La UE quiere cambiar su relación con China y evitar el modelo Chery de Barcelona
Europa necesita redefinir su relación con China. El giro estratégico que plantea Bruselas pasa por apostar por el ‘Made in Europe’, limitar la dependencia de componentes baratos procedentes de Pekín aunque se ensamblen en territorio europeo, y aprender de las técnicas industriales chinas para aplicarlas a largo plazo. «La relación de la UE con China se encuentra en medio de la nada, y hay que definirla. Es necesario ser mucho más inteligentes en la relación con China», explicó Stéphane Séjourné, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Prosperidad y Estrategia Interior, en un encuentro con un reducido grupo de medios españoles, entre ellos EL PERIÓDICO, esta semana en Estrasburgo, coincidiendo con el inicio del curso político europeo.
El ejemplo más cercano es Chery. La multinacional china firmó en abril de 2024 un acuerdo con EV Motors —propietaria de Ebro y BTech— para producir automóviles en la antigua planta de Nissan en la Zona Franca de Barcelona. Séjourné, que tomó posesión de la cartera de mercado interior hace un año, advirtió que su estrategia dista de este modelo. «El modelo que vemos en España a menudo no es un buen modelo, no da crecimiento a nuestras empresas en términos de producción», señaló.
El comisario subrayó que el problema no es la inversión en sí, sino el tipo de inversión, de carácter cortoplacista y con escasa aportación cualitativa. «La solución no pasa por mantener los aranceles, pero tampoco por que haya, por ejemplo, una fábrica a las afueras de Barcelona en la que se ensamble un coche con todos los componentes chinos: eso genera empleo de baja calidad y no supone ningún valor añadido a la industria europea», criticó.
Idilio Barcelona-Pekín
La operación de Chery en Catalunya no es única en el mundo pero es emblemática a nivel europeo. La automovilística asiática opera en más de 80 mercados y lleva 22 años consecutivos como la marca china que más vende a nivel internacional. Este verano, durante la visita oficial a China del president de la Generalitat, Salvador Illa, la compañía anunció la apertura de un centro de investigación y desarrollo en Cornellà de Llobregat. Con una superficie de 2.000 metros cuadrados, las nuevas oficinas estarán operativas a partir de este otoño.
Con tantas expectativas, la crítica del comisario cae como un jarro de agua fría y muestra las dos caras de una misma moneda: por un lado, la generación inmediata de actividad económica y empleo; por otro lado, la preocupación por la calidad de esos puestos y por el verdadero grado de transferencia tecnológica. En la visión expuesta por la Comisión, el modelo Chery ejemplifica lo que se quiere evitar: instalaciones que ensamblan sin fortalecer las cadenas de suministro europeas ni aportar valor a largo plazo. El debate que genera tendrá consecuencias directas en países como España.
Menos aranceles, más estrategia
El cambio de modelo que promueve el Ejecutivo europeo implica ir más allá de la lógica de la guerra comercial. La UE ha replicado en parte el enfoque de EEUU imponiendo aranceles a Pekín, una estrategia que Donald Trump ha intensificado desde su regreso a la Casa Blanca. Pero en Estrasburgo se reconoce que esa política resulta insuficiente. Desde la Comisión sostienen que esa posición reactiva no genera ventaja competitiva: hace falta una estrategia industrial y geopolítica más ambiciosa.
Una forma de ir más allá de aranceles sería condicionar el acceso al mercado europeo a que se utilicen materiales de origen europeo o incluso local, para garantizar un valor añadido a la industria autóctona. El objetivo es construir una relación con China menos reactiva y más enfocada a fortalecer las capacidades propias de la UE en sectores críticos.
Chery Factory in China Economia Chery / CHERY / Europa Press
‘Made in Europe’
La propuesta de Séjourné es ser más ambicioso diplomáticamente. «Mi idea es centrarnos en una revisión de nuestros acuerdos con China«, afirmó. Entre los puntos clave figura la «transferencia de competencias» en sectores estratégicos como las baterías, junto con «obligaciones de producción» que aseguren que las empresas europeas funcionen con un porcentaje sustancial de componentes fabricados en el continente. El comisario fijó una referencia: «Un 60% de componentes europeos en los automóviles».
La intención no es frenar la inversión china, sino condicionarla para que contribuya al desarrollo industrial europeo. Séjourné recordó que China utilizó esa misma lógica en el pasado. «Lo hicieron con Francia en las nucleares y ahora son ellos los que exportan energía nuclear por el mundo. No veo por qué no haríamos nosotros también eso», señaló. La lección, según la Comisión, es que las transferencias tecnológicas y las obligaciones de producción pueden transformar la inversión extranjera en un motor de capacidad industrial local, y no solo en fábricas de ensamblaje.
En términos prácticos, las propuestas que maneja la Comisión incluyen cláusulas contractuales que obliguen a un contenido local mínimo, la exigencia de cooperación en investigación y desarrollo en los centros instalados en Europa y reglas específicas para sectores sensibles como las baterías y los semiconductores.
En plena semana del discurso sobre el estado de la Unión de Ursula von der Leyen, Bruselas dejó clara su intención de transformar la relación con China en clave estratégica: menos dependencia y más reciprocidad. La industria automovilística se coloca en el centro del debate sobre soberanía industrial. Europa quiere seguir abierta a la inversión, pero bajo nuevas reglas que conviertan el capital extranjero en desarrollo propio.
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