De jugar a la lotería a jugar a las tragaperras
En el año 2005, visité con Sergi Saborit, hoy subdirector de EL PERIÓDICO, la sede de Cirsa en Terrassa. Ambos trabajábamos entonces en el diario económico Expansión. Nos recibió Manuel Lao Gorina, hijo del fundador de la primera empresa de juegos de azar de España, Manuel Lao Hernández. La compañía iniciaba un proceso de sucesión que debía ir acompañado de la expansión a nuevos mercados.
Cirsa trabajaba en aquel momento con el objetivo de lavarse la cara y demostrar su papel como creadora de empleo de calidad. Nos enseñaron el área de desarrollo tecnológico de juegos, donde los ingenieros eran responsables de los nuevos proyectos y la creación de máquinas más sofisticadas. El juego no deja de ser un negocio que se apoya en matemáticas estadísticas para incentivar el consumo a partir de la selección de los premios. La frase: la banca siempre gana no es casual.
Y… sin embargo, lo que más nos impactó de aquella visita no fue nada relacionado con el negocio del juego. Fue la gigantesca jaula que Lao Hernández conservaba en su despacho -con terraza- llena de papagayos y loros. Hay imágenes que transmiten más información que mil palabras y argumentos. En un viaje a la selva boliviana -río Madre de Dios- unos años después, en plena observación de los preciosos guacamayos en sus collpas, no dejaba de pensar en aquellas pobres aves encerradas en Terrassa.
No vi la jaula el pasado martes, en mi segunda visita a Cirsa. Los tiempos son otros desde hace ya algunos años y la imagen de la empresa de juegos de azar lleva tiempo intentando cambiar. La salida a bolsa es una nuevo paso para tratar de reformar un negocio en el que, me consta, nunca trabajarían personas que conozco, aunque les dieran un cheque en blanco.
Conozco a Joaquim Agut desde mi paso por Nueva York a mediados de los años 90. Me lo presentaron dos gratos y veteranos expertos de la comunicación en España: Carlos Paniagua y María Jesús Martín. Gracias a su intermediación, finalmente logré cumplir unos de mis objetivos: entrevistar a Jack Welch (1935-2020), el gestor empresarial más prestigioso del mundo, presidente de General Electric, en julio de 2000 en Madrid.
Hablamos brevemente tras su incorporación a Terra, pero no volví a conversar tranquilamente con Agut hasta que, por sorpresa, fue nombrado primer ejecutivo de Cirsa. No entendí ese movimiento por parte de alguien con su trayectoria directiva y me invitó a almorzar en el restaurante del hotel Don Cándido de Terrassa, propiedad de Manuel Lao través de Nortia.
Había poderosas razones personales, que forman parte de la conversación privada, para regresar a Terrassa; pero las expectativas de ayudar a crecer a una de las empresas icónicas de su población eran un desafío más. Agut explicó que la relación con Lao era muy antigua: «Cuando él trabajaba en un bar, nos servía los cafés. Ahora trabajaré para ellos», contó como anécdota.
En aquel almuerzo dedicamos la mayor parte del tiempo a hablar mucho del negocio del juego de azar. Empezaban a consolidarse los fondos de inversión éticos, que no invertían en empresas de juego, defensa, tabaco, armas, alcohol y pornografía. A título personal, le indiqué que nunca en mi vida había jugado en un casino y que, las dos noches que pasé en un hotel de Las Vegas camino de los cañones de Utah y Arizona, me quedé estupefacto cuando vi el ambiente -de lo más familiar a lo más sórdido- al visitar los casinos de la capital del juego de Estados Unidos.
El debate sobre la ética en los negocios puede eternizarse y hay elementos emocionales difíciles de enmarcar. Jugar a una de las loterías nacionales o comprar el cupón de la ONCE no genera las dudas que imprimen las salas de bingo y las tragaperras de los bares. Pocas cosas hay más glamurosas que invertir en una bodega de vino porque a nadie se le ocurre pensar en las adicciones al alcohol (siempre más asociadas a los licores de alta graduación). Y hoy, hasta las inversiones en el sector de defensa, por aquello de la seguridad nacional y las amenazas de los malos de rigor, están bien vistas salvo por sectores de la ultraizquierda o el buenismo pacifista.
Cirsa -una de las consejeras nombradas es la directora de la Fundación Felipe González, Rocío Martínez-Sampere- sale a bolsa para iniciar una nueva etapa. Agut defiende la transparencia de un negocio que, señala, es uno de los más regulados. Más allá de la ética y las apreciaciones personales, que defina el mercado su futuro. Al menos, ya no hay papagayos encerrados cruelmente en su sede.
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