La IA pone al humano en un bucle, como un hámster en una rueda
Cuando tenía solo 4 años, a Audrey Tang (Taipéi, 1981) le diagnosticaron una enfermedad rara que podía matarla si se sobreexcitaba. Podían operarla para reparar el agujero que atravesaba su corazón, pero debía esperar hasta los ocho. Su probabilidad de sobrevivir era del 50%. En lugar de hundirse, la pequeña Audrey, educada en la contención y espiritualidad taoista, optó por desplegar su curiosidad, ejercer su precoz capacidad para pensar y adentrarse en el mundo de la literatura y las matemáticas para emerger como un prodigio de la informática. A los ocho aprendió a programar, a los 12 fue operada con éxito y a los 14 abandonó la educación tradicional para dedicarse a programar código. Su misión vital sería democratizar el conocimiento y hacer del mundo un lugar mejor.
[–>[–>[–>Tang es hoy una de las voces más respetadas del mundo en software libre. En 2014, con 33 años, participó activamente en las protestas en Taiwán conocidas como el Movimiento Girasol, cuando cientos de estudiantes ocuparon el parlamento durante 24 días en protesta por un acuerdo comercial sellado en secreto con China, que reclama su soberanía sobre la isla de Formosa. Tang creó herramientas digitales que ayudaron a «tender puentes» y a consolidar la paz, explica con el temple sosegado de un monje.
[–> [–>[–>Entre 2016 y 2024, puso sus dotes al servicio del Gobierno taiwanés y utilizó la tecnología para reinventar la democracia en el país. Los dos últimos años fue ministra digital, la primera ministra no binaria del mundo, una identidad que refleja su inquebrantable fe en el pluralismo. En ese período, adoptó la transparencia radical de la cultura hacker al Estado para impulsar una serie de reformas que instauraron lo que describe como una «democracia digital«, un sistema en que los ciudadanos se sirven de la tecnología para establecer qué leyes se priorizan y se aprueban. El experimento, único en el mundo, ha sido un éxito sin precedentes.
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La democracia digital es escuchar a la gente para que pueda participar en el debate político
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En diciembre, la labor de Tang será reconocida con un Right Livelihood Award, premio conocido como el Nobel alternativo. Antes, participará este sábado en el Mozilla Festival 2025, un congreso de referencia celebrado en Barcelona. En motivo del encuentro, esta referente mundial conversa con EL PERIÓDICO.
[–>[–>[–>Audrey Tang, ex ministra digital de Taiwán y líder mundial del software libre, durante el Festival Mozilla celebrado en Barcelona. / Ferran Nadeu
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¿En qué consiste el modelo de democracia digital que implantó en Taiwán?
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En 2014, en Taiwán, el presidente Ma disfrutaba de un índice de aprobación del 9%, lo que significa que, en un país de 24 millones de habitantes, por cualquier cosa que dijera, 20 millones de personas se oponían a él. Parte de la razón era que las redes sociales cambiaron por primera vez de la fuente de seguimiento, donde seguimos a las mismas personas y vemos el mismo mundo, a la fuente for you, que dispara la polarización al amplificar nuestras difrencias, lo que llamo redes antisociales. La democracia digital es, para mí, hacer lo contrario: escuchar a la gente para que pueda participar en el debate político.
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[–>¿Cómo se tradujo eso en su país?
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Con las protestas, la sociedad civil debatió durante tres semanas y acordó un conjunto básico de principios con los que nadie se sentía muy infeliz. Eso difiere de la forma tradicional de agregar votos, que deja a un 60% de la gente muy feliz y al 40% profundamente infeliz. Esa nueva forma de escuchar a la gente llevó al presidente del Parlamento a decir que había que seguir ideas del pueblo porque eran mejores que las de los diputados.
[–>[–>[–>Una vez en el Gobierno, creamos sistemas para replicar este proceso sin ocupar de nuevo el parlamento, sino de forma digital. Internet no es solo una plataforma de difusión, también es una amplia plataforma de escucha. Cualquier persona que recabe 5.000 firmas en línea puede iniciar un debate público.
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Internet no es solo una plataforma de difusión, también es de escucha (…) Eso llevó al presidente del Parlamento a decir que había que seguir ideas del pueblo porque eran mejores que las de los diputados
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Guau.
