Las amenazas de Trump impulsan a Europa a reducir su dependencia tecnológica de Estados Unidos
A principios de año, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional y encargado de investigar los crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza, Karim Khan, perdió el acceso a su correo electrónico. Su incomunicación no fue fortuita. Donald Trump había ordenado a las empresas de Estados Unidos cortar sus servicios al abogado británico en represalia por haber dictado un decreto de arresto contra el primer ministro israelí Binyamín Netanyahu. Y Microsoft acató.
El episodio ha vuelto a disparar las alarmas en Europa sobre la profunda dependencia que gobiernos, empresas y ciudadanos del Viejo Continente tienen de los gigantes tecnológicos y cómo Trump puede explotar esa debilidad estratégica para coaccionar a su histórico aliado en un contexto de feroz guerra comercial. Como ha dicho advertido recientemente el primer ministro canadiense Mark Carney, «EEUU está empezando a monetizar su hegemonía».
La debilidad europea se evidencia en su infraestructura digital, en particular de la computación en la nube, el alma de internet. Amazon, Microsoft, Google y un reducido grupo de operadores estadounidenses de gran escala como Oracle y IBM controlan el 72% del mercado europeo, crucial para la ejecución de programas informáticos y la gestión de todo tipo de datos. La cuota del mayor proveedor europeo, la francesa OVHcloud, no llega al 2%.
¿Cambio de mentalidad?
Esta falta de soberanía tecnológica persigue a la Unión Europea desde hace más de una década. Las filtraciones de Edward Snowden en 2013 —que reveló el programa de vigilancia masiva de EEUU— y el impacto del covid en 2020 ya ilustraron que la falta de autosuficiencia tecnológica puede salir muy cara. Más aún si se tiene en cuenta que los datos europeos fluyen hacia Washington, donde las fuerzas del orden pueden acceder a ellos, lo que ha impulsado denuncias por violación de la privacidad.
Desde entonces, en Europa se ha ido gestando a fuego lento un cambio de mentalidad que busca reducir esa dependencia. El temor a que Trump pueda explotarla para imponer su agenda a Bruselas no ha hecho más que acelerar la adopción de iniciativas para que el sector público europeo corte los lazos que lo atan a Silicon Valley. Incluso el llamado Informe Draghi, brújula de la Comisión Europea en materia de competitividad, pide «mejorar la infrastructura tecnológica y reducir las dependencias» de la UE.
Iniciativas soberanas
A mediados de junio, las dos mayores ciudades de Dinamarca, Copenhague y Aarhus, anunciaron que dejaban de utilizar Microsoft Office —aplicaciones del gigante estadounidense como Word o Excel— para apostar por la alternativa de código abierto LibreOffice. El Ministerio de Asuntos Digitales tomó la misma decisión, citando el riesgo asociado a la dependencia tecnológica. «Demasiada infraestructura digital pública está actualmente vinculada a muy pocos proveedores extranjeros. Esto nos hace vulnerables», advirtió la ministra, Caroline Stage Olsen. Trump ha amenazado reiteradamente con tomar el control de Groenlandia, nación semiautónoma que forma parte de Dinamarca.
La tendencia se está extendiendo. El Parlamento de Países Bajos aprobó en marzo la creación de una nube digital soberana. En junio, la ciudad francesa de Lyon y el estado alemán de Schleswig-Holstein también han dado la espalda a Windows para apostar por el sistema operativo de código abierto Linux. En el caso teutón, además, se cortan los lazos con Azure, los servicios de nube de Microsoft, para contratar los de un proveedor europeo. Suiza, por su parte, obliga a hacer público el funcionamiento del software desarrollado por las autoridades.
Apuesta por el software libre
Los expertos que abogan por el software libre remarcan que su adopción no solo ayudaría a reducir la dependencia de los gigantes de EEUU, sino que dotaría a los ciudadanos de más capacidad de decisión. «El código abierto es más habitable porque todo el mundo puede verlo, modificarlo y distribuirlo», explica Marta G. Franco, autora de Las redes son nuestras, que advierte de no alimentar la concentración de poder en empresas europeas. «Eso permite que sea interoperable, que podamos asegurarnos de que no tiene puertas traseras para explotar los datos de los usuarios y que se puedan crear sistemas descentralizados más resistentes».
Más allá de los gobiernos, el rechazo a las Big Tech estadounidenses también se aprecia en el creciente uso de Linux. Aunque sigue siendo minoritaria, su cuota de mercado en Europa ha pasado de un 3,1% en noviembre de 2024, cuando Trump ganó las elecciones presidenciales en EEUU, al 4,6% actual, sus mejores registros históricos, según datos de Statcounter. Jonathan Bryce, director ejecutivo de OpenInfra Foundation, ha explicado en declaraciones a The Register que el interés en proveedores de nube europeos de código abierto «ha experimentado definitivamente un gran aumento».
Ante esa tendencia, Microsoft, Amazon y Google han tratado de calmar los ánimos ofreciendo soluciones de nube «soberana» que permitirían a los clientes gubernamentales tener un mayor control de sus datos. «La Comisión Europea habla desde hace tiempo de soberanía, así que han visto que el mercado va por ahí y han adaptado su marketing», valora Franco.
Mientras tanto, España va en la dirección contraria. Microsoft anunció el año pasado que cuadruplicará su inversión en el país, alcanzando casi 2.000 millones de euros, un acuerdo con La Moncloa que profundiza la independencia española de su cloud y sus servicios de inteligencia artificial. Aunque en Catalunya la administración pública también va de la mano de Microsoft, iniciativas como la impulsada por la plataforma de derechos digitales Xnet están logrando que el software libre empiece a ganar terreno a Google en algunas escuelas.
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