MATA CAMIONERO Y PIENSA QUE ES UN JABALÍ

Se investigó desde el principio como un atropello en circunstancias extrañas. Antonio, un camionero salmantino de 54 años, circulaba por la N-6 cuando se salió de la carretera y chocó contra el quitamiedos, en el kilómetro 53, a la altura de la localidad madrileña de Guadarrama, a las 22:39 horas del 2 de julio de 2021. El hombre perdió el conocimiento durante unos minutos, pero salió ileso del accidente. Poco después, tras bajar de su vehículo y deambular unos metros de manera errática por la carretera, murió atropellado por otro camionero, que se marchó del lugar del siniestro sin socorrerle.
Cuatro años después, el juzgado de lo penal número 25 de Madrid acaba de absolverlo tras concluir que «el accidente hubiera sido inevitable aún circulando a una velocidad muy por debajo de la permitida en ese tramo». La jueza afirma además que el investigado no se detuvo porque «desconocía que lo que había atropellado era un ser humano» y «creía que se trataba de un jabalí u otro animal», según la sentencia a la que ha accedido el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica.
Restos de sangre en el cristal
«Era de noche, no vi nada en la carretera. De repente, escuchamos un estruendo, un golpe fuerte, y nos quedamos desconcertados, como si hubiese caído algo de arriba, de los riscos que hay sobre la carretera, pensamos que habíamos chocado con un animal. El tablero del camión tenía muchas luces encendidas, así que tomamos la siguiente salida y paramos. Llamé a mi jefe de inmediato, que avisó al seguro, y le conté que habíamos tenido un accidente con un animal», declaró ante el juez el conductor investigado por el atropello, un transportista de Ciudad Real que viajaba junto a su compañero de trabajo aquella noche cuando su camión impactó contra Antonio.
«Cuando vimos los daños en el camión, el capó hundido, el cristal roto y restos de sangre, nos reafirmamos en que lo que habíamos arrollado era un animal, por eso no se nos ocurrió llamar a la Guardia Civil», añadió.
Un taller
Los agentes de Tráfico que investigaron el suceso tuvieron que repasar las cámaras de seguridad de la zona y visitar varios talleres para localizar e identificar al responsable del atropello de Antonio. El dueño de uno de esos talleres fue quien dio la voz de alarma y avisó a los investigadores, al día siguiente del atropello, de que había recibido el encargo de reparar un camión de la misma marca y características que el que la Benemérita estaba buscando, y que aún tenía restos de sangre en el parabrisas.
Tras identificar al conductor que arrolló a Antonio y al copiloto que viajaba junto a él, los investigadores no creyeron su versión. En su atestado recogen que «es imposible confundir un jabalí con un ser humano» y ambos fueron a juicio, investigados por un delito de abandono fortuito del lugar del accidente. Pero las pruebas aportadas por la defensa de los dos investigados, ejercida por el abogado Rodrigo López del Cerro, han logrado que la jueza crea sus argumentos y los declare inocentes.
Lugar donde ocurrió el incidente. / SUCESOS
No quiso ser socorrido
Han hecho falta cuatro años y una extensa investigación para descubrir las verdaderas circunstancias en que murió Antonio aquella noche. El sumario del caso incluye la declaración de varios conductores que trataron de auxiliar al hombre después de que este se saliera de la carretera y chocara con su camión contra el quitamiedos. Lo que contaron dio un giro al caso. «Vi el camión atravesando la barrera lateral de la carretera, así que me paré, me bajé de mi coche y me somé a la cabina del camión. Entonces vi al conductor como metido debajo de la guantera con la cabeza apoyada en la puerta. Empecé a golpear el cristal con al palma de la mano para despertar al conductor, que empezó a reaccionar. Le grité que estuviera tranquilo, que la Guardia Civil ya estaba en camino. De repente, tras tocarse la cabeza y hablar por su teléfono móvil, él bajó del camión y empezó a andar«, describió uno de los testigos.
«Intenté retenerlo agarrándolo de la camiseta, pero me mandó a la mierda y siguió andando, empezó a cruzar la carretera, llevaba ropa oscura e iba sin chaleco (reflectante) y casi lo atropella un vehículo que le advirtió. Pero el camionero no reaccionó y siguió andando carretera arriba por el carril derecho, en el sentido de la circulación», añadió. Hasta cuatro personas declararon que, justo antes de ser atropellado, Antonio «se zafó de quienes intentaron ayudarle» tras su accidente de tráfico y, para sorpresa de todos, se fue caminando por la carretera «como si estuviera borracho o conmocionado».
Se despidió de su familia
Dos meses después de la muerte de Antonio, un guardia civil destinado en la Comandancia de Álava comunicó a sus compañeros del Destacamento de Tráfico de Madrid que la noche del atropello una amiga suya lo llamó «sollozando y en actitud nerviosa» para contarle que el padre de su vecino, camionero de profesión, había llamado a su familia diciendo que había intentado quitarse la vida colisionando su camión y «sacándolo de la vía» en la sierra de Madrid. Al no conseguir su propósito, «dijo a su familia que iba a intentarlo de otra manera, se despidió de ellos diciendo que les quería mucho y después cortó la llamada y apagó su teléfono». Era Antonio.
A la luz de todos esos datos, la jueza apunta en su sentencia que «puesto que esa noche quería acabar con su vida, no se puede descartar que el fallecido pudiera lanzarse de manera intempestiva al camión» que finalmente lo atropelló. Más aún cuando «no hay evidencias de que el conductor investigado, que circulaba despacio, realizara ninguna maniobra para esquivar a la víctima, no apareciendo vestigios de esta maniobra en la calzada». A juicio de la magistrada, «resulta posible que el conductor no estuviera plenamente atento y, dado que los hechos se produjeron en instantes, no pudiera evitar la colisión y pudiera confundir a la víctima con un objeto o animal».
En opinión del abogado del conductor absuelto ahora, esta sentencia es «pionera», ya que «se ha evitado que se impute un delito de homicidio por imprudencia grave a una persona inocente, que hubiera sido condenado a hasta cuatro años de prisión«. Una persona que, según López del Cerro, «lo ha pasado muy mal todo este tiempo, sabiéndose inocente pero con la carga de lo ocurrido. Después de lo que pasó, tiene miedo incluso a conducir de noche. La sentencia absolutoria ha sido una liberación tanto para él como para su familia».
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