Economia

España y el arte de criar cobras

España y el arte de criar cobras
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  • Publisheddiciembre 29, 2025




En economía, pocas ideas explican los fracasos de quienes nos gobiernan como la llamada “efecto cobra” que se produce cuando una política pública termina provocando exactamente el problema que aparentemente pretendía resolver. El origen del término se encuentra en el India colonial, donde las autoridades británicas decidieron pagar por cada cobra muerta para reducir una plagaalgo que funcionó al principio pero terminó con La gente empezó a criar cobras y cuando se canceló el programa, las cobras fueron liberadas y el problema empeoró. El incentivo no eliminó el problema, sino que lo profesionalizó.

Algo muy similar ocurre en la política económica española donde el efecto cobra se eleva a política de Estado y lo vemos en el mercado laboral donde, para proteger al trabajador, se sube el SMI y se encarecen las relaciones laborales, reduciendo la flexibilidad en la contratación. El resultado no ha eliminado la precariedad, pero ha garantizado que unos pocos estén muy protegidos mientras que los demás La gran mayoría está condenada al empleo temporal.

Lo mismo sucede con el limitación de los precios del alquiler donde lo único que ha mejorado es el discurso político de algunos, pero no el acceso a la viviendao subvenciones a empresas ligadas al cumplimiento de requisitos formales y no de resultados, como ayudas relacionadas con el tamaño para supuestamente proteger a las pymes y que desincentivan el crecimiento, o fondos europeos que premian más la capacidad de cumplimentar formularios y documentos, que no la productividad real. En materia tributaria, los impuestos se aumentan a los ricos sin afectar el gasto ni mejorar la eficiencia.Y el resultado es más economía sumergida y deslocalizaciones de empresas.

Así, la cobra genera miedo, dependencia y necesidad de protección y Nada legitima más el poder que un problema crónico que requiere nueva ayuda como los que vemos continuamente en nuestra política económica, toda una carrera para inventar transferencias a todo lo que se mueve, sin corregir las causas, sólo manejando los síntomas con pequeños caprichos.

El incentivo es perverso pero efectivo porque Si el problema se resuelve, la excusa para pedir ayuda desaparece, pero si persiste o empeora, se justifican nuevas rondas de intervención. Por eso vemos grandes ideas de algunos partidos en sus programas electorales, buscando encontrar nidos de cobras que sirvan de terreno de votación y proponer cosas como transporte público gratuito para los jóvenes o una renta básica universal, que es el ejemplo más refinado del efecto cobra, presentado como la solución estructural a la pobreza, por la que todos los ciudadanos recibirían una cantidad fija de dinero del Estado por el simple hecho de vivir, garantizando una renta desvinculada del esfuerzo y la productividad.

No es de extrañar que esta idea entusiasme a algunos partidos, especialmente a los herederos ideológicos del comunismo, cuya supervivencia política depende, en gran medida, de que siempre haya una masa de ciudadanos dependientes del Estado, de modo que los pobres pasen de ser un problema a erradicar a convertirse en un sujeto político a preservar. Para ello es necesario eliminar la propiedad privada, empobreciendo a quienes tienen libertad financiera, y como dijo un político que llevó a su país a la ruina, la revolución consiste en mantener a los pobres, pobres, pero con esperanza.

El efecto cobra aquí no es colateral sino más bien el núcleo de la estrategia, ya que no se trata de empoderar al individuo para que deje de necesitar ayuda, sino de garantizar que la ayuda nunca deje de ser necesaria. El drama es que estas políticas no sólo son costosas e ineficientes, sino que Erosionar la responsabilidad individual, la productividad y la confianza en las instituciones. reemplazar el crecimiento con subsidio, el esfuerzo con compensación y la solución con historia.

Lo peor no es ver muchas cobras sino saber que algunos políticos están muy interesados ​​en seguir criándolas y su incentivo ya no es salir del sistema, sino permanecer en él, para que el efecto cobra deje de ser un accidente y se convierta en una estrategia.

Por Juan Carlos Higueras, Doctor en Economía y Vicedecano de EAE Business School



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