Tengo mucho miedo de cruzar la frontera
María había venido a ver a su familia en España antes de incorporarse a sus prácticas de investigación en Harvard, tras acabar allí su primer curso de posgrado, cuando Donald Trump anunció que prohibía a su universidad contar con estudiantes extranjeros, con efecto inmediato. “Tengo que volver ahora mismo”, se dijo. Pero eran cerca de las 9 de la noche del jueves en España y, desde su pueblo, María tardaba al menos cinco horas en llegar al aeropuerto internacional más cercano, el de Madrid. No podría volar hasta el día siguiente. Abandonaría su coche en el pueblo, cogería un tren, luego dos vuelos.
“Tengo mucho miedo de cruzar la frontera. Me estoy informando de mis derechos en el aeropuerto, pero en este momento nadie tiene derechos en un aeropuerto estadounidense”, explicaba a EL PERIÓDICO María, bajo condición de anonimato, mientras trataba de organizar su salida precipitada. Como los 6.800 estudiantes extranjeros de esta institución (más de un cuarto del total) contactó a la gestora de su facultad. Consiguió respuesta al par de horas: “Creo que deberías volver a EEUU lo antes posible, en las próximas 24- 48 horas”, se lee en el email que muestra la estudiante.
Por qué pierden el visado
Pero a medida que avanzaba la noche e iba recopilando información, María se daba cuenta de la gravedad de la situación. Lo que ha hecho la Administración Trump es revocar la certificación de Harvard para esponsorizar visados. Cualquier persona que va a EEUU por motivos académicos necesita el aval de un ente adscrito al llamado Sistema de Información de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVIS, por sus siglas en inglés), una lista de la que ahora Harvard ha sido expulsada. Por tanto, todas las personas cuyo garante es esta universidad pierden su estatus migratorio con “efecto inmediato” se leía en la carta que envió la secretaria de Seguridad Nacional del gobierno de Trump, Kristi Noem, a la universidad.
“Una vez que usted cumpla 180 días de estatus ilegal en los EEUU, se le prohíbe entrar en los EEUU en los próximos 3 años. Estamos técnicamente en el día 1 de estatus ilegal en este momento”, explica un abogado por escrito a un pequeño grupo de estudiantes extranjeros de Harvard. “No hay periodo de gracia, la revocación del visado es efectiva inmediatamente para todo el mundo. Los estudiantes internacionales de Harvard ya no tienen presencia legal en EEUU en este momento”, añade el jurista. También los recién graduados, que pueden trabajar dentro de su área de formación durante entre uno y tres años bajo ese mismo visado, pierden el derecho a trabajar.
La respuesta de Harvard
Harvard respondió al cabo de unas horas. El presidente de la institución, Alan M. Garber anunciaba que había pedido al tribunal correspondiente que no se aplique la cancelación de visados hasta que haya una sentencia definitiva, como medida cautelar.
Garber asegura que Harvard ya había atendido a la petición de compartir datos con el Departamento de Seguridad Nacional, argumento principal de la Administración Trump, que tacha a la universidad de no hacer suficiente por acabar con el «antisemtismo» en el campus. El presidente de la institución consideraba la última orden presidencial una “represalia” que tachaba de “ilegal e injustificada”. Además, señalaba un doble propósito: “pone en peligro el futuro de miles de estudiantes y académicos de Harvard y sirve de advertencia» a otras instituciones.
Riesgo de deportación
“Al final no puedo volar hoy”, actualizaba María a este diario a primera hora de la tarde. Su decisión seguía el consejo de los profesores del Departamento de Derecho de Harvard que se habían puesto a disposición de los alumnos: “Ahora mismo los que están en Estados Unidos son inmigrantes ilegales, y si cruzas la frontera, te deportarían a tu país”, le dijeron, según relata.
Algunos tratan de mantener la calma. “Espero que sea otra broma pesada de Trump, un farol como el de los aranceles que luego se desdice y se abre a negociar”, dice a este diario Luis, también bajo anonimato. Él está en España, con el visado concedido y la matrícula gestionada. “Tengo que ser positivo y esperar que todo se arregle”, dice el estudiante, que espera poder empezar sus estudios en agosto.
Mientras tanto, a los que les ha pillado ahí ya empiezan a pensar en planes alternativos. Algunos han ido este viernes por la mañana al vecino Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), para tratar de tramitar un cambio de expediente. Para María el cambio no es una opción. En Harvard tiene una beca, que teme perder si cambia de universidad. Y todavía debe seguir pagando su habitación en el piso compartido al que no puede regresar, al menos por ahora. “Es una situación muy estresante y ya llega un punto que está siendo inhumano. Esto es literalmente fascismo”, concluye María, que afronta una tensa espera hasta saber si el tribunal dará luz verde a la medida cautelar pedida por Harvard y que, mientras dure ese limbo jurídico, pueda regresar a su casa en Boston.
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