Salomé Zurashvili, la cara del camino europeo de Georgia
Experimentada, nacida en Francia y con un carácter fuerte, la presidenta de la pequeña república caucásica de Georgia es una mujer de gran perseverancia. Firme defensora de un camino europeo y atlantista para su país, no se achanta ante las dificultades. Y cuando Sueño Georgiano, el partido del Gobierno, anunció su victoria en las elecciones en octubre de 2024, Salomé Zurabishvili no bajo los brazos y criticó las maniobras electorales que realizó el Ejecutivo para mantenerse en el poder. Ella, junto con toda la oposición, no considera que la formación oficialista sea la vencedora legítima de los comicios, y rechaza la elección de su sucesor que aprobó posteriormente el Parlamento, durante una sesión en la que solo estaban presentes en la cámara miembros del partido gubernamental.
Previamente, junto con el resto de la oposición, intentó denunciar los comicios ante el Tribunal Constitucional para forzar una repetición electoral, iniciativa que el ente judicial rechazó el 3 de diciembre. Ese mismo mes, se acabó oficialmente el mandato de Zurabishvili, pero ella reiteró su intención de permanecer luchando y mantener el pulso al oficialismo georgiano y al liderazgo emergido de él, bajo la atenta mirada y respaldado por el todopoderoso oligarca Bidzina Ivanishvili. Aseguró que seguiría trabajando hasta que Georgia pudiera elegir a un sucesor que estuviera dotado de verdadera legitimidad en las urnas.
Zurabishvili nunca tuvo intención de formar parte de la vida política del país caucásico. Llegó en 2003 desde París como embajadora francesa enviada a su tierra de origen. Jacques Chirac, el presidente de Francia en aquel momento, sin saberlo le cambió para siempre la vida a su paisana, de raíces georgianas. El presidente georgiano Mijaíl Saakashvili, líder de Movimiento Nacional Unido, (partido de centroderecha) le ofreció en 2004 formar parte del Gobierno como ministra de Asuntos Exteriores. Aunque, según ha asegurado ella misma, nunca se le había pasado por la cabeza entrar en política, una vez dentro se sintió como pez en el agua. Debido a su carácter fuerte y a sus convicciones, se vio obligada a abandonar el cargo tras sus repetidas críticas al propio Saakashvilii que le propuso entrar en el Ejecutivo. Ello no apagó de ninguna de las maneras sus ambiciones políticas, que solo acababan de despertar, y durante dos décadas ha permanecido de una forma u otra en el poder.
Carta Georgiana
No fue hasta 2016 que no aspiraría a ser una de las líderes del país. En ese año se presentó a las elecciones presidenciales, formalmente como candidata independiente pero apoyada por Sueño Georgiano. En aquel momento, el partido y Zurabishvili tenían buena sintonía, impulsada principalmente por su aversión a Saakashvili. La misma presidenta llegó a culpar al exlíder del país de la guerra con Rusia de 2008, algo por lo que le recibió amenazas de muerte. Para apoyar su candidatura, el oligarca Ivanishvili incluso hizo que una de sus organizaciones financieras perdonara las deudas de 600.000 ciudadanos georgianos en las semanas previas a los comicios. Para poder llegar al cargo, se vio obligada a rechazar su ciudadanía francesa debido a la ley georgiana, que no permite que el presidente tenga doble nacionalidad.
Como firme defensora de la orientación europea de Georgia, Zurabishvili se puso de frente cuando el Ejecutivo decidió seguir el ejemplo ruso y distanciarse de Bruselas. Fue entonces cuando redactó su Carta de Georgia para definir el camino que quiere para su país, en la que expresó su voluntad de derogar las leyes “prorrusas” como la de transparencia (conocida como la de “agentes extranjeros”) y la de la propaganda LGBT. Aunque esos son los principales puntos del documento, también aboga por una mejor separación de poderes, por la lucha contra la corrupción y la mejora del sistema electoral. Esta iniciativa se construyó en un momento en el que la relación entre la presidenta y el Gobierno atravesaba un muy mal momento, aunque recientemente ha evolucionado incluso a peor.
En el marco de las protestas contra el Gobierno y el primer ministro Irakli Kobajidze, se ha posicionado abiertamente a favor de ellas. Incluso ha llegado a pedir a las escuelas que expresen solidaridad con las manifestaciones, algo que le ha costado críticas directas de algunos oficialistas como el alcalde de Tiflis Kaja Kaladze, que asegura que es algo “inimaginable” lo que propuso. “Una persona que todavía es considerada la presidenta del país está pidiendo a menores de edad participar en manifestaciones y procesos políticos” señaló el edil de la capital y exfutbolista del Milan.
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