Es raro ver a una monja que pida armas, pero en Ucrania hablamos de legítima defensa
Sor Lucia Caram es oriunda de la provincia argentina de Tucumán, pero es también la monja más televisiva que tenemos en España desde hace tiempo. Su desparpajo ante las cámaras y el hecho de que hable sin ambages de lo divino y de lo humano, de Dios y de los políticos –que están haciendo su trabajo rematadamente mal en los últimos tiempos– le ha valido ese espacio desde el que le dan un altavoz privilegiado para sus causas. Que no son pocas.
En su convento de Manresa ayudan a familias acogidas desde hace años, han sacado a mujeres de las redes de trata de personas, y ella siempre está dispuesta a pedir para los más desfavorecidos. “Durante el noviciado me enseñaron a pedir a Dios, pero yo le pido a todo dios”, asegura durante la entrevista.
Sin embargo, en los últimos años se ha volcado especialmente en una de estas empresas, hasta el punto que el Papa Francisco –su gran amigo, la persona a la que menciona constantemente durante la conversación– le dejó un dinero en el testamento para que lo destinara a la causa: ayudar a Ucrania.
Sor Lucía –que vestida con un hábito blanco destaca sobremanera entre los uniformes verdes de campaña de los oficiales de la Guardia de Fronteras, que la custodian cada vez que entra a Ucrania– es una de las pocas personas que no ha dejado de traer ayuda humanitaria en los 1.391 días que dura ya la invasión de Putin, de quién opina que es “la rata que ataca cuando se siente acorralada”.
Sus viajes a la guerra son reales. No se limita a hacerse la foto de rigor en Polonia y dar media vuelta en dirección a la parte de Europa donde no caen bombas. Ella cruza el país de punta a punta, hasta la ciudad de Járkiv –a menos de 30 kilómetros de Rusia– a pesar de que al principio le dijeron que no podía. “No me he casado, precisamente para que ningún hombre me diga lo que tengo o no tengo que hacer”.
A su vuelta de Járkiv, se detiene por una noche en un hotel de Kiev y responde a las preguntas de EL ESPAÑOL. “Sólo tenemos una hora, porque luego tenemos que asistir a una videoconferencia con Margarita Robles para hablar de Ucrania”, dice antes de sentarnos a conversar.
Sor Lucia en Kiev, durante la entrevista con EL ESPAÑOL este mes de diciembre.
Aquel 24 de febrero de 2022, cuando vio por la televisión que acababa de empezar la invasión a gran escala de Ucrania, ¿Qué fue lo que sintió?
La noche anterior yo ya estaba muy preocupada, tenía una amiga que llegó de Ucrania en el último avión que despegó de allí, y ella me advirtió de que las cosas iban mal. Empecé a seguir las noticias con atención desde ese momento, nosotras teníamos familias ucranianas acogidas en el convento desde 2014, y todos estábamos en vilo con el tema de Ucrania. Sentíamos, no te voy a decir que miedo, pero sí una preocupación muy grande. Y cuando empezamos a ver las imágenes fue terrorífico.
Los ucranianos que estaban viviendo en Manresa, junto con los que teníamos acogidos, vinieron al convento y nos pidieron que hiciéramos una oración. Aquella plegaria fue seguida también por las familias de ellos desde Ucrania, que estaban metidas en búnkeres en ciudades como Bakhmut, también en localidades cercanas a la frontera con Bielorrusia. Todos estaban espantadísimos porque había alarmas de ataques por todos lados.
Recuerdo que las imágenes de los medios de comunicación eran muy bestias, mostraban la realidad, y todo el mundo se movilizó. A la mañana siguiente se presentaron más de 800 personas en el convento. No entraban, fue impresionante. Y me pidieron que los acompañara a una manifestación, la primera manifestación que se hacía en Manresa, y donde llegaron muchos ucranianos de toda Cataluña, y también muchos georgianos y sirios. Los Sirios te explicaban que a ellos los rusos les disparaban desde los helicópteros, y sentían la invasión de Ucrania como una causa común.
Aquella manifestación no era como las otras que ves normalmente, con la gente cantando, comiendo… Aquella manifestación parecía un funeral. De hecho, cuando llegamos a la Plaza de Manresa, ellos empezaron a cantar el himno y yo me tuve que ir porque ya no lo podía soportar.
Pero se sobrepone rápidamente a ese dolor que sintió durante la manifestación, y comienza a ayudar. ¿Cómo empieza esta relación de cooperación tan intensa con Ucrania, todos estos viajes que hace para seguir trayendo ayuda?
