Los agentes de inteligencia artificial en medicina que te podrás encontrar en la consulta: la revolución que llega
Amalio Telenti es director ejecutivo de Trail Biomed, una empresa de biotecnología suiza. En 2023 recibió el I Premio de Salud de LA NUEVA ESPAÑA. Recientemente ha sido reconocido como uno de los científicos más citados del mundo (Clarivate 2025)
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Con motivo de los galardones de Salud de LA NUEVA ESPAÑA a la doctora María Neira y al doctor Fernando López, representantes de la gran visión en salud pública y de la excelencia en la práctica clínica, comparto una reflexión sobre la transformación de la medicina por la inteligencia artificial, con la esperanza de que el ejemplo de los premiados perdure en este nuevo mundo.
[–>[–>[–>¿Quién no se ha frustrado al ver al médico escribiendo en el ordenador durante gran parte de la consulta?
[–> [–>[–>¿Qué médico no se siente abrumado por la cantidad de documentación que exige hoy el ejercicio de la medicina?
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La consulta con tiempo, contacto visual y empatía es, cada vez más, un lujo.
[–>[–>[–>La medicina se encuentra ante una transformación impulsada por el desarrollo de agentes inteligentes basados en IA: sistemas capaces de escuchar en la consulta y transcribir la información a la historia clínica, analizar los síntomas y los datos diagnósticos, buscar información pertinente, validar decisiones, redactar documentos administrativos y asegurar su transmisión. Pueden actuar como asistentes o funcionar de forma autónoma para apoyar a los profesionales de la salud.
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En Estados Unidos, los escribas IA, los agentes que escuchan y transcriben, se utilizan actualmente en 30 por ciento de las consultas médicas y su adopción está creciendo. Los estudios sugieren que los escribas IA pueden reducir el tiempo de documentación entre un 20 y un 30 por ciento. Comprender qué son, cómo funcionan y qué implicaciones tienen es esencial. Paradójicamente, estos instrumentos artificiales representan la esperanza de rehumanizar la consulta y aliviar la presión sobre sistemas sanitarios saturados. También ofrecen oportunidades para llevar apoyo especializado a zonas con menor dotación asistencial.
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[–>¿Qué son los agentes de inteligencia artificial?
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Los agentes inteligentes son sistemas capaces de percibir su entorno, razonar y tomar decisiones sin depender de instrucciones rígidas. Son la evolución natural de herramientas ya conocidas, como los modelos de lenguaje grandes (por ejemplo, ChatGPT). Varios agentes pueden colaborar en una misma misión, especializándose en tareas distintas: uno puede resumir el historial clínico mientras otro solicita una cita en radiología. Su propósito no es sustituir al personal sanitario, sino ampliar sus capacidades y mejorar la calidad del cuidado.
[–>[–>[–>¿Cómo están siendo integrados en la práctica médica?
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La adopción ya está en marcha. En radiología, los agentes inteligentes ayudan a detectar lesiones en imágenes médicas con gran precisión. En cardiología, predicen arritmias a partir de electrocardiogramas. En centros de salud, asistentes virtuales recopilan antecedentes, preparan informes y realizan seguimiento de pacientes con enfermedades crónicas. En los hospitales, gestionan agendas, priorizan resultados urgentes y monitorizan signos vitales para detectar riesgos antes de que se manifiesten. Las decisiones finales siguen en manos humanas.
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¿Cómo se evalúan?
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La evaluación de los agentes inteligentes es un proceso exigente. Se realizan estudios clínicos para medir su exactitud, seguridad y capacidad de generalizar a distintas poblaciones. Además, se revisa si funcionan con equidad, evitando que su desempeño varíe según edad, género u origen. Los agentes inteligentes pueden alcanzar rendimientos muy altos en exámenes médicos y en tareas diagnósticas, incluso a niveles comparables o superiores a los médicos. Los organismos reguladores están desarrollando marcos específicos para su evaluación y uso. Como ocurre con los medicamentos o los dispositivos médicos, el objetivo es garantizar que su introducción aporte beneficios reales sin comprometer la seguridad del paciente. Hoy, una nueva generación de agentes inteligentes aprende a partir de la información contenida en millones de historias clínicas para comprender la evolución posible de cada paciente. Estos modelos son especialmente importantes, porque la práctica de la medicina no es lo mismo que saber los libros de medicina. Ambas fuentes de conocimiento son necesarias para ofrecer un cuidado clínico preciso y contextualizado.
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¿Cómo será la medicina del futuro (y cómo se enseñará)?
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Bill Gates comentaba en una reunión que le preocupaba el futuro de su hija, médica, pues temía que acabara supervisada por «un ordenador que todo lo sabe». En realidad, la formación en medicina y enfermería cambiará profundamente: será necesario aprender a colaborar con la IA, evaluar críticamente sus sugerencias y asumir un rol de supervisión tecnológica. Habilidades como el pensamiento crítico, la ética, la comunicación y la empatía serán más importantes que nunca.
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¿Quién será responsable de los errores?
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A pesar de su potencial, los agentes inteligentes pueden fallar, amplificar desigualdades o interpretar mal la información clínica si no se usan con cautela. Determinar responsabilidades es un desafío central. Hace apenas dos o tres años se asumía que los médicos serían responsables por seguir las instrucciones de la IA. Hoy surgen voces que señalan que, en algunos casos, el médico podría ser responsable por ignorar las instrucciones de la IA. En la actualidad, la responsabilidad última suele recaer en el equipo médico, que debe interpretar las recomendaciones antes de actuar. Sin embargo, cuando un sistema actúa de manera autónoma o cuando un fallo proviene del diseño del software, los desarrolladores o las instituciones sanitarias también podrían ser responsables. Las leyes evolucionan para clarificar estas responsabilidades, garantizando que los pacientes estén protegidos y que las innovaciones se implementen con transparencia.
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Una mirada optimista al futuro.
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A pesar de los retos, el horizonte es prometedor. Los agentes inteligentes pueden humanizar la medicina al liberar tiempo para la interacción personal, reducir errores, acelerar la investigación biomédica y ampliar el acceso a la atención. En un sistema sanitario frecuentemente saturado, estas herramientas no sustituyen la labor humana: la potencian.
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