuando se acaba el tiempo. ¿Sabían los franceses que tomaron la Bastilla que estaban librando la Revolución Francesa? Para vivir en esta era donde lo esencial está sucediendo, debemos establecernos en el presente y escapar del presente.
-Vivimos constantemente proyectándonos hacia el futuro: cuando llega el nuevo año, cuando éste cambia, cuando soy otra persona… ¿Qué opinas de esta relación de espera y frustración, incluso en el día a día?
Hay personas decididas a salir de sus sombras. Prefiero aprender a caminar en mis zapatos. Pessoa dijo en el libro de problemasa través de su heterónimo Bernardo Soares: «El gato se revuelve al sol y allí duerme. El hombre se retuerce en la vida, con todas sus complejidades, y allí duerme. Ninguno se libera de la fatal ley de ser tal como es». Prefiero hacer las paces con quien me acompaña antes que huir de él.
-Vivimos también con la obsesión de no perder el tiempo, de obtener beneficios cada año. ¿Qué efectos tiene esta obsesión en nuestra forma de vivir y habitar el presente?
En Fortunata y JacintaA Maximiliano Rubín le dice su tía: «Tú eres así, o apatía andante, o pura pólvora.» Bueno, así somos todos. O cedemos a la indolencia y nos damos una borrachera de series, o nos embarcamos en ginkanas estupideces que nos dejan agotados, hasta el punto de que necesitamos vacaciones tras vacaciones. El contrapeso a la inquietud no es el descanso, sino el entumecimiento.
Esta es la razón por la que las personas inquietas nunca están completamente dormidas o despiertas, sino que pasan su vida en estado de sueño, bajo el velo de la actividad motora. Quien abarca mucho hace poco, y hoy a nosotros, comprometidos en “hacer”, que es la expresión con la que disfrazamos nuestro desamparo, nos faltan aquellos a quienes Platón llamaba dinámicala capacidad simultánea de actividad y pasividad. Así que no se trata de hacer muchas cosas, sino de hacer cosas que sean significativas.
-Siento que cada nuevo año exige una versión mejorada de nosotros mismos. ¿No hay algo profundamente agotador, incluso violento, en esta constante obligación de mejorar?
¡La vida como una carrera de obstáculos! Mi opinión al respecto es la misma que sobre las artes marciales: me parece bien, siempre que alguien más las practique. Bromas aparte, creo que en lugar de obsesionarnos con nuestro ombligo, nuestro yo y sus mutaciones, sería mejor centrarnos en los demás y olvidarnos un poco de nosotros mismos.
-Muchas decisiones se toman pensando en dónde estaremos dentro de unos meses o años. ¿Cuáles son los riesgos de vivir siempre al servicio de una versión futura de uno mismo?
Para decirlo con Agustín García Calvo, “nos estamos matando con el futuro”. Se creía que bastaba con vivir pintando pájaros en el aire. Pero nuestro tiempo nos da la sensación de encontrarnos como aquellos romanos que, desde las últimas murallas del Imperio, sólo veían nieblas. Hoy no vemos futuro, a pesar de que nuestros héroes insisten en que “se necesita imaginación”. En este sentido, pedirnos que saquemos el conejo de la chistera es poner el carro delante del caballo.
El futuro no puede ser convocado mediante hechizos ni improvisado como un brindis. Creo que el futuro es, en esencia, la lenta colonización del presente. No se revela en forma de oráculo o profecía; A veces sólo necesitas prestar atención a lo que ya se mueve bajo tus pies. Por eso el futuro no lo construyen quienes viven anclados en el pasado o proyectados hacia el futuro, sino quienes caminan con firmeza sobre el sustrato del presente.
-Cuando llega el nuevo año, muchas personas hacen listas de propósitos que rara vez se logran. ¿Deberíamos abandonar esta lógica o reformular lo que entendemos por “objetivo”?
¿Pero son estos propósitos o simples tareas escolares? Porque encontrar sentido no es como empezar una dieta o apuntarse a Pilates. Sin meta somos barquitos a la deriva, sin brújula ni volante. Nunca creí en ese disparate de que “el que tiene un cómo siempre encuentra un por qué”, una muestra más de ese abyecto discurso motivacional de autoayuda que lleva sobre tus hombros un peso que a veces no te corresponde. De hecho, no siempre encontramos una razón y no todas las dificultades se superan por arte de magia. Pero que nadie nos prive de nuestra búsqueda de sentido.
-La repetición suele verse como fracaso o estancamiento, pero gran parte de la vida es repetitiva. ¿Podemos reconciliarnos con esta dimensión sin sentir que estamos perdiendo el tiempo?
Debemos diferenciar entre la nobleza de la costumbre y la bajeza mecánica de la rutina. Las rutinas, que son hábitos mecanizados, serán válidas para el gimnasio, pero no para toda la vida. El traje hace al monje y el chándal al atleta. Sugiero practicar hábitos virtuosos, que son la mejor manera de vivir felizmente. Y uno de esos hábitos es mantenerse ocupado sin preocuparse. En otras palabras: esté donde necesita estar.
-La idea de límites aparece frecuentemente en tus textos. ¿Podría ser que vivir mejor en el futuro signifique menos expandirlo todo y más aceptar lo que no cambiará?
Fue idea de Eugenio Trias, un titán del pensamiento que, entre sus muchas hazañas, intentó salvar a la filosofía de las garras de esa prosa plomiza, aburrida y pretenciosa que la había secuestrado desde Kant (con todos los respetos a Don Immanuel, por supuesto). Trias era consciente de que la filosofía no es sólo una ciencia o un argumento gris, sino que es también y sobre todo literatura, belleza, vibración estética y pura emoción. ¿Quién dijo que un filósofo no puede ser poeta? Quien quiera comprender por qué no existe el pensamiento ni la vida sin límites, lea Trias.
-En lugar de fijarnos nuevos objetivos, ¿cómo podemos fijar un 2026 más significativo?
Prestar atención a lo que nos rodea, especialmente a lo que pasa desapercibido para nosotros. Creemos que el mundo ha perdido su interés sólo porque hemos dejado de tratarlo como se merece. No se trata de ocuparse de todo, sino de dosificar este bien escaso que, no es casualidad, las grandes empresas tecnológicas disputan ferozmente. No lo desperdiciemos y regalémoslo al primer estímulo que aparezca. Estar atento, según el diccionario, es ser considerado. Todo lo que nos rodea merece un desvío.
-Si tuvieras que proponer una actitud (y no un objetivo) para afrontar el año que viene, ¿cuál sería?
Abandona el cinismo. ¿Qué tiene de noble vivir la vida con el ceño fruncido y la barba en el hombro? Prefiero no darme cuenta, en la oscuridad, aunque me roben la cartera. Frente al cinismo que adormece el carácter, propongo el acto de fe, de confianza. El cínico va por la vida desconfiando de todos y desconfiando incluso de su santa madre. Prefiero confiar o, como decía Aristóteles, confiar sin confiar. Por cierto, la confianza proviene de una fe confiada y compartida; No se trata de hacer del otro objeto de adoración, ni mucho menos, sino de tender la mano hacia él, aun sabiendo que no es perfecto y que puede decepcionarte. El cinismo es cobardía; Confiar, en cambio, es correr riesgos..
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