Parece que haya caído una bomba atómica
Al menos 10 personas han muerto, más de 153.000 personas han sido evacuadas de sus hogares y más de 10.000 estructuras ya se han visto afectadas. El balance de los daños provocados por los incendios de Los Ángeles sigue en aumento, todavía lejos de estar controlados en su tercer día ardiendo. Las llamas se extienden desde la mañana del martes hacia el este y el oeste de esta macro urbe, la más extensa de Estados Unidos, que ya ha visto reducidos a cenizas desde algunos de sus barrios humildes hasta urbanizaciones lujosas de famosos del cine.
«Parece que haya caído una bomba atómica«, dijo el sheriff del condado de Los Ángeles, Robert Luna, en una rueda de prensa a última hora del jueves, y añadió que no esperaba buenas noticias a medida que se conocieran actualizaciones de los daños personales y materiales. Aproximadamente 57.830 estructuras se encuentran en riesgo por las llamas en este condado, el más poblado de California.
Toque de queda
Esta noche entra en vigor un toque de queda decretado de 6 de la tarde a 6 de la mañana en las zonas evacuadas para evitar saqueos. Y es que, en medio del desastre, 20 personas ya han sido detenidas por robar lo poco que queda de las viviendas abandonadas. Las autoridades locales han solicitado ayuda a la Guardia Nacional de California para controlar el tráfico y proteger las infraestructuras.
Tres focos diferentes siguen activos en la zona metropolitana. Dos de ellos, el de Palisades y el de Eaton son ya los incendios más destructivos de la historia de Los Ángeles, ya que, entre los dos, han consumido una extensión de más de 13.750 hectáreas, el equivalente a dos veces y media la superficie de Manhattan.
El que más preocupa es el de Palisades, que sigue creciendo sin control y que por sí solo ya supera las 8.200 hectáreas quemadas. Más de 3.000 efectivos desplegados en la zona han logrado contener las llamas en un 8%, según ha explicado la jefa del Departamento de Bomberos de Los Ángeles, Kristin Crowley.
Mientras tanto, el de Eaton, que ha estado fuera de control hasta la tarde del viernes, estaba controlado a apenas un 3% de la superficie que ardía, según la última actualización del Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios de California mientras se escriben estas líneas.
Vuelve el viento
Estos pequeños avances han sido posibles gracias a la mejora momentánea de las condiciones climatológicas gracias a una breve tregua de los llamados vientos de Santa Ana. Estas fuertes ráfagas que provienen del desierto soplan paradójicamente en los meses más fríos (a pesar de que Los Ángeles tiene temperaturas casi primaverales en invierno), pero su sequedad y calidez ha incrementado la virulencia de las llamas.
«Sabemos que es posible que la fuerza de los vientos aumente a principios de la semana que viene, y preparar a Los Ángeles haciendo todo lo posible para salvar vidas es nuestro trabajo número 1″, dijo el presidente Joe Biden.
Sin embargo, la previsión es que vuelvan a soplar este fin de semana, si bien no con tanta ferocidad. Para el sábado y el domingo se esperan rachas de entre 60 y 80 km/hora, aun así no tan virulentas como las de días atrás, que fueron de hasta 129 km/ hora. «No son rachas tan fuertes así que eso debería ayudar a los bomberos, esperemos«, dijo la meteoróloga del Servicio Meteorológico Nacional Allison Santorelli, que advirtió de que las condiciones seguían siendo críticas por la baja humedad y la vegetación seca.
«Estamos haciendo todo lo que podemos para controlar la situación, y se han registrado resultados positivos«, declaró la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, en una rueda de prensa.
Barrio rico, barrio pobre
La brecha de clase, muy marcada en EEUU y particularmente en California, ya comienza a cernir su sombra sobre la reconstrucción, antes de que esta comience. Las primeras estimaciones de los daños y las pérdidas económicas oscilan entre 135.000 y 150.000 millones de dólares, según el cálculo de la empresa privada AccuWeather. Biden ha prometido al gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, que cubrirá la respuesta de emergencia con fondos estatales. Sin embargo, la tarea de reconstrucción pasa por la lucha con las aseguradoras privadas.
En Altadena, una comunidad cerca de Pasadena y muy diversa racialmente y con una renta baja, muchos evacuados han comenzado a inquietarse por cómo van a rehacer su vida. La preocupación es si llegarán los recursos del Gobierno a los barrios más humildes, y anticipan la beligerancia de las compañías de seguros, como ya pasa en cada desastre natural, desde el huracán Katrina de Nueva Orleans hasta las cíclicas inundaciones estacionales.
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«No te van a dar el valor de tu casa… si lo hacen, tienes que luchar por ella«, dijo Kay Young, de 63 años, en declaraciones a la agencia de noticias Reuters, mientras miraba entre lágrimas los escombros humeantes de una casa que había pertenecido a su familia durante generaciones. Para Young y los vecinos de Altadena, el problema no termina cuando se apaguen las llamas.
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