ISRAEL | La partición de Gaza gana enteros a medida que el plan de Trump se atasca
En el conflicto entre israelíes y palestinos cualquier medida temporal es siempre susceptible de convertirse en permanente, particularmente cuando beneficia a Israel. La historia así lo ha demostrado. Temporal se suponía que iba a ser la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza tras su conquista en 1967, justificada por el Gobierno laborista de entonces como una potencial moneda de cambio para sellar un día la paz con el mundo árabe. O transitoria debía ser la división administrativa de Cisjordania pactada en los Acuerdos de Oslo II (1995), por la que Israel retuvo toda autoridad sobre el 61% de su territorio. Pero ni una ni otra se han revertido, más bien al contrario. Un patrón que podría repetirse ahora en Gaza, devastada y todavía hambrienta.
[–>[–>[–>Múltiples indicios sugieren que su division actual en dos mitades, contemplada como medida temporal en el «plan de paz» de Donald Trump, podría dar pie a una partición permanente, lo que dejaría a sus dos millones de habitantes palestinos sin más de la mitad del diminuto enclave. «La solución de los dos Estados, pero dentro de Gaza», como lo explicó con sarcasmo corrosivo Ron Dermer, el recién dimitido ministro de Asuntos Estratégicos de Israel.
[–> [–>[–>El dibujo actual es fruto de la primera fase de la tregua, que obligó al Ejército israelí a replegarse parcialmente hasta la llamada Línea Amarilla a cambio de la liberación de los rehenes en poder de Hamás. Las regiones al este de la demarcación están hoy controladas por los militares israelíes y cuatro milicias locales a su servicio. Una zona que comprende el 53% del territorio y que ha sido despoblada a la fuerza durante los dos años de asalto militar. Esa Gaza Oriental incluye el grueso de las tierras de cultivo, así como las áreas fronterizas del sur y el norte de Gaza, donde se levantaban Rafah (sur) y Beit Hanun y Beit Lahiya (norte), hoy completamente destruidas. También algunos barrios periféricos de la capital.
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En el resto del territorio, controlado por Hamás, se hacinan los dos millones de palestinos, asentados entre las ruinas y en campamentos improvisados junto a la playa. Su acceso al mar para pescar sigue prohibido, según Naciones Unidas.
[–>[–>[–>Segunda fase, estancada
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Desde el alto el fuego Israel ha ido demarcando esa Línea Amarilla con bloques de hormigón del mismo color. Tratar de cruzarlos suele pagarse con la vida, como advirtió el mes pasado el ministro de Defensa israelí, Israel Katz: «Cualquier violación o intento de cruzar la línea será enfrentado a disparos». No era un farol, claro. 260 palestinos han muerto desde la tregua y más de 600 han resultado heridos, según las autoridades gazatíes.
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Este nuevo ‘Muro de Berlín’ sobre las cenizas de Gaza debería ser solo temporal. La segunda fase del plan de la Casa Blanca contempla la retirada de las soldados israelíes hasta el perímetro de la Franja, que deberían ser reemplazados por una fuerza de estabilización internacional, encargada de monitorear el desarme de Hamás y garantizar que la tregua se mantiene para que pueda comenzar la reconstrucción. Pero el plan no fija plazos ni mecanismos de implementación. Y los obstáculos se están acumulando: Hamás solo ha mostrado su disposición a desarmarse parcialmente; y por otro lado, ningún país ha confirmado su participación en la fuerza multinacional, entre otras cosas porque Israel sigue cerrado a que la Autoridad Palestina pueda desempeñar papel alguno en el futuro de Gaza.
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[–>La consecuencia es que esa segunda fase del plan esta «prácticamente paralizada», según media docena de diplomáticos europeos consultados por Reuters. Pero ni Israel ni EEUU se han cruzado de brazos. Israel ha comenzado a construir infraestructuras en el este ocupado de la Franja. Desde incipientes bases militares a instalaciones de agua y electricidad, según ‘The Wall Street Journal’, uno de los medios que ha podido visitar la zona. Todo ello con aparente vocación de permanencia, como desean los miembros más a la derecha de la coalición de extremistas que dirige Netanyahu. «Los militares israelíes dicen estar preparándose para la posibilidad de que la Línea Amarilla se convierta en su posición defensiva de forma indefinida», escribió el rotativo. Al mismo tiempo han seguido dinamitando lo poco que queda en pie en su zona ocupada. Al menos 1.500 han sido volados desde el inicio de la tregua hace poco más de un mes, según un análisis de la BBC.
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«Nueva Gaza» en la zona israelí
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Paralelamente EEUU ya ha dicho que nada se reconstruirá en Gaza Occidental, donde sobreviven dos millones de personas entre enfermedades, hambre y miseria hasta que Hamás se vaporice. «No se destinarán fondos de reconstrucción para las zonas que Hamás todavía controla», dijo tajantemente Jared Kushner, yerno de Trump y uno de los ideólogos del plan, en su última visita a Israel. En cambio sí hay planes para construir «una nueva Gaza» en las zonas controladas por el Ejército ocupante. Inicialmente en el sur, donde se estaría planificado la construcción de «colegios, clínicas y edificios públicos». Supuestamente para los palestinos, aunque Israel ya ha dicho que aquellos que se instalen en su zona no podrán volver a la otra. Quien trate de hacerlo tendrá que atravesar las «zonas letales» de la Línea Amarilla, donde los militares disparan a todo lo que se mueve, incluido mujeres y niños.
[–>[–>[–>Y entre tanto, mientras la ayuda prometida en el plan de Trump solo llega a cuentagotas a Gaza Occidental, en el lado israelí sus militares han armado a cuatro milicias palestinas, que se pasean armadas y con vehículos blindados por la región. Algunas tenían vínculos con el Estado Islámico, otras con las fuerzas de seguridad palestinas de Mohamed Dahlan, de infame recuerdo en Gaza. Su objetivo, según han declarado a Sky News o ‘The Financial Times’, es expulsar a Hamás y tomar el poder en la Gaza Oriental. Una estratagema que recuerda a lo que Israel hizo en Líbano en las últimas dos décadas el siglo pasado, cuando armó a grupos cristianos falangistas. Aquello acabó entre mal y fatal, unas lecciones que parecen haberse olvidado.
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