Dos días después de que empezara la invasión le dije a un voluntario que estaba preocupaba porque los ucranianos me pedían ayuda para sacar a sus familias de allí, y yo no sabía cómo hacerlo. Él me preguntó si quería ir a Ucrania y dije que sí. Y organizamos el primero de los viajes, en una furgoneta, para ir a buscar familias a la frontera.
La frontera me impresionó muchísimo por la cantidad de gente que había allí para ayudar. Fue muy bestia, hubo una solidaridad compulsiva. Aunque yo vi también a las mafias buscando mujeres; y lo volví a ver después en Manresa, cuando empezamos a organizarnos para acoger a los ucranianos, y venía gente al convento preguntando por chicas para trabajar en no sé qué… no cuadraba. De hecho después hemos sacado de las redes de trata de personas a mujeres que captaron cuando huían de la guerra.
Cementerio cercano al frente de combate este en Ucrania, donde ya no casi no queda espacio para más tumbas.
A ese primer viaje en furgoneta le siguieron muchos más. Y no viene con las manos vacías, viene con ambulancias –tan necesarias en este momento de la guerra– y con material sanitario.
En marzo de 2022 me empezaron a ayudar los voluntarios de Caixa Bank, y fueron ellos los que me dieron la primera ambulancia y me pidieron que la entregara en la frontera. En ese viaje quise entrar a Ucrania, nada de dejarla en la frontera e irme. Me dijeron que no podía, pero yo les dije que no me había casado precisamente para que ningún hombre decidiera lo que yo podía o no podía hacer con mi vida, y que iba a entrar.
Conseguimos organizarlo con la Guardia de Fronteras, que nos recogió a nuestra llegada y nos llevó a un hospital con heridos de guerra. En aquel momento no dejaban entrar a nadie en los hospitales militares… Por eso, cuando me preguntan si el hábito no me da problemas, yo respondo que el hábito me ha abierto muchas puertas. Como la de aquel hospital.
El caso es que visité a esos chicos y estuve hablando con ellos. Los primeros que cayeron heridos eran muy jovencitos. Me sorprendió porque yo sabía que no se llevaban a la guerra a la gente tan joven, y entonces me contaron que eran todos voluntarios. Rusia, con su discurso, despertó el espíritu nacional de los más jóvenes y ellos se ofrecieron ciegamente para ir al frente cuando empezó la invasión. Fue tremendo, porque los veíamos con las cabezas abiertas, sin brazos… Además estaban solos, porque sus padres estaban lejos y no podían llegar. Y ellos nos agradecieron que lleváramos la ambulancia y nos explicaron que no había suficientes para ayudar a todos.
Al volver a España lancé un reto en TikTok: 30 por 15, para recaudar dinero para comprar 30 ambulancias por 15.000 euros cada una. La gente respondió muy rápido, y lo doblé a 60. Desde entonces hemos entregado 162 ambulancias en Ucrania.
En un momento en el que el envío de ayuda humanitaria para Ucrania ha caído en picado, ¿Cómo consigue canalizar tantos recursos?
¿Cómo? A través de redes sociales, a través de empresas, a través de particulares, estoy todo el día pidiendo. Yo siempre digo que en el noviciado me enseñaban a pedir a Dios, y yo pido a todo dios. Y luego vengo a entregarlo yo, con la Guardia de Fronteras ucraniana que garantiza que las cosas llegan a donde tienen que llegar.
Al principio se envió mucha ayuda a Ucrania… pero la gente aprovechó para limpiar sus armarios y mandar cosas usadas o que no servían. En 2022 vi montañas de ropa usada en la frontera, que no era lo que necesitaban. Por eso cuando me ofrecen cosas viejas, yo digo no. Lo único usado que traigo son los generadores, después de comprobar que están funcionando. Pero ropa y todo este tipo de cosas yo no quiero saber nada. Nos centramos en lo que de verdad hace falta: traer ambulancias, llevar heridos y en la acogida de familias.
¿Y cómo consigue una monja, desde España, organizar la logística para abrir corredores humanitarios a través de los cuáles sacan a los soldados heridos?
Los primeros heridos los llevamos en abril del 2022. Esa vez llevamos tres a Pamplona, y tres a Barcelona. Después ya fueron 30, 15 a Barcelona y 15 a Madrid. Desde entonces hemos sacado a unos 120 heridos y 60 enfermos oncológicos que han recibido tratamiento en España, porque a causa de la guerra también hay pacientes de cáncer que no pueden conseguir el tratamiento en Ucrania.
