Netanyahu recurre a la masacre de civiles en Gaza como estrategia de supervivencia política

Sobre el horizonte político de Binyamín Netanyahu todo eran nubarrones. Una vez más. Para este martes por la noche se había convocado una manifestación masiva en Jerusalén para protestar contra su decisión de despedir al jefe del poderoso servicio de la seguridad interna, una concentración que amenazaba con reactivar las multitudinarias protestas contra su gobierno. Antes de eso, por la mañana, estaba citado para declarar ante el juez por una de las causas penales que enfrenta por corrupción. Y en menos de dos semanas se jugaba su continuidad en el cargo con la votación de los presupuestos del Estado en el Parlamento. Un trámite que, de fracasar, hubiera precipitado elecciones anticipadas. Pero fiel a su estilo, el primer ministro israelí ha movido ficha para desactivar el peligro de la forma más cruda. Antes de las primeras luces de este martes ordenó dinamitar la tregua en Gaza, dejando por el camino una montaña de más de 400 muertos, incluidos 174 niños palestinos.
«Es la forma clásica de Netanyahu de desviar la atención«, asegura a este diario el historiador israelí, Meir Margalit. «La reanudación de la guerra es una cortina de humo para retrasar los múltiples problemas que le acechan». Los israelíes hace tiempo que se cansaron de su liderazgo. Ya fuera por sus maniobras autoritarias para controlar a la judicatura, los medios o los cuerpos de seguridad. Por su renuencia a asumir responsabilidad alguna por el devastador ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, el acontecimiento que puso en marcha la posterior campaña de Israel que organizaciones de derechos humanos califican de genocida. O por desdén hacia los rehenes secuestrados por la milicia palestina, una treintena de los cuales siguen en la Franja. En las últimas encuestas hasta un 70% de los israelíes quiere que dimita, según un sondeo reciente del Israel Democracy Institute.
«Desde el primer día, Netanyahu ha tenido un solo interés: continuar con la guerra. No tiene otra opción. De otro modo, perderá el poder», afirma el politólogo Menahem Klein. «Aceptó la tregua temporal, pero solo para violarla a la primera oportunidad que se le presentara». Una de las primeras cosas que hizo el primer ministro fue apartar del equipo de negociadores a los jefes del Mossad, Nahum Barnea, y del Shin Bet, Ronen Bar, aparentemente por su insistencia en priorizar la liberación de los rehenes sobre otras consideraciones. Y después trató de cambiar los términos del alto el fuego en Gaza. En lugar de negociar su segunda fase, que implicaba la devolución de todos los rehenes a cambio de la completa retirada de las tropas israelíes como paso previo al final de la guerra, exigió a Hamás que los liberara sin recibir a cambio nada más que la extensión de la tregua. Una maniobra que ha contado con el respaldo pleno de la Administración de Donald Trump, la misma que había negociado el acuerdo junto a Egipto y Qatar.
Futuro político despejado
Y cuando los islamistas se negaron a morder el cebo, Netanyahu reimpuso el bloqueo total de comida, medicinas y ayuda humanitaria sobre el enclave. Con un añadido, hace 10 días cortó también el suministro de electricidad que abastecía a la última planta desalinizadora de agua operativa en el enclave. «Si Hamás no pone en libertad a todos los secuestrados, las puertas del infierno se abrirán en Gaza», ha dicho este martes el ministro israelí de Defensa, Israel Katz, obviando que Gaza ha sido un ‘infierno’ durante casi un año y medio.
La reanudación de la matanza en el enclave despeja temporalmente el futuro político de Netanyahu, sobre el que pesa también una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Gaza. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, que había amenazado con dejar la coalición si se acababa la guerra, seguirá en el gabinete. Al que volverá también el exministro del Interior, el también ultraderechista Itamar Ben Gvir, quien abandonó el Gobierno en protesta por el alto el fuego.
Aprobación de los presupuestos
El regreso de Ben Gvir, que preside un partido con seis escaños en la Knéset, es fundamental para que Netanyahu pueda aprobar los presupuestos de 2025 antes del 31 de marzo, el plazo límite para hacerlo. Ese trámite estaba hasta ahora en entredicho por las promesas de algunos diputados ultraortodoxos de votar en contra si no se revoca la ley que obligará a algunos de los miembros de su comunidad a servir en el Ejército. No es un tema menor porque, de no aprobarse los presupuestos, la ley obliga a disolver el Gobierno y convocar elecciones anticipadas.
Todo esto llega también en medio de la indignación que ha despertado en el país la decisión de Netanyahu de despedir a Ronen Bar, el jefe del servicio de seguridad interna. A principios de mes, le envió una carta a Netanyahu explicándole las conclusiones de la investigación del Shi Bet sobre los fallos del 7 de octubre. «La carta decía que uno de los motivos que permitieron el ataque fue la política de contención de Hamás seguida por Netanyahu y su rechazo a declararle la guerra a los islamistas», explica Klein. «Esas críticas para Netanyahu son una línea roja porque implican que fue demasiado blando con Hamás, lo que contradice su imagen de hombre fuerte». El Shin Bet había también abierto una investigación recientemente contra varios asesores de Netanyahu por su relación con Qatar.
Pero todo eso se espera que vuelva a quedar de nuevo en segundo plano, a medida que el Ejército israelí reanude su ofensiva sobre las ruinas de Gaza. «La tragedia de todo esto es que la gente inocente en Gaza vuelve a ser asesinada por puro cálculo político mientras se prolonga la agonía de los rehenes», opina Klein. El cálculo de un Netanyahu que ha vuelto a demostrar que hará lo que sea para mantenerse en el poder.
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