Las criptomonedas y el mundo que viene
Imagen de un bitcoin. / EFE/EPA/SASCHA STEINBACH
Esta semana podrá ser conocida en el futuro no solo como la Cryptoweek, a causa de las tres leyes aprobadas por la Cámara de representantes de EEUU que regulan las criptomonedas, sino también como aquella en la que el Bitcoin (BTC), la principal, con un 60% del mercado entre las 18.000 criptomonedas activas, ha llegado a un máximo histórico de valoración de 120.000 dólares, que se ha mantenido estable en los últimos días y que confirma el ascenso de más del 30% en 2024 y de más de un 64% desde el día en que Trump ganó las elecciones americanas. Esta es una cifra mágica que los expertos prevén que puede llegar a los 200.000 dólares a finales de año y al millón en 2033.
Las criptomonedas nacieron como tales, como un dinero «virtual», en 2008, a partir del concepto de la tecnología Blockchain (cadena de bloques) de código abierto para montar un sistema sin dependencia de un registro central basada en pruebas criptográficas y en el acuerdo entre dos partes sin la necesidad de un tercer actor financiero. No las emite un país, no tienen soporte físico y no se puede pagar con ellas, aunque en 2021 El Salvador decretó el Bitcoin como moneda de curso legal. A lo largo de su corta historia se han caracterizado, en los inicios, como un proyecto calificado por algunos como «anarcocapitalista» o «libertario», sin normas ni autoridades ni regulación, a medio camino de un futuro distópico y de una cierta sensación de estafa, puesto que desde la primera punta de valoración (en 2017: 18.674 dólares) hasta hoy, el Bitcoin ha experimentado un auténtica montaña rusa de subidas y caídas, con descensos vertiginosos y ascensos no menos llamativos.
La volatilidad ha sido la norma. Hasta el momento, por lo que parece. En muy poco tiempo, y en buena medida, por la irrupción en escena de Donald Trump y por el afán de los Estados Unidos en controlar y regular el mercado, pero también por la apuesta de grandes gestoras de fondos internacionales (como BlacRock, por ejemplo, que ya acumula 700.000 bitcoins sobre un total estimado de 21 millones de monedas) que están convirtiendo lo que se percibía como una mera apuesta especulativa en un activo financiero a largo plazo. El mismo Trump, en su primer mandato, hablaba de los bitcoins como de «un valor basado en el aire». En la última campaña electoral, y en los primeros meses de su mandato, no solo se ha visto apoyado por inversores en criptomonedas sino que él mismo, sus propias empresas, han entrado decididamente en el negocio.
La volatilidad de que hablábamos ha derivado hacia alzas que están más acorde con una inversión controlada, una especie de puesta de largo o ejercicio de madurez del sistema, que empieza a ser atractiva de verdad en los grandes mercados. De aquí, la triple regulación legislativa americana, que sienta las bases de un nuevo orden económico internacional. La respuesta europea se dio en diciembre de 2024 a partir del Reglamento sobre Mercados de Criptoactivos, con la normalización de garantías para los consumidores y obligaciones para los operadores, pero sigue en el aire la creación de un «euro digital» para hacer frente a las divisas digitales americanas. Estamos hablando de un entorno global en el que la iniciativa estadounidense, a nivel institucional y comercial, puede acabar afectando la estabilidad del propio sistema.
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