los 4 dilemas de la CDU y el SPD

El líder de los conservadores alemanes, Friedrich Merz, espera obtener entre el lunes y el miércoles la luz verde definitiva al pacto de Gobierno que le convertirá en el nuevo canciller de la República Federal de Alemania (RFA). Necesita para ello la ratificación tanto de la Unión Cristianodemócrata (CDU), su partido, como de los socialdemócratas del canciller saliente, Olaf Scholz.
Será, de materializarse, la quinta alianza entre los dos partidos que se han alternado el poder en Alemania desde la fundación de la RFA. La CDU debe dar luz verde este lunes, en un congreso de formato reducido, a un pacto cuyos puntos fuertes son el rearme, la reactivación económica y la línea dura migratoria. Las bases del Partido Socialdemócrata (SPD) tienen hasta la medianoche del miércoles para darle o no su respaldo, en una consulta entre sus 358.000 militantes. La futura alianza confronta a ambos bandos dilemas, en medio de la erosión precipitada por el auge de una ultraderecha que, según los sondeos, podría ser la primera fuerza, de convocarse nuevas elecciones. A continuación, los principales desafíos.
La Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), hermanada a la CDU, no se anduvo con rodeos y ratificó sin debates el pacto de coalición al día siguiente de anunciarse el acuerdo entre los partidos implicados. Pero Merz necesita exhibir cohesión y liderazgo en la CDU. Han discurrido seis meses desde el hundimiento de la coalición de Scholz con verdes y liberales y dos desde las elecciones que ganó la CDU/CSU con ocho puntos de ventaja sobre la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
De esa situación se ha pasado al empate en los sondeos, con tendencia alcista para los ultras. Una parte del bloque conservador anima a ‘normalizar’ las relaciones con la AfD como oposición parlamentaria. Merz se propone dar un giro más derechista a su partido y recuperar base electoral absorbida por los ultras. Se presenta como el líder que Alemania y Europa necesitan frente a la deriva de EEUU con Donald Trump. Si nada se tuerce, se someterá a la elección parlamentaria como canciller el 6 de mayo. Sus primeros pasos, inmediatamente después, se orientarán hacia la restauración del eje franco-alemán, maltrecho por la falta de química entre Emmanuel Macron y Scholz. Polonia, su otro gran vecino europeo, será su siguiente objetivo.
Antes aún de tener listo su pacto de coalición, Merz había dado marcha atrás en una de sus promesas en campaña y accedió a liberar el gasto en defensa del sacrosanto freno a la deuda. Con ello se pretende poner al día al Ejército de un país que durante décadas mimó su poderío económico pero se comportó con timidez en lo militar. Scholz había dado un primer paso en 2022, recién iniciada la invasión rusa de Ucrania, con la llamada ‘Zeitenwende’ -tiempos de cambio-.
Se creó un fondo especial de 100.000 millones de euros en Defensa. Alemania se convirtió en el primer contribuyente europeo a la ayuda militar a Ucrania, incluidos sus sistemas de defensa ‘Patriot’. Pero el Ejército propio sigue en mantillas. «Alemania necesita tantos ‘Taunus’ como sea posible. Y los necesitamos para nosotros», afirmó hace unos días el líder de la CSU bávara, Markus Söder, en alusión a los misiles balísticos con capacidad de alcanzar objetivos a 500 kilómetros. Scholz se negó a suministrar este armamento a Kiev, ante el temor de que eso convirtiera a Alemania en parte del conflicto. Merz, quien reprochó a Scholz esta actitud, no aclara ahora si como canciller dará luz verde a su entrega a Ucrania.
El Partido Socialdemócrata (SPD) entrará previsiblemente en su siguiente coalición bajo liderazgo conservador, la quinta tras una fugaz experiencia entre 1966 y 1969 y las tres de la ‘era Angela Merkel’, degradado a tercera fuerza parlamentaria. Se mantendrá así como partido con responsabilidad de Gobierno, tras los tres años de legislatura fallida de Scholz con los verdes y los liberales. Esta posición no le garantiza precisamente una regeneración. Del 40 % de los votos que obtuvo en 1998, en la primera victoria de Gerhard Schröder, había caído al 34 % en 2005 con el ascenso de Merkel al poder para bajar luego al 23 % y al 20 % en las legislaturas siguientes. Scholz accedió a la cancillería con un 25 %.
Pero en las elecciones del 23 de febrero cayó a su mínimo histórico, un 16,4 %. La crisis del SPD no se mide únicamente en su caída de votos, sino también por su búsqueda desesperada de remedios en la cúpula: desde 2002, con Schröder en el poder, el SPD ha conocido diez relevos en su presidencia. Scholz se retirará como canciller para pasar a diputado raso. El hombre fuerte del SPD actual no es ninguno de los dos co-presidentes, Lars Kingbeil y Saskia Esken, sino el ministro de Defensa, Boris Pistorius, quien previsiblemente repetirá en el cargo.
La línea dura en materia migratoria será un hueso difícil de roer para muchos socialdemócratas, aunque hay consenso en cuanto a la voluntad de reducir la inmigración irregular. Pero desde las filas conservadores se empezaron ya a matizar los objetivos pactados en cuanto al aumento del salario mínimo interprofesional -de los 12,8 euros actuales por hora trabajada a los 15 euros-, así como a mejoras en las jubilaciones y ayudas a la familia. Es decir, los caballos de batalla del SPD y los aspectos en los que quieren defender su sello para actuar de dique de contención frente a los temidos recordes en una Alemania que, según todos los pronósticos, seguirá sin levantar cabeza. La primera economía europea cerró 2024 en recesión, por segundo año consecutivo. Y para 2025 se espera un crecimiento nulo -0,0 % del PIB, según últimos los pronósticos del agónico Gobierno saliente de Scholz. La culpa ahora ya no es la crisis energética, sino los aranceles de Donald Trump.
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