Allí trabajo con el CatSalud, que es el que recibe las historias clínicas de los chicos. Me los aceptan y les envían a distintos hospitales hasta que completan su recuperación. Y yo me comprometo a recogerlos cuando están recuperados y los traigo de vuelta.
Parece muy sencillo cuando lo cuenta así…
Me paso el día pidiendo, buscando medios para hacer todo esto. Por ejemplo, cuando empecé a traer heridos nos encontramos con el problema de dónde alojarlos una vez que acaba el periodo de hospitalización, pero siguen necesitando rehabilitación. Y empecé a pedir y conseguí que nos cedieran tres pisos, en los que tenemos permanentemente soldados ucranianos en proceso de recuperación. Y así todo.
Consecuencias de un bombardeo ruso con misiles en el centro de la ciudad de Kharkiv.
¿Siente miedo cuando entra en Ucrania, sabiendo que es un país en guerra?
Nunca he tenido miedo. Mucha tristeza, miedo nunca. Incluso cuando me tocó vivir un ataque bastante fuerte, hace unos meses, aquí en Kiev. Temblaba todo, pasamos toda la noche en el bunker, el humo, el olor se sentía. Pero no, miedo no he tenido nunca. Yo siempre pienso en ellos: nosotros nos vamos pero ellos se quedan.
Cada vez que vengo voy a los cementerios, y ahí veo la realidad de lo que es guerra. Las madres se me acercan mucho, me ven con el hábito y ese signo religioso es muy importante para ellos. El Papa Francisco, siempre que nos veíamos, me daba rosarios para ellos, y yo los entrego. Es un país marcado por el ateísmo de la Unión Soviética, pero hay mucha fe. Una vez un soldado me dijo que “en la trinchera no hay ateos”.
Menciona contantemente al Papa Francisco, hace poco se ha sabido que él le dejó a usted en el testamento un dinero para ayudar a Ucrania.
Francisco ha sido la persona que más me ha ayudado. Con el Papa León también habló, en agosto me recibió en el Vaticano y estuvo más de 50 minutos escuchándome hablar sobre Ucrania. Ahora me ha mandado una caja grande con rosarios para los chicos, pero la amistad que tenía con Francisco era… Antes de cada viaje a Ucrania, o al volver, yo iba a verlo. Él me dijo que quería que fuera sus ojos para seguir la situación de la infancia en Ucrania, y quería también que ayudara a los heridos, porque sabía que habíamos abierto corredores humanitarios.
Normalmente yo le llevaba videos o imágenes cuando iba a verlo, a veces incluso iba con amigos ucranianos para que ellos, a través de un traductor, le contaran directamente lo que pasaba. Y el Papa lloraba, Francisco lloraba. Él me decía que le habían robado la infancia a los niños ucranianos y que ya no sonreían.
Este país impresiona. Hoy les decía a los chicos, en un entrenamiento militar donde estuvimos, que la sangre de sus compañeros no podía quedar infecunda. Tenía que florecer en forma de libertad. Pero lo que está pasando es que Europa no tiene liderazgo, está adormecida mientras que Putin y Trump juegan con nosotros.
Dice de manera muy contundente que Europa está adormecida, ¿Usted cree que aún se puede despertar?
Europa no tiene ningún liderazgo ahora mismo, creo que nos ha invadido a todos la mediocridad, y que necesitamos una personalidad fuerte para despertar. Más allá de la línea política que uno pueda tener o no tener, me refiero a una personalidad fuerte, por supuesto que no sea extremista, alguien como Angela Merkel. No lo tenemos ahora.
¿Putin ha aprovechado esa falta de liderazgo en el resto de países para invadir una parte de Europa?
Putin es como la rata acorralada, él mismo lo dijo cuando contó un episodio de su infancia en Leningrado: contaba que estaba jugando a perseguir ratas hasta que acorraló a una, y entonces se dio la vuelta y lo atacó a él. Dejó claro que si lo acorralan atacará como la rata. Es un hombre frío, que no tiene alma… Pero el problema es que el mundo en este momento está siendo dominado por personalidades de este tipo.
Sor Lucia en Kiev, durante la entrevista con EL ESPAÑOL este mes de diciembre.
¿Crees que puede haber una paz duradera si Ucrania cede los territorios ocupados, en los que viven cinco millones de ucranianos?
Creo que no se pueden tomar esas medidas al margen de Ucrania, porque entonces la guerra se cerraría en falso. Y también creo que el único que puede mediar sin segundas intenciones es el Papa León. Aquí hay muchos intereses económicos, el negocio de las armas interesa demasiado.
