La ilustradora maliayesa que moderniza los cuentos de hadas desde Salzburgo expone obra en Avilés
En este cuento, Caperucita es ecologista, conoce a un lobo tímido y lucha por salvar el bosque contra un alcalde sin escrúpulos que quiere talarlo para construir un centro comercial. La madrastra, en este otro, envía a Blancanieves a un casting que no le interesa y que no quiere ganar, porque esta Blancanieves no quiere ser princesa… Detrás de estas y otras versiones muy originales de los clásicos del cuento de hadas están las cuatro manos que comparten la escritora austriaca Petra Piuk y la ilustradora asturiana Gemma Palacio, maliayesa afincada en Salzburgo (Austria), publicista, diseñadora y creadora vocacional que acabó por hacerle caso a su instinto artístico hasta conseguir vivir del arte.
[–>[–>[–>Especializada en el libro infantil y juvenil, los cuentos reacondicionados son sólo una muestra de un trabajo que ha publicado en cinco idiomas –pronto se añadirá el chino al español, el alemán, el francés y el italiano– y que tiene en rampa de lanzamiento el “reto enorme” de publicar en 2026 un proyecto íntegramente propio con textos y dibujos suyos. Hace unos días que ha vuelto a casa por Navidad cargada con parte de su obra, que se expone hasta el 1 de febrero en la Ventana de la Factoría Cultural de Avilés.
[–> [–>[–>Para el ciclo “La ilustración y sus procesos”, que comisaría la ilustradora Raquel Lagartos y se asoma a la cocina del proceso creativo del dibujante, la artista ha elegido una muestra de “bocetos y pruebas”, de tests y ensayos que van a dar a una de sus creaciones preferidas, la portada del libro “Orlando no puede ir al cole”, publicado en la icónica colección “Barco de vapor” de la editorial SM. Podría ser la suya también, de algún modo, una carrera de ensayos y pruebas que desde hace once años han encontrado su lugar en el ecosistema propicio de la patria querida de Mozart. Palacio vio indicios de que en Salzburgo, una ciudad que salvando distancias de frío y luz invernal se le parece “mucho a Asturias”, se daban condiciones favorables de “apoyo al artista”, o de “poder combinar la creación con un trabajo a tiempo parcial”. También es un entorno evocador para reinterpretar cuentos de hadas.
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Portada del libro «Orlando no puede ir a la escuela». / G. P.
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Hasta llegar hasta aquí, sin embargo, la carrera revirada de Gemma Palacio (Villaviciosa, 1985) dio unas cuantas vueltas y pasó por un puñado de cambios de entorno geográfico y ocupación profesional. Estudió Publicidad en Pontevedra con un curso de Erasmus en los Abruzos italianos y se formó en diseño en Madrid. Volvió a Italia para trabajar como diseñadora en la Toscana y regresó primero a Madrid y luego a Asturias hasta que cerró la empresa para la que trabajaba y un voluntariado europeo le abrió una puerta imprevista en Salzburgo.
[–>[–>[–>Mientras absorbía su nuevo destino colaborando con una pequeña ONG que apoya a emprendedores en el desarrollo de aplicaciones digitales –el Centro Internacional para Nuevos Medios, ICNM por sus siglas en inglés– dentro de ella seguía creciendo un impulso que siempre había estado ahí. “Mis padres nos apuntaron a mi hermana y a mí a clases de pintura con seis años” y ellas siguieron hasta los dieciocho. Gemma aún puede nombrar algunas de las profesoras que las impartían, a Tere Collada, que fue la primera, y a Rosana Elías, que se hizo cargo cuando pasaron al Ateneo Obrero de Villaviciosa. Aunque estudiase o trabajase en otras cosas, “el dibujo y la pintura siempre estaban conmigo, ahí, en la recámara, demostrando que el arte es una herramienta muy útil para procesar, gestionar, acompañarte…”
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Una de las creaciones de Gemma Palacio. / G. P.
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Poco a poco, de manera muy orgánica y natural, también había ido “descubriendo y amando el álbum infantil”, el universo de la ilustración dirigido al “más complejo” de todos los públicos posibles, y ya hace unos cinco años que se dedica en exclusiva a esto. “No es nada fácil”, bien mirado lo suyo “se parece más a una lucha constante”, pero los retornos compensan. Por “Josch, la rana rey”, otro de los volúmenes de los cuentos tradicionales reinventados, le concedieron el premio nacional austriaco al libro infantil en 2024 y el libro pronto será traducido al chino.
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[–>Ha elaborado las ilustraciones de promoción de las obras del programa infantil y juvenil del prestigioso Festival de Salzburgo, los “Festspiele”, y 2026 viene, queda dicho, con su primer proyecto de libro con “letra y música” suyas. “Por primera vez voy a escribir y dibujar yo, algo que no había hecho nunca”, señala la ilustradora con una ilusión que se mezcla con el “respeto”. Será una publicación en alemán dentro de un proyecto educativo que patrocina el Ayuntamiento de Salzburgo y que entregará uno de sus libros a cada niño que empiece el colegio a los seis años. “Este año tengo ese reto, este año me toca hacerlo”.
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