Internacional

Charlie Kirk y el asesinato como arma política

Charlie Kirk y el asesinato como arma política
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  • Publishedseptiembre 13, 2025



¿Cuánta gente sabía en España quién era Charlie Kirk antes del pasado miércoles, el día que lo mataron? Es difícil no pensar que muchos de los que han lamentado su muerte en los últimos días, y han glosado sus virtudes como azote de los progres y freno a la mentalidad ‘woke’, se acababan de enterar de su existencia. Y lo mismo ocurre con los que celebraron desde posiciones de izquierdas el terrible asesinato. Parece que la máxima de Alfredo Pérez Rubalcaba de que «en España se entierra muy bien», que tantas veces se ha demostrado cierta, no rige en las redes sociales. La satisfacción mal disimulada (miles de mensajes recuerdan en X, por ejemplo, que Kirk dijo no hace mucho que «vale la pena pagar el precio de, lamentablemente, algunas muertes por armas de fuego cada año» mientras se mantenga el derecho a llevar armas) por lo que no deja de ser una ejecución pública, que además ha deparado durísimas imágenes, constata que la crispación política está en niveles nunca vistos desde hace muchos años.

En España, donde no hace mucho estaba mal visto el uso político de los asesinatos –durante años unos y otros se acusaban, y parecía algo gravísimo, de intentar sacar provecho partidista de los crímenes de ETA– no hay sombra ya de pudor, al menos en los comentarios en redes como X. «El Partido Demócrata encendió la llama de la discordia. El que apoyan todos los partidos españoles salvo Vox», escribió el eurodiputado Juan Carlos Girauta. En EEUU tampoco parecen muy calmados. «La izquierda es el partido del asesinato», opinó, aún más claramente, el dueño del corral, Elon Musk. El expresidente demócrata Barack Obama quiso poner freno al retorno de la violencia política: «Este tipo de violencia despreciable no tiene cabida en nuestra democracia. Michelle y yo oraremos por la familia de Charlie esta noche, especialmente por su esposa Erika y sus dos hijos pequeños».

Flores en un monumento improvisado en Phoenix para Charlie Kirk. / ROSS SR. FRANKLIN / AP

Javier Milei se ha llevado un buen revolcón en las en principio intrascendentes elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires, donde el partido de su odiada Cristina Kirchner ha superado a sus candidatos en más de 13 puntos. El golpe es grande porque fue el propio presidente argentino el que presentó la votación como un plebiscito entre él y el peronismo. El inesperado varapalo que cosechó La Libertad Avanza dejó algunos días noqueados a los mileistas. «Hemos tenido una clara derrota», admitió el presidente.

Pero Milei ha elegido la vía que mejor conoce para intentar resurgir: el retuit. La compulsividad con la que el presidente argentino redistribuye los mensajes que le alaban a él o a su política se ha redoblado esta semana. La excusa fue que la tasa de inflación del mes de agosto en el país ha sido ‘solo’ del 1,9% intermensual; en términos anuales, los precios en Argentina crecieron ese mes un 33,6%. Es cierto que los datos representan una rebaja sustancial con respecto a 2024, donde la tasa interanual de inflación estaba en agosto en el 236,7%. Pero también lo es que los números actuales supondrían la dimisión inmediata de cualquier gobierno europeo.

Así que a este lado del Atlántico cuesta un poco entender la euforia retuiteadora de Milei, que no ha dudado en festejar el dato de la inflación como si fuera el tercer Mundial de Argentina. Por ejemplo, el presidente divulgó un mensaje de @PilarRamirezmpr en el que se ve una foto de Milei celebrando con el puño el alto y el texto: «Por primera vez desde noviembre de 2017 se registraron 4 meses consecutivos de inflación por debajo del 2% mensual. El rumbo es claro y tenemos a los mejores». Algunos en las respuestas –y no son los únicos viendo los resultados de Buenos Aires– no se conforman con rebajar la inflación. «Mi bolsillo esta muy bajo también», dijo por ejemplo @elsa_vullo.

Javier Milei / Anita Pouchard Serra / Bloomberg / Anita Pouchard Serra

Aunque sin duda menos trágico que el de Charlie Kirk, otro clarísimo ejemplo de uso de las redes sociales para colar con poco disimulo propaganda política a los usuarios se ha dado con el fracaso del Gobierno a la hora de aprobar la reforma legal para que la jornada laboral se reduzca hasta las 37,5 horas semanales. Los representantes de la izquierda cercanos a Yolanda Díaz han salido en tromba para intentar convertir el indiscutible fiasco en el Congreso en votos indignados contra la derecha en las próximas elecciones.

Han buscado en muchos casos que los argumentos sean lo más sencillos posibles, se supone que para llegar a todos los ciudadanos, y eso ha provocado que la demagogia haya estado muy presente, al margen de la opinión que tenga cada uno sobre la bondad de la reforma propuesta. «Mañana la derecha nacionalista española y la derecha nacionalista catalana van a dejar a un lado sus banderas, sus pulseritas y sus himnos y se van a poner de acuerdo para joder a la clase trabajadora», escribió Unai Sordo, secretario general de CCOO, el martes, cuando se conoció que Junts se opondría finalmente a la reducción de la jornada y que uniría sus votos contra ella a los del PP y Vox.

Todo esto se podría decir de una manera más sosegada, menos histriónica y sobre todo que no activara el sensor ‘antipropaganda’ que la mayoría de los ciudadanos lleva años instalado en el cerebro para esquivar las milongas. Por ejemplo, como lo dijo en X, acompañado de un didáctico gráfico, el profesor de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid Nacho Álvarez: «Reducir la jornada laboral no tendría las consecuencias apocalípticas que dicen algunos. De hecho, la jornada de nueve millones de trabajadores ya es inferior a las 40 horas. El problema es que, sin una ley, esta reducción no llega allí donde no llegan los convenios colectivos».

Yolanda Díaz, este miércoles en el Congreso de Diputados durante el debate sobre la reducción, el día laboral a las 37.5 horas. / José Luis Roca

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