Ojalá los niños se sientan tan ligados a Jovellanos como al Sporting
Orlando Moratinos Otero (Cigales, Valladolid, 1954) personifica la memoria institucional de la Fundación Foro Jovellanos. Tras tres décadas desempeñando roles de vocal, secretario, tesorero y director, recibe el estatus de patrono de honor en un momento donde la supervivencia de la cultura «exige mantener viva la llama» del ilustrado y de este colectivo gijonés. Moratinos echa la vista atrás sobre su trayectoria, el legado de Jovellanos y la transformación física de Gijón, una ciudad que imagina con olor a puerto pesquero en tiempos del prócer, que pasó por el «negro» con el hollín de la industria para llegar a ser una ciudad con «color».
[–>[–>[–>¿Cómo se siente al recibir este honor?
[–> [–>[–>Me siento más satisfecho porque el Foro Jovellanos continúe su labor que por el mero hecho del nombramiento. No cabe duda de que es un reconocimiento a la labor de 30 años, que los resumiría como ilusionantes, pero lo que más me alegra es que se mantenga viva la llama de la asociación. Mi ideal sería una institución al estilo de las del siglo XIX, con un gran salón y libertad, pero hoy día es imposible; bastante tenemos con disfrutar de nuestra sede y el acogimiento que nos dan el Ayuntamiento y los gijoneses.
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¿Cuál es el ingrediente para estar tantos años al pie del cañón?
[–>[–>[–>La ilusión. Empecé con esto cuando trabajaba en una empresa de energía. Tenía mis ocho horas de trabajo al día e inicié esta trayectoria, que retomé con más dedicación al jubilarme. Jovellanos se desvivía por Asturias y esa es la labor del Foro: recordar la memoria histórica, que es lo que tenemos que hacer. Llegar tanto a los gijoneses como al resto de los asturianos.
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¿Es la ciudadanía consciente de la importancia de Jovellanos?
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[–>Tienen que saber que era un vecino con ideas nuevas percibidas de Europa. Era una persona inquieta y esa inquietud debe servirnos de ejemplo como gijoneses, padres o empresarios a través de la ilusión, la honradez y la ética. Casi todo lo que decía es extrapolable al siglo XXI. No todo, porque avanzamos, pero si viera la inteligencia artificial, como vio avances en su época en el extranjero, diría «utilicémosla bien», como hombre de la razón que fue.
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¿En qué momento cayó rendido ante su figura?
[–>[–>[–>A los 10 años mi maestro, Manuel Martínez Blanco, ya nos hablaba de él. Con los años pasas a otras cosas y luego lo retomé con una tertulia asturianista y en 1994, con el bicentenario jovellanista, se empezó a barajar la idea de formar el Foro. Tini Areces dijo que hacía falta para Gijón y dio el espaldarazo. Se inició con ganas, trabajo y nada de egocentrismo.
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¿Cómo ha evolucionado la ciudad en estos 30 años?
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Del blanco y negro al color. Yo conocí Gijón con niebla, negro y chimeneas. En todas las casas había cocina de carbón y el carbonero repartiendo. Gijón era negro total, era como el NO-DO, y hoy la ciudad tiene color. El Gijón de Jovellanos me lo imagino de olores a pescado, era un puerto pesquero importante.
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Dirige las publicaciones del Foro Jovellanos, se debe sentir cómodo en el trabajo editorial.
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Es laborioso. Coeditamos «Almanaque», una revista de 200 páginas donde intervienen veintitantos autores. Coordinar temas sobre literatura, cine, medicina e historia da trabajo. También está el «Boletín Jovellanista», que me encanta porque es divulgativo.
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¿Hay cantera para la fundación?
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Hay incorporaciones como el nuevo vocal, Marcos Antuña, y personas como Pablo Vázquez o Pedro Villanueva. Necesitamos más, por eso sembramos con las actividades escolares para niños y niñas, para que alguno se sienta ligado a Jovellanos tanto como al Sporting. Hay algunos que dibujan a Jovellanos con la camiseta del Sporting, que es estupendo, pero hay que explicarles quién era.
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