El papel de Zelensky es muy complicado, porque ha muerto mucha gente y muchos no perdonarían que se entregara el territorio. Para llegar a un acuerdo alguien tendrá que ceder, pero lo tremendo es que tengas que ceder tu territorio cuando te han invadido. Porque Ucrania ha sido invadida, y lo que no puede ser es que el mundo mire para otro lado. Yo de geopolítica y de diplomacia no entiendo nada, pero sí entiendo que tiene que haber una paz justa y no una capitulación para que Donald Trump y Putin se repartan las tierras raras y los contratos de reconstrucción.
Es muy frustrante ver en primera persona que la guerra de Ucrania está ahora en su peor momento, y que la mayoría de la gente en España está totalmente desconecta de la realidad. Sin querer mirar hacia el conflicto armado que tenemos en casa, en Europa. ¿Usted también tiene esa sensación cuando regresa de cada uno de estos viajes?
Hemos presentado un documental hace poco con Movistar Plus+ y precisamente lo explicamos ahí. Que Ucrania ahora necesita más ayuda que nunca, que necesita armas para defenderse. Habrá quien diga ¿una monja que pide armas? Pero cuando estás aquí y ves que te caen los misiles y los drones, no puede ser que los ucranianos estén tirando con unas metralletas para derribarlos. No tienen una Cúpula de Hierro como Israel. Necesitan armas y está justificado por la legítima defensa. Yo soy domínica, y esto ya lo decía Santo Tomás.
Por supuesto estoy en contra de todo el negocio del armamento, pero creo que la gente tiene derecho a defenderse. Si entran en su casa, tienen derecho a defender a sus hijos. Ayer en el cementerio conocí a una chiquita, y me contó que a su padre lo mataron y que ella quería ir al frente y luchar porque, decía, “no quiero que mis hijos vivan lo que nosotros hemos vivido”. La chiquita tenía 18 años.
La última vez que Zelensky estuvo en España la condecoró a usted con la Orden de la Princesa Olga por llevar “oración, apoyo y ayuda humanitaria” a Ucrania. ¿Este tipo de reconocimientos sirve para algo más que para hacerse una foto?
Creo que ha sido un reconocimiento a toda la gente que me ayuda a hacer lo que hago. No lo hago yo sola, eso lo tengo clarísimo. Y los reconocimientos de este tipo a mí me sirven para que se hable del tema y la gente pueda ayudar. Y lo cierto es que cuando vino Zelensky se habló más de Ucrania.
En ese momento también aprovechó para hablar lone Belarra, criticando que se envíen armas y no sé qué más… pero como todos los medios se centraron en la condecoración más que en ella, quedó diluida su voz y la de todo ese grupo que reprocha que se manden armas a Ucrania. Pues el día que nos ataquen verás tú si necesitamos o no necesitamos armas.
Si al final la condecoración sirvió para visibilizar una causa, para comprar ambulancias, torniquetes, hemostáticos, pues fantástico. A mí los premios no me dan ni me quitan nada, yo no tengo un euro, y duermo tranquilamente.
¿Va a seguir viniendo a Ucrania?
Este es el viaje número 41, el número 42 será para febrero. Además de traer ambulancias y equipos para hospitales, tenemos un proyecto en marcha para llevar a niños ucranianos de vacaciones a España. Son hijos de heridos o cuyos padres han muerto en el frente o están desaparecidos. El año pasado llevamos 255 niños y este año 277. Y el próximo vamos a hacer tres grupos con destino a Portaventura, Andorra y Lloret del Mar.
También se ha firmado un acuerdo con el ayuntamiento de Barcelona para intercambiar autobuses urbanos con la ciudad de Járkiv, y el alcalde Igor Téjerov me ha pedido que se haga un hermanamiento entre las dos ciudades.
La ministra de Defensa me ha ayudado a traer los autobuses, porque el traslado ha sido complicado. En realidad Margarita Robles me ha ayudado mucho en todo este tiempo. El Papa Francisco me decía, hablando de ella, “esta mujer me ayuda a pensar en la paz”. Es una ministra que en todas las reuniones clama por un acuerdo, busca el acercamiento y entiende perfectamente que Ucrania defiende las fronteras de Europa. Ella dice que Ucrania no se está defendiendo a sí misma, que está defendiendo a Europa.
Tenemos una guerra en el corazón de Europa y no somos conscientes, y Margarita Robles es la única ministra que lo está diciendo. El resto de los políticos nos quieren distraer de la situación.
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