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Convertimos el modelo de Taiwán en algo parecido a un motor geotérmico. Cuanto más conflicto hay, más energía para la cocreación. Así que, en lugar de alejarnos del conflicto, como si apagáramos un incendio, nos gusta el magma. Por ejemplo, en torno a la igualdad matrimonial, hay debates muy acalorados. Una parte dice que las personas que se casan deben tener los mismos derechos y obligaciones. El otro bando dice que no se debe romper el linaje familiar. Y entonces legalizamos el terreno común, mostrando que es posible que las personas se casen y disfruten de mejores derechos, pero que sus familias no formen vínculos de parentesco. Y así, este tipo de modelo de co-creación geotérmica se convirtió en una filosofía generalizable.
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¿Refuerza ese método la confianza de los ciudadanos en los políticos?
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En seis años, la tasa de aprobación pasó del 9% a más del 70% con la presidenta Tsai Ing-wen. Así es como reconstruimos la confianza a través de una amplia escucha y la democracia digital.
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En pleno siglo XXI, ¿hay democracia real sin Internet?
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En Taiwán, el Internet de banda ancha es un derecho humano. Tanto si estás en lo alto de las montañas como en las islas, tu acceso a la red está garantizado. Internet permite la formación de comunidades muy unidas más allá del ámbito físico hiperlocal inmediato. Antes, si tu preocupación no era compartida por tus vecinos era muy difícil encontrar tu voz para conectarte a una comunidad a través de la distancia. Pero ahora, con Internet, puedes formar una comunidad que no se define por la proximidad en kilómetros, sino por la proximidad de valores compartidos. Y creo que esto es realmente la base de la democracia en el siglo XXI.
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Internet permite formar una comunidad que no se define por la proximidad en kilómetros, sino por la proximidad en valores compartidos
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¿Se podria exportar ese modelo a España?
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Sí.
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¿Qué pasos son necesarios para ello?
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Se necesitan dos cosas. La primera es el compromiso a escuchar a la gente. Sería tan sencillo como buscar puntos en común en la red y añadirlos en el orden del día de cada reunión del ayuntamiento. La segunda es que haya una urgencia compartida por la transparencia. Por ejemplo, en Taiwán había un problema con Uber con el que tanto las personas que están a favor de la economía colaborativa como las que piden mejores condiciones laborales veían la necesidad de llegar a un entendimiento común. Ese tipo de urgencia compartida existe en temas como el clima, en la vivienda o en la inmigración. Hay un sinfín de cuestiones en las que la gente quiere claridad.
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¿Cómo desplegarlo sin ampliar la brecha tecnológica entre jóvenes y mayores?
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Como pasa con herramientas locales como Decidim, el objetivo es ampliar la participación sin sustituir las reuniones presenciales, donde se establece una verdadera relación entre personas con diferentes opciones políticas. Es lo que llamo tecnocomunitarismo: no se trata de que la gente se adapte a la tecnología, sino de poner la tecnología al servicio de la comunidad.
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Ha asesorado a Gavin Newsom en California y a Japón. ¿Le han pedido consejo desde España?
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Sí, he mantenido muchas conversaciones con organizaciones de la sociedad civil. Y, ahora que estoy en Barcelona, tengo muchas ganas de trabajar más con los líderes locales que quieren probar este método.
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Tengo muchas ganas de trabajar más con políticos y organizaciones de Barcelona que quieren probar este método
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China amenaza con invadir Taiwán, isla que reclama como propia. ¿Estamos cerca de ese escenario?
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Taiwán ha sido, durante los últimos 12 años, el principal objetivo mundial en lo que respecta a los ataques de polarización. No se trata de desinformación, los atacantes encuentran una división social real y amplifican los extremos. Ya lo vimos con la pandemia.
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Hemos aprendido que desmentir los rumores no funciona en ese caso, porque no se trata de algo estrictamente falso. Así que, en lugar de refutarlos, necesitamos desmentirlos de antemano utilizando lo que se denomina «humor sobre el rumor». En Taiwán recurrimos a los memes para desacreditar esos ataques y realmente calmó la conversación. Si se ríen de ello, ya no pueden volver a caer en la polarización. Les vacuna. Este enfoque ya se está replicando fuera de Taiwán.
