qué es, cuáles son sus logros y sus fracasos
De cada una de las Conferencias al Desarrollo celebradas hasta ahora, una declaración ha servido de hoja de ruta para las Naciones Unidas y sus estados representados. Con el nombre de ‘Compromiso de Sevilla’, Pedro Sánchez, en su calidad de presidente de esta Cuarta Conferencia de Naciones Unidas, ha presentado al plenario del Palacio de Congreso y Exposiciones el texto que desde ya representa el legado más palpable que deja esta cita internacional en la capital andaluza.
La declaración, aprobada por consenso en la última reunión del grupo de trabajo de la Conferencia el pasado 17 de junio, señala directamente el déficit de cuatro billones de dólares detectado por Naciones Unidas para financiar los objetivos de desarrollo sostenible.
Aunque no es un texto vinculante, no tiene categoría de tratado internacional, el Compromiso de Sevilla sí supone el acuerdo al que han llegado todos los países tras meses de negociación, debate y no pocos roces entre la diplomacia internacional. El Compromiso de Sevilla no compromete y, de hecho, la redacción cae en todas las fórmulas propias de una declaración de intenciones (no de obligaciones), pero la foto fija que salga de aquí sí es importante. Los países se dan un marco de mínimos sobre los que trabajar. En palabras de Pedro Sánchez, en la rueda de prensa que ha dado junto al secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, hay personas que ven este tipo de citas internacionales desde el «escepticismo», pero «hay una cosa clara: no podemos avanzar si la mitad del mundo se queda atrás«.
El Compromiso de Sevilla no compromete y, de hecho, la redacción cae en todas las fórmulas propias de una declaración de intenciones, pero la foto fija que salga de aquí sí es importante. Los países se dan un marco de mínimos sobre los que trabajar
Como se recoge de manera explícita, los estados asumen que el mundo está «en un momento de profundas transformaciones, graves tensiones geopolíticas, conflictos, crecientes retos macroeconómicos y riesgos sistémicos en aumento. Los avances en el logro del desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental están gravemente desencaminados. Se nos acaba el tiempo para alcanzar nuestros objetivos y hacer frente a las repercusiones adversas del cambio climático».
De modo general, en palabras de Carlos Botella, vocal de la junta de gobierno de la Coordinadora estatal de ONGD, esta declaración «se queda corta respecto a las expectativas de la sociedad civil y las necesidades del contexto actual, donde está en crisis el multilateralismo; tocaba ser valientes y reforzar el papel de Naciones Unidas y no se ha hecho». Pero con todo, el hecho de tener un texto es, en sí mismo, una apuesta por el «multilateralismo, la esperanza y el diálogo».
A partir de este texto, cada uno de sus países pueden avanzar más o menos. España, una excepción en el marco europeo por incrementar la partida de Desarrollo -con el objetivo de alcanzar el 0,7% en 2030- y presentará este martes, como ha anunciado el presidente del Gobierno, el Plan Sevilla, que entre otras medidas contempla la creación en Madrid de un espacio común para todas las agencias y programas que tiene en marcha Naciones Unidas desde España.
Lecturas en positivo y negativo del Compromiso de Sevilla
Críticas: «Si no estás en la mesa, estás en el menú»
Desde el inicio de la negociación de esta declaración, las organizaciones sociales han reclamado la creación de una convención específica en el seno de Naciones Unidas para la Cooperación Internacional y otra para la Deuda. Ninguna de estas dos se contempla en el texto final.
La Convención a la Cooperación Internacional buscaba, en palabras de Botella, la reformulación de quiénes son los actores protagonistas a la hora de tomar decisiones en materia de Desarrollo. Es decir, que en la mesa que dicta las normas de qué partidas, a qué países y con qué objetivos estuvieran representados también los países receptores de ayuda o con una deuda estructural que impide el desarrollo de su bienestar social.
Ahora mismo, las decisiones se toman en el marco de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), una organización internacional con sede en París, que agrupa a 38 países con economías de mercado y sistemas políticos democráticos. Y también en el llamado Club de París, el espacio de discusión y negociación entre acreedores oficiales y países deudores cuya función es renegociar las deudas externas de los países deudores con dificultades de pago. El refrán anglosajón dice «si no estás en la mesa, estás en el menú». Y esa es la metáfora que utilizan las organizaciones sociales para reclamar que sean los países en desarrollo los que decidan. «Es como si las leyes inmobiliarias, las redactaran los propietarios de viviendas«, resume Botella.
Logros: Se apuesta por hacer un seguimiento en cuatro años
En un texto de 38 páginas, la extensión esta declaración oficial, «hay aspectos reseñables que permiten, al menos, agarrarse a lo escrito y seguir empujando por esa vía en los próximos años». Cómo abordar la reestructuración de la deuda, que imposibilita el desarrollo de la mitad del planeta, se atiende en el Compromiso de Sevilla, «aunque de una manera vaga», en palabras del portavoz de la Coordinadora estatal de las ONG, a través de una mención al futuro Mecanismo de Diálogo.
En la declaración se contempla también, y de nuevo, la necesidad de trabajar por alcanzar el objetivo del 0,7% del Producto Nacional Bruto (PNB), una decisión tomada por Naciones Unidas en 1970 y que hoy día tan sólo cumplen cuatro países en el mundo.
Por último, en el texto se desliza en la última página que se estudiará «la necesidad de celebrar a más tardar en 2029 una conferencia de seguimiento sobre la financiación para el desarrollo». Sobre todo teniendo en cuenta que para entonces, habrá que hacer un chequeo de cuántos de los objetivos de la Agenda 2030, planteada en la Conferencia de Etiopía de hace 10 años, se han quedado atrás.
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