Hay que luchar contra los populismos para garantizar las libertades que hemos conquistado en 40 años
Antonio Vitorino (Lisboa, 1957), quien fue Comisario de Justicia e Interior entre 1999 y 2004, cuando entró en vigor el protocolo que convertía Schengen en parte del acervo de la Unión Europea, atiende a EL PERIÓDICO por videoconferencia desde su casa en Lisboa, para hacer balance de los 40 años de la zona de libre circulación.
Vitorino recuerda cómo antes de que España y Portugal entraran en la Unión Europea, y después en el espacio Schengen, «tenía que pedir una autorización especial de las autoridades militares para ir a Badajoz para ir a comprar Solanos», los famosos caramelos que entonces no se vendían en el país. Al solicitar esa autorización, tenía que garantizar que volvería al país.
«Esto hoy a mis hijos les parece una historia de la Edad Media«, reconoce. «La verdad es que hoy, afortunadamente, la libertad de circulación, sobre todo la libertad de ir de aquí a Lisboa sin tener control de pasaportes, es sólo posible por la Unión Europea, por Schengen«, añade. Vitorino lamenta que las nuevas generaciones no sean conscientes de la importancia que tiene.
La libertad de movimiento en Europa «es tan natural como el aire que se respira, y eso es bueno, eso significa que es la nueva normalidad de vivir, pero no se puede tener por garantizada», explica Vitorino en un perfecto castellano. «Cuando hoy estamos viendo las nuevas restricciones a la libertad de circulación en el espacio Schengen, creo que es importante recordar, sobre todo a los jóvenes, que el mundo no ha sido siempre así y que hay que luchar para preservar esta libertad que hemos conquistado», añade el excomisario.
Una revolución mental
Abogado de formación, Vitorino fue juez del Tribunal Constitucional en Portugal entre 1984 y 1994, cuando fue elegido miembro del Parlamento Europeo por el Partido Socialista, donde presidió brevemente la Comisión de Libertades Civiles e Interior. Antes de llegar a la Comisión, que presidía Romano Prodi, fue ministro en el Gobierno del ahora secretario general de la ONU, António Guterres.
Su llegada a la Comisión coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Amsterdam, mediante el cual Schengen pasaba a ser parte del acervo comunitario. «Pasamos a tener una agenda que tenía, no solamente el objetivo de la abolición de las fronteras internas, sino también el control de las fronteras externas», explica Vitorino. «Estas dos cosas van juntas. Sin control efectivo de las fronteras exteriores, no hay posibilidades de abolir las fronteras interiores«, añade.
En la práctica, esto pasaba por reforzar la cooperación policial y la cooperación judicial para garantizar que el espacio Schengen era un espacio de libertad y de seguridad. «Schengen es una revolución mental, práctica. Por primera vez en la historia puede estar en el territorio de tu país alguien que tú no has autorizado a estar, que otro ha autorizado», añade.
Dado que en Schengen existe una política común de visados, una vez una persona es autorizada para entrar en el territorio de alguno de los países miembros, puede moverse libremente por el resto. «Lo que presupone es una cosa muy importante desde el punto de vista político: la confianza mutua«, relata el portugués. «Construir confianza mutua en materia de soberanía es un trabajo muy complejo y muy delicado«, añade.
Vitorino insiste además en que aunque el resultado es la libertad de movimiento, «el objetivo común era la abolición de las fronteras interiores para ayudar a desarrollar el mercado único». El proceso no solo permite viajar a las personas libremente, sino también la circulación de mercancías. «Hay una dimensión económica muy importante en la abolición de las fronteras interiores», añade.
El excomisario reconoce que buena parte del trabajo en los primeros años consistió precisamente en construir esa confianza, «y crear una cultura de cooperación entre entidades que no tenían en su marco mental la idea de cooperación». Esto va desde la lucha contra la criminalidad más allá de las fronteras, hasta la reubicación de policías cuyo trabajo había sido vigilar las fronteras internas. «Es una agenda muy vasta, muy compleja y que aún no está terminada», reconoce.
El reto migratorio
Para Vitorino, que cada vez más países instauren controles en sus fronteras internas es una muestra de la falta de esa confianza necesaria. «Esto es ineludible», asegura. «Si hay un punto débil en el control exterior, toda la parte de eliminación de controles internos está en riesgo. Y es lo que estamos viendo», advierte. «Si no tenemos éxito en las fronteras exteriores, es la libertad interna la que puede estar amenazada«, añade.
El portugués asegura que esto no puede depender exclusivamente de la presencia de Frontex, sino que «hay que cooperar también en política migratoria. Y ahí es donde las cosas están mal». explica. Vitorino subraya que este proceso es mucho más difícil en un contexto de variedad de opiniones sobre la migración, como es el caso actual.
Vitorino asegura que eso es precisamente lo que el Pacto Migratorio ha tratado de solucionar, reforzando la cooperación entre gobiernos y restableciendo una cierta confianza pública. Sin embargo, el excomisario muestra sus dudas sobre que algunas de esas políticas, desde la gestión de peticiones de asilo en frontera hasta el reparto de la carga, puedan funcionar. «Es un reto muy grande para los estados», advierte.
El populismo amenaza Schengen
La migración no es un fenómeno nuevo y las llegadas se mantienen estables, aunque con ligeras variaciones en algunas rutas, desde hace años. «La presión se mantiene, lo que hace esto muy complejo es la política. Es el crecimiento de los populistas», sentencia.
«Todos los partidos populistas están haciendo de la inmigración el chivo expiatorio de todos los males de la sociedad y utilizan la inmigración como arma de combate político», asegura el excomisario. Lo hacen, asegura, aprovechándose de la visión desvirtuada de la sociedad que cree que hay muchas más personas migrantes que en la realidad, y lo utilizan para presionar a los gobiernos.
Esos populismos son, a ojos de Vitorino, el gran desafío para el espacio Schengen y para la UE. «El gran reto para la Unión Europea, y es por eso que he hablado de las nuevas generaciones, es que nada puede darse por sentado. Hay que luchar contra los populismos para garantizar estas libertades que hemos conquistado en 40 años», sentencia.
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