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Taiwán recurrió a los memes para desacreditar los ataques de polarización y calmó la conversación. Reír te vacuna (…) Pero aunque consigamos despolarizar los conflictos, si las democracias del mundo retroceden hacia el autoritarismo, Taiwán no podrá sobrevivir
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Ha pasado de ser Ministra Digital a Ciberembajadora. ¿Qué dejó en el tintero que le habría conseguido lograr?
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No creo que haya nada en particular en Taiwán que me gustaría haber resuelto en mi época, porque tengo una gran fe en el pueblo, como superinteligencia, para que los conflictos que se avecinan puedan resolverse.
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Ahora bien, ninguna democracia es una isla, ni siquiera Taiwán. Así que, aunque consigamos despolarizar todos los conflictos y convertirlos en energía, si las democracias de todo el mundo retroceden hacia el autoritarismo, Taiwán no podrá sobrevivir. Por eso estoy recorriendo el mundo, para difundir esta idea de la despolarización a través de la cocreación.
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Audrey Tang, exministra digital de Taiwán y líder mundial en software libre. / Ferran Nadeu
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Meredith Whittaker, presidenta de Signal, ve la IA generativa como otra herramienta de vigilancia de las grandes tecnológicas. ¿Coincide?
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Sí, yo distingo entre IA adictiva y la asistida. La primera, sitúa al humano en un bucle, como un hámster en una rueda. El hámster puede sentirse muy bien porque realmente necesita hacer ejercicio, pero no tiene control sobre hacia dónde va. En realidad, no va a ninguna parte. El único resultado real es un mayor polarización. En un régimen capitalista de vigilancia, el diseño de la IA maximiza la participación mediante la indignación porque así puede extraer más datos.
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En un régimen capitalista de vigilancia, el diseño de la IA maximiza la participación mediante la indignación porque así puede extraer más datos
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Aun así, desde Silicon Valley se pregona la idea de una hipotética superinteligencia superior a los humanos.
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Creo que eso se debe a la falta de imaginación. Esa idea es como tener un coche que solo tiene un pedal para acelerar y un freno. Lo que haría sería abocarnos al precipicio. Los aceleracionistas y los que ven el fin del mundo en la IA dan buenos titulares, pero, para mí, la parte importante del coche es el volante. Y ese debe estar en manos de todos. Nosotros, las personas, ya somos la superinteligencia.
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Pero también hay una IA positiva, como la utilizada por Taiwán para recopilar opiniones de los ciudadanos y que los políticos actúen en consonancia.
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La IA de asistencia puede ayudar a las comunidades a comunicarse mejor, a construir relaciones saludables tendiendo puentes entre las personas. Nuestro algoritmo permite resumir los temas planteados por los ciudadanos para que puedan ver los puntos que tienen en común con gente muy diferente sin tener que leer todos los artículos. Es un proyecto de código abierto que se ejecuta en tu ordenador, así que no dependemos de la nube. En este tipo de infraestructura autohospedada, realmente no hay forma de que nos volvamos adictos.
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Audrey Tang, ciberembajadora de Taiwán, conversa con Carles Planas Bou, periodista tecnológico de EL PERIÓDICO. / Ferran Nadeu
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¿Es código abierto el mejor aliado de esta nueva democracia?
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Por supuesto, porque permite llevar el software de un uso centralizador o colonizador a otro que empodera. Pero por sí solo no es suficiente. Hace tiempo que hay alternativas a las redes sociales privadas como Mastodon o Bluesky. El problema para la mayoría de personas es que si cambian de una plataforma propietaria a una de código abierto pierden su comunidad. En Taiwán, la ley exige que si cambias de una compañía de telecomunicaciones a otra porque ofrece mejor recepción en tu zona no pierdes tu número. Necesitamos eso para las redes sociales y también para los servicios de IA.
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La UE ya está tratando de impulsar esa interoperabilidad.
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Sí, la Ley de Mercados Digitales lo hace para las apps de mensajería instantánea y ahora se estudia ampliarla a las redes sociales y, con suerte, también a la IA.
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