Lo que maman los opositores
Críame, como a todos los niños, con tetas y mocos, lágrimas y caca, besos y papilla.
(Torres Villarroel«Vida»)
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No solo los grandes literatos, como Pla y Umbral, dieron lecciones de cómo escribir artículos en los periódicos; también los medianos, como el jienense Muñoz Molina, que escribió: «El artículo periodístico ha de ser fruto de un arrebato». Y en ese estado sublime, de mística esencia, me «coloco» para contar sobre oposiciones. Y siempre, siempre, ahora también, padeciendo esa mosca picotera, tras la oreja, interrogándome qué enfermedad es la mía, la de escribir, tan propio de figurantes y fantoches, de lo que ya me ocupé en «Melancolías», hace días.
[–>[–>[–>Ignacio de la Concha –profesor de Derecho, tan recordado por muchas bondades, que nació, como tantos «ovetenses» en un pueblo de Asturias, no en la capital de la Provincia, y que murió en la calle Uría, de Oviedo, entre el cine Aramo y Almacenes Botas, ejemplo ello de exitoso ascenso social–. Quiero decir que tal profesor diría que el título de este artículo es anfibológico. Como anfibológicos –enseñó– eran los Almirantes de Castilla durante la Casa de Austria, que, creyéndoles de la Armada marina, eran, en realidad, caballeros de un sitio tan de secano como es Medina de Rioseco, en Valladolid. Y contó don Ignacio que el Almirante don Fadrique, un vir clarissimus según un tal Pulgar, era «pequeño de cuerpo y hermoso de gesto».
[–> [–>[–>Y es que opositores pueden ser también los políticos y las políticas, caso de la venezolana Corina Machado, tan opositora a Maduro, el amigo de Zapatero, el Bambi. Pero opositores, los genuinos, son aquéllos y aquéllas que, enfrentados a amasijos de temas, por centenares, y aceptando riesgos como padecimientos de nervios con resultado de calvicies o alopecias, que ni mi amigo, llamado «Miro» en Moreda y Ramiro en Oviedo, el psico/es/teta (otro tipo de teta), puede frenar con sus afeites milagrosos y palabras dulces. Caigo ahora en cuenta de que lo psíquico y sus problemas está siempre relacionado con lo nutritivo, que eso son las tetas verdaderas, que un pedante llamó «misterios móviles».
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«Ganar o sacar» oposiciones es pasar a tener los egos inflados e inflamados; es subir en el ranking social; es dejar de ser un pelagato o una pelagata y que, por tanta gatería, exclamo: ¡Fute, zape, miz-miz y miau! Y también es pasar a estar en un escalafón, escalafonado, formando parte de otro Cuerpo, con duplicidad de cuerpos, el del propio opositor ganador y el adoptado. Esto último es muy importante, pues escalafón deriva de scala, que es una escalera. No es extraño que el lugar inmensamente lírico sea el Teatro italiano, llamado La Scala.
[–>[–>[–>En un país, España, de tanta desigualdad, y con tantas ventanillas que se cierran antes de la hora, con listas de espera de meses, estar no en uno (singular), sino en varios (plurales) escalafones, acelera mucho todo y mejora el trato en las ventanillas. Estar en un escalafón, un único escalafón, siempre me pareció poco, y eso no por ocurrencia, sino por vivencia; es mejor estar en tres. Así, ser juez y además abogado del Estado o notario y registrador de la propiedad, hace difícil la resistencia al otro lado de la covachuela pública, y todos temen al decir «vuelva usted mañana».
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En esto de los Cuerpos, del Estado, ocurren cosas raras. Así el Cuerpo por excelencia es el de la Guardia Civil, aunque a él no se acceda por una alpinista oposición. Cuerpo, el de la Guardia Civil, tan singular y destacado como su tricornio recto-curvo o cuadrado-circular, de hule negro, muy negro, como de luto. Siempre imaginé a los de los otros Cuerpos, los jueces, los notarios, los registradores y los abogados del Estado, calzados arriba, que no abajo, con tricornios ahumados, por lo del aristócrata apellidado Ahumada. Y un ascendiente ya dentro en uno de esos Cuerpos, hace a los descendientes respectivos «hijos del Cuerpo»; favoritismo a los hijos, lo que es ventaja y no prevaricación de cara a las oposiciones, que algún beneficio habrá de tener los hijos esos.
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[–>Eso pasa en casi todas las oposiciones y hasta en las de aspirantes a empleados de Cajas de Ahorros, finiquitadas de la manera que todo el mundo sabe. ¡Qué vergüenza o qué desvergüenza! Y ahora, a los autores de tales fechorías toca esconderse como conejos con sarna dentro de encinas podridas.
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La literatura seria y en broma –es interesante el libro de Joaquín Calvo-Sotelo, abogado del Estado, sobre las oposiciones refiriéndose a las jurídicas, que las consideró las fetén o fetenes, eso de ahora llamadas paradigmáticas. ¿Qué mamaba el que quería ser juez o jueza, cuando preparaba judicaturas, al menos las de antes, presididas por el gordo civilista Bonet Ramón, que sabía de memoria la Ley de Enjuiciamiento Civil?, pues que iba a ganar un poco más que una maestra nacional, pero mandando la de dios sobre haciendas y libertades.
[–>[–>[–>¿Qué mamaba el que quería ser registrador de la Propiedad?, pues que tenía que poner muchas pegas y pejigueras para registrar lo del registro, y así no ser considerado un coladero, que es producto de venta en ferreterías. ¿Qué mamaba el que quería ser notario?, pues que tenía que ser millonario lo más rápidamente posible y darse de alta donde la élite, en uno de esos Royals, de tenis o de golf, aunque llegase del extra-radio o de Ventanielles, en los lejanos tiempos en que era párroco don Hermógenes. ¿Y qué mamaba el que quería ser abogado del Estado?, pues que en pocos días pediría la excedencia para asesorar a las empresas del Ibex, tan femeninas y, por eso, tan seductoras.
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Hay quien asegura que mamar con tensión e intensidad produce efectos físicos, además de psíquicos, muy destacados, tal es el caso de quedar sin narices de tanto apretar, lo que justifica el elevado número chatos entre los que fueron opositores. Y pido perdón por referirme, a continuación, a mí mismo, que ni soy ni estoy alopécico, y que ni soy ni estoy chato. Ni calvo ni chato, pero alado o con alas por ser ángel. Y si fuera Ángeles, además de alas, tendría sonrosadas las mejillas por querubina.
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Ya escribió Umbral que los grandes hombres son lacónicos, y, por imitarlos, aquí quedo ya y punto. Siento no poder analizar eso tan atractivo y sabroso que es el verbo mamar, regular y de la primera conjugación como amar o manar, tan relacionados con mamar, con participios de mucho gozo y sustantivos muy contundentes y muy agudos, terminados en ón o en ones.
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