La Navidad de la dignidad
Sin más ni más, últimamente se ha establecido un campeonato a modo de olimpiada en la iluminación navideña de las ciudades y pueblos. Una maravilla artística de luces, formas y colores. Impresionan y admiran los millones de puntos de leds que suman en los múltiples variados adornos que cuelgan por nuestras calles que incluso han incentivado el turismo de invierno. Vigo con más de 12 millones de diodos se lleva la palma y ha sido pionera en estos decorados navideños. En Gijón, según informaciones, nos quedamos en 5,3 millones, aumentando cada año. Lo que más sorprende a una gran parte del pueblo sencillo y soberano son las dibujos abstractos. Parece el festival de la geometría. Se salvan la estrella y los Magos y en el Campo Valdés, ¡gracias! Son los protagonistas de la Navidad cristiana, que es la que siempre, durante siglos, celebramos: María, José y el Niño. Se les ve un poco solos. Les vendría bien la compañía de los pastores con los corderos al hombro y la cesta «con manteca y miel». Son los que singularizan lo que festejamos: no el solsticio de la luz, sino el amor, la fraternidad y la solidaridad que se nos manifestó en ese Niño-Dios que, asumiendo nuestra naturaleza humana, nos hace iguales y eleva nuestra dignidad. Naciendo en un portal nos obliga a mirar a los pobres y necesitados. Por eso, nosotros, por la Navidad, en una mano la pandereta y en la otra la ayuda generosa.
[–>[–>[–>Nos lo recuerda Caritas con su campaña: «La Navidad de la dignidad». Se malogra cuando no la reconocemos y luchamos por la de los demás. Dios nos hace hermanos. Tener una vida digna es acceder a los derechos humanos, gozar de paz y seguridad, disfrutar de un hogar, valerse por un empleo o profesión, desarrollarse con una buena educación, proteger la salud con una buena sanidad. Este el código que todos debieran poder compartir, no por suerte ni por azar, sino por mera humanidad.
[–> [–>[–>El tiempo que toca vivir nos marca una agenda de nubes grises. El reciente informe Foessa nos constata un panorama poco alentador en el que la soledad, la vivienda, el empleo precario y la inmigración se han convertido en el talón de Aquiles de esta sociedad fragmentada obligada a dedicar más tiempo a la crispación y al conflicto que a gestionar el bien común y buscar solución a sus problemas. Caritas no desespera. En su lema nos dice que «Mientras haya personas, hay esperanza». Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de aportar un gesto, una iniciativa de fraternidad y solidaridad.
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Cuenta la organización eclesial con muchos voluntarios en las diócesis españolas, 72.447. En Asturias aumenta el número de jóvenes que arriman el hombre por los demás. El voluntariado es una fuerza que contribuye al cambio social, mejora la vida de las personas y promueve la justicia equitativa. Los ciudadanos cristianos, porque Dios se hecho hombre y viene a restaurar la humanidad, colaboramos con Caritas en hacer posible «La Navidad de la dignidad».
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