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¿cómo se forman las élites?

¿cómo se forman las élites?
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  • Publishedjulio 27, 2025



Durante décadas, las escuelas de negocios han trabajado como sismógrafos de obsesiones globales. No siempre marcan el epicentro, pero capturan los batidos. En su plan de estudios, se refleja la agenda moral, política o económica del momento. Son, al mismo tiempo, laboratorios y espejos: Incubadoras de élite que no solo absorben el espíritu de la época, sino que lo refinan, la sistematan y la transforman en la doctrina de gestión.

Mira hacia atrás lo confirma. Hace veinte años, después del temblor de la crisis financiera de 2008, la desigualdad se convirtió en el gran problema. El MBA se llenó de cursos de inclusión, microfinanzas, economía conductual, ética empresarial y responsabilidad social corporativa. Era la era del «capitalismo consciente» y las bases de negocios. Las empresas necesitaban recuperar la legitimidad, y las escuelas se presentaron como fábricas de una nueva generación de líderes del corazón.

Una década después, el enfoque se movió de la distribución de la admisión al impacto ambiental. Aparecieron presidentes de sostenibilidad, filas de escuelas ‘verdes’, métrica ESG (Envoconmento, Social, Gobierno) e incluso un nuevo perfil ejecutivo: el Director de Sostenibilidad. Las escuelas compitieron para mostrar su alineación con los objetivos de desarrollo sostenible, y muchos maestros adoptaron la narrativa de que el mercado podría, y debería, salvar al planeta.

El mundo de hoy exige una nueva forma de sabiduría: no la que cree tener todo bajo control

Pero en 2025 el guión ha cambiado. El mundo se ha vuelto más peligroso y menos predecible. Y eso se refleja claramente en los planes de estudio de las principales escuelas de negocios del mundo. Lo que domina la conversación en Wharton, Insead, Iese, London Business School o Harvard no es justicia social, cambio climático u inteligencia artificial omnipresente (AI). Es geopolítica. En un contexto de guerras abiertas, tensiones comerciales e interrupción tecnológica acelerada, la nueva palabra mágica es «prepararse».

Las escuelas responden a una transformación profunda: el abandono de la obsesión por predecir y controlar el futuro. Durante décadas, los grandes ejecutivos fueron entrenados para refinar el análisis, reducir la incertidumbre, construir modelos, anticipar. El riesgo era una variable para manejar, un margen para limitar. Estaba confiando en que el conocimiento, la tecnología y los datos nos permitirían domesticar la oportunidad. Hoy, esa confianza ha dado paso a una actitud más realista, y menos tranquilizadora, no se trata de anticipar lo que sucederá, sino para prepararse para lo que no puede anticipar.

Está confirmado por un giro silencioso pero profundo en la capacitación financiera. El antiguo enfoque determinista, basado en pronósticos lineales, ha sido reemplazado por el pensamiento probabilístico, el análisis de escenarios y la toma de decisiones en entornos de incertidumbre radical. Ya no Los líderes se forman para un mundo estable con interrupciones específicas, pero para un mundo fracturado por defecto.

Este cambio se traduce en el contenido específico de los programas. Harvard ha introducido sujetos en análisis de conflictos internacionales. Yale, a través de la Jackson School of Global Affairs, ofrece programas mixtos sobre seguridad, diplomacia y estrategia. En Europa, escuelas como HAC, es decir, o esade, han creado módulos sobre geoeconomía, dependencia tecnológica, cadenas de suministro y autonomía estratégica. En los IESE, por ejemplo, los seminarios estratégicos de inteligencia, anteriormente reservados para ejecutivos senior o ‘think tanks’, ya son parte de la oferta de posgrado regular.

Pero no se trata solo de agregar una capa de conocimiento geopolítico. Lo que está en juego es una redefinición del liderazgo empresarial. Las antiguas categorías (optimización, eficiencia, innovación incremental) están siendo reemplazadas por nuevas capacidades: adaptación rápida, pensamiento no lineal, lectura del medio ambiente, gestión de crisis. Incluso el lenguaje ha mutado. Ahora se habla de antifragilidad, teoría de cisne negro, sistemas complejos, resiliencia estratégica. El modelo de CEO visionario da terreno al del líder que escucha, evalúa y decide en condiciones imperfectas.

Esto inevitablemente comparte a los que pasan por las aulas. Porque la educación de élite no solo proporciona herramientas; Mentalidades. Si hace diez años, los graduados soñaban con establecer una startup climática o dirigir una base, hoy muchos piensan en términos de armadura: proteger los activos, diversificar el riesgo del país, comprender el nuevo juego de poder. La geoeconomía se ha convertido en una segunda naturaleza. Se acepta que las reglas de libre comercio están sujetas al veto político, que las chips son más valiosas que el petróleo, y que la certeza legal no es una garantía en una orden global fragmentada.

Este cambio no debe interpretarse como una renuncia al idealismo, sino como un reajuste pragmático. El mundo de hoy exige una nueva forma de sabiduría: no la que cree tener todo bajo control, sino la que reconoce sus límites y actúa con la prudencia estratégica. Por lo tanto, el enfoque que ahora domina en las escuelas de negocios no es estructuralista, sino funcional: formadores de líderes capaces de operar en un entorno donde las certezas se han vuelto escasas y donde la agilidad importa más que la perfección. En el fondo, lo que está sucediendo es un retorno al origen de la gestión moderna, que nació en Times of War, reorganización industrial y volatilidad. La diferencia es que hoy, la amenaza ya no viene solo del exterior: también proviene del sistema. De su inercia, de sus excesos, de su incapacidad para anticipar la próxima gran interrupción. Tal vez es por eso que las escuelas de negocios regresan a lo básico: enseñar a decidir en la niebla. No dominar el futuro, pero no hundirse en él.



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