El turismo de fenómenos naturales, tendencia en 2026: «Hay una fuerte búsqueda de significado y emoción»
Cada vez más personas planifican sus viajes para sorprenderse ante erupciones volcánicas, olas gigantes o auroras boreales, una tendencia que multiplica la presión sobre ecosistemas ya de por sí frágiles como consecuencia de una sociedad que, además de objetos, también busca consumir experiencias.
[–>[–>[–>El turismo de fenómenos naturales ha sido pronosticado por la plataforma de viajes Evaneos como una de las tendencias para 2026, aunque el giro hacia viajes más experienciales y menos convencionales se plantea desde hace ya años.
[–> [–>[–>Desde el turismo volcánico hasta la búsqueda de auroras boreales en el norte de Europa, las olas gigantes de Nazaré (Portugal), los géiseres de Yellowstone (Estados Unidos) o la floración de los cerezos en Japón, la atracción por estos fenómenos mueve a cada vez más personas por todo el mundo.
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Aurélie Sandler, codirectora ejecutiva de Evaneos, comparte con EFE que esta tendencia se aceleró a partir de 2022, cuando, tras meses de restricciones a causa de la pandemia, los viajeros se inclinaron por experiencias al aire libre.
[–>[–>[–>Las olas golpean contra el faro de San Esteban, en Semana Santa. / Eloy Alonso / EFE
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Sandler ya apunta que detrás de esta decisión «hay una fuerte búsqueda de significado y emoción«, pues los mismos viajeros son los que dicen que quieren «experimentar algo intenso y memorable, en lugar de acumular cosas».
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Experiencias únicas: consumismo e identidad
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El catedrático de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Hugo Valenzuela explica a EFE cómo el auge de esta corriente se produce a la par que una transición del consumo generalizado de productos estandarizados a la búsqueda de vivencias personalizadas, emocionales e intangibles.
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[–>Como principal causa, el experto identifica la expansión del neoliberalismo que, indica, «moldea nuestros deseos, emociones e identidades para orientarlos hacia el consumo», no solo de objetos, sino también de emociones y vivencias.
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Asimismo, presenta este tipo de viajes como una forma de construcción de la identidad y de diferenciarse en una sociedad que tiende a la homogeneización.
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Turismo de fenómenos naturales: explotar el entorno en busca de experiencias de consumo / EFE
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«Fenómenos naturales como una aurora, un volcán o una bahía bioluminiscente ya no se viven como simples paisajes, sino como experiencias únicas —cada vez más raras— que acaban formando parte de la identidad personal», señala Valenzuela.
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Paralelamente, menciona como incentivo las sociedades que, cada vez más urbanas y digitalizadas, buscan la «autenticidad» de algo que no puede reproducirse o las redes sociales que amplifican el fenómeno convirtiendo ciertos paisajes en «iconos globales».
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La teoría que traza Valenzuela se corresponde con el perfil del viajero típico que se lanza a este tipo de turismo presentado por Sandler: parejas o grupos pequeños de entre 30 y 55 años que «buscan inmersión, en lugar de un turismo de masas», con un presupuesto de viaje superior a la media y residentes en grandes ciudades.
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Riesgo personal y medioambiental
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Los expertos alertan sobre el doble riesgo que crea este turismo: hacia las personas y hacia el medioambiente.
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Un turista en la isla de Tenerife con el majestuoso pico del Teide al fondo. / EP
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En lo personal, los viajeros se exponen a fenómenos imprevisibles que pueden acabar en accidentes, como ocurrió en 2018 en el volcán Kilauea (Hawái), cuando una bomba de lava alcanzó a un barco turístico e hirió a 23 pasajeros, o la muerte.
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En el ámbito ambiental, ambos comparten que muchos destinos viven una degradación a causa del ruido, la contaminación lumínica o la presión sobre viviendas locales que ejercen los turistas quienes, paradójicamente, deterioran estos espacios y amenazan los fenómenos naturales.
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Como opciones para lograr un mayor equilibrio, señalan la necesidad de imponer límites de aforo y sistemas de permisos, una regulación firme de acceso y de uso de teléfonos móviles o drones en zonas vulnerables y optar por modelos de turismo locales y con guías formados, así como informar y responsabilizar al visitante de las alteraciones que provoca.
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Una nueva relación con la naturaleza
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En opinión de Sandler, este turismo seguirá creciendo, con viajeros que buscan experiencias más inmersivas y significativas, «pero deberá hacerlo de forma diferente, con mayores garantías y responsabilidad».
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Ve en ello el reto y la oportunidad de canalizar la demanda hacia viajes «más largos, más lentos, que apoyen a las comunidades locales y protejan los fenómenos».
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Por su parte, Valenzuela, aunque se muestra pesimista de que desaparezca la tendencia de construir la identidad a partir del consumo, llama a mirar a las sociedades que vivían en equilibrio con su medio y que recuerdan que «otra relación con la naturaleza es necesaria y posible».
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