Levantarse sabiendo que no debes nada a nadie…
«Te quitas de un plumazo la hipoteca de 30 años, te cambia la vida», asegura el hostelero José Antonio Amago, de Cangas del Narcea, que en 1993 vivió como su padre, Luis Amago, al frente del bar Modesto, repartió muchos millones de las antiguas pesetas entre sus parroquianos con el primer premio del sorteo del Niño. Él mismo llevaba un décimo premiado, aunque compartido con su socio en ese momento en el bar El Caniecho, del que continúa al frente.
[–>[–>[–>«A muy poca gente le tocó íntegro porque se jugaban sobre todo participaciones y muchos décimos compartidos», asegura. Fue su caso. No obstante, el pellizco que se llevó le ayudó a pagar el piso que se acababa de comprar. «La vida siguió igual, pero es verdad que no es lo mismo levantarte sabiendo que no debes nada a nadie que con una hipoteca», confiesa Amago, que cree que la mayoría de los agraciados invirtieron en vivienda y también en coches de una gama superior al que tenían. «Pero en el día a día no se hizo nada extraordinario, conozco a muchos agraciados y en la mayoría de los casos la vida siguió igual para todos».
[–> [–>[–>La administración de lotería
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La administración de lotería Gil de Cangas del Narcea vendió 28 series de ese premio. La mitad se repartió desde un bar de San Antolín de Ibias y la otra mitad en el de Cangas del Narcea. Fueron más de 10.000 millones de las antiguas pesetas, unos 60 millones de euros. «Es una emoción enorme, es el máximo premio que podemos dar, en aquel caso fue muy repartido entre los dos concejos, una gozada», asegura la lotera Carmen Menéndez, que entonces aún estaba estudiando, pero que vivió la emoción del momento con sus padres, Gil Menéndez y María Elena Mathé. «La gente de aquí tiene especial predilección por El Niño, fue un día memorable», cuenta Menéndez, que asegura que aún sigue vendiendo lotería a premiados de 1993.
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