El premio anual a la rehabilitación artesanal de hórreos ya tiene dueño, y Luis ya tiene donde volver a colgar fabes
«Si le digo la verdad, a mí el hórreo no me sirve de nada. Pero solo con ir y verlo rehabilitado, bien sólido, ya me da alegría. La satisfacción de verlo terminado y hacerle una foto no tiene precio, aunque no me dé servicio porque ya no vivo en la aldea. Bueno, les fabes sí que las he vuelto a colgar allí y alguna cebolla he puesto a secar».
El piloñés Luis Amandi Coballes, camionero jubilado, es el premio «Lliñu» 2024 que concede la Asociación del Hórreo Asturiano para distinguir intervenciones artesanales de conservación de hórreos, paneras y cabazos asturianos. Se lo ha ganado «por la excelente reparación» de su ejemplar de 1770, situado en Esteli (Piloña), con reconocimiento añadido al maestro horrero que lo reparó, Adrián Castañedo. Ambos premios se otorgarán en las jornadas que se celebran en Candás el viernes y el sábado, donde también se distinguirá al historiador Javier Fernández Conde y a la Asociación Riu Fontoria de Areñes (Piloña).
En realidad la distinción que tendrá Amandi se la merece por su empeño en no dejar que su hórreo acabara en la ruina, que era el destino al que parecía encaminado cuando los hermanos decidieron vender la casería que habían comprado sus padres –ya fallecidos– en 1986. La propiedad incluía casa, granero y fincas. «Yo veía que a todos los que se interesaban por la casa el hórreo no les hacía mucha gracia. Y a mí me daba mucha pena. Me dolía, la verdad, porque siempre me gustó mucho este y todos. Es una cosa nuestra, muy asturiana, y hay que mirar por ellos y conservarlos para que no desaparezcan», explica Luis Amandi. Así que de acuerdo con la familia, se vendió la casa pero el hórreo se lo compró él mismo al resto de herederos y no dudó en invertir más de 20.000 euros para que luciera impecable.
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Dos años tuvo que esperar por Adrián Castañedo, un artesano «de los de antes», que le garantizó una rehabilitación cuidadosa «porque tenía dos trabes rotos» y una milimétrica reconstrucción, ya que, aprovechando la obra, el hórreo se retiró algo más de medio metro para separarlo de la carretera. Castañedo ni siquiera dejó que Amandi le cambiara el único pegollu de piedra que tiene este ejemplar. «No quiso que lo cambiara, aunque los otros son de madera, porque esa piedra me dijo que tiene un significado: que el hórreo y la finca eran de la misma propiedad», explica Luis Amandi. «Es que hay muchos hórreos que no tienen ni papeles, ni aparecían en las escrituras de antaño, y así, con la piedra, se identificaba que el suelo y el hórreo estaban vinculados», explica Castañedo. Para el maestro esta rehabilitación por la que le premian «no se distingue nada de otras muchas que he hecho; yo trabajo como me enseñó Severino Torres, haciendo las cosas bien, para que duren». Y este hórreo, que en un liño tallado tiene la fecha de 1770, va a durar otros siglos más.
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