Estafa piramidal
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Un peatón espera cruzar en Plaza de España, en Madrid. / EFE
Tiene uno la impresión de que la realidad está hinchada. No sabes por dónde cogerla de abultada que está. Imagine usted que se dispone a freír unos huevos y que a la sartén le ha salido un flemón que la hace impracticable. Pues eso es lo que le ocurre a la realidad, que le han salido unos bubones feos, muy feos. Da un poco de asco acercarse a ella, en fin, como da un poco de asco acercarse al dinero inflado porque una parte de él no vale nada. ¿Pero qué parte de ese dinero es postiza?, nos preguntamos. ¿Qué parte de la realidad que nos cuentan la tele o los periódicos está llena de aire o pus?
No lo sabemos. A los seres humanos se nos ha dado la extraña facultad de creer que sabemos sin saber. Mi gato sabe. El mirlo que se ha posado en una rama, cerca de donde le ponemos un puñado de alpiste, sabe. Sabe dónde está el alpiste y donde está el gato y calcula si puede o no acercarse. Los animales, en general, saben aquello que les conviene saber para no colapsar. Los árboles también. Ahora se hacen los muertos porque es la época de fingir que no son nadie, nada, pero su tuétano mantiene una actividad secreta alucinante: veremos los primeros brotes enseguida, cuando vengan cuatro o cinco días seguidos de sol. La naturaleza sabe. Nosotros, cuando éramos naturaleza, sabíamos también.
Ahora no sabemos. Ignoramos si el tema del fiscal general del Estado, por poner un ejemplo, esta inflado o no. Ignoramos si la hinchazón que muestra es natural o provocada por los intereses de unos y de otros. Acaban de contarme el caso de un norteamericano que fue a la iglesia para confesarse de haber votado a Trump y que el cura le dijo que también él estaba arrepentido. Habían cometido el mismo pecado los dos. Al cura le iban a quitar unas ayudas que venía recibiendo y a la esposa del norteamericano, de origen latino, estaban a punto de deportarla. De haber sabido, no habrían votado a Trump, pero no sabían, ya digo, no sabemos nada. Hay gente que se ha arruinado con la criptomoneda que el presidente de los EE UU lanzó al aire poco antes de ganar las elecciones. Subió mucho porque alguien se encargó de hacerla subir y los mismos que la habían inflado se hicieron ricos vendiendo enseguida. La típica estafa piramidal. Usted y yo estamos en el lado malo de la pirámide. ¡Cuidado!
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