¿en el peor país del mundo?

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, considera que España no va mal, va fatal. Su paso por el Cercle d’Economia le sirvió para lanzar su enésima enmienda a la totalidad al gobierno de Pedro Sánchez. Atacó el triunfalismo que marcó el discurso de éste el día anterior, cuyos mensajes sobre la bonhomía de la economía española, la locomotora de la Unión Europea, no amaga la dura realidad de un país donde -defendió Feijóo- el nivel adquisitivo baja, donde se pagan más impuestos que nunca, donde los servicios básicos -desde sistema eléctrico a ferroviario- no funcionan y donde el intervencionismo económico es extremo. Atacó desde el mantenimiento del impuesto del patrimonio hasta la decisión de reducir la jornada laboral. Él abogó por mayor flexibilidad de la jornada, apostar por un banco de horas, aumentar la productividad y reducir el absentismo.
Como ejemplo de intervencionismo, el jefe de la oposición fue claro sobre la decisión del Gobierno sobre la anunciada consulta pública para tener más información de la OPA del BBVA sobre el Sabadell. Enfrente suyo, en la primera fila, separados por una decena de personas, los presidentes de BBVA, Carlos Torres, y Sabadell, Josep Oliu. Después de atacar la “frivolidad” de una decisión “populista” e inédita en Europa, agregó: “marca un precedente sobre cualquier tipo de operación empresarial que pueda realizarse”. Pidió que el Gobierno debe liderar de acuerdo con las reglas, velar por el interés general e intentar evitar la narrativa de vencedores contra vencidos. “Gobernar es indelegable. Esto crea un precedente, es una arbitrariedad y puede generar implicaciones patrimoniales al Estado”, siguió. Por la tarde, se supo la pregunta del Gobierno sobre la consulta popular, dirigida a todas las personas y entidades que quieran responder, que muestre sus opiniones de “interés general” sobre la opa.
A diferencia de tantas reuniones anuales del Cercle en que el centro de gravedad de los discursos de los políticos era sobre el presente y futuro de Catalunya, este año apenas ha merecido unas menciones al margen. Si Sánchez afirmó que se mantienen los objetivos para ir adecuando un nuevo modelo de financiación de acuerdo con sus socios parlamentarios; Feijóo respondió sobre cuál es la estrategia de su partido sobre el modelo que calificó de caducado: “reformar, pero no romper”, en que deberían valorarse y buscar una solución consensuada todos los elementos socioeconómicos y demográficos que afectan los ingresos y los gastos de las comunidades. “Catalunya necesita recursos adicionales”, enfatizó, sin olvidarse de las comunidades valenciana y murciana, las más afectadas por el actual sistema de financiación. Ni un suspiro entre el público.
Feijóo estuvo mejor que el año pasado, pero sigue sin convencer. Era un comentario mayoritario –“¡y estoy de acuerdo con él en los temas fiscales y en su opinión sobre la consulta de la opa!”, exclamaba un participante- tras su conferencia y el diálogo que mantuvo con Jaume Guardiola, presidente del Cercle. Un empresario que afirma conocerlo dice que no puede parecer siempre enfadado, que no es necesario tanto afán fatalista. España no va tan mal, aunque, claro, puede ir mejor, era un resumen. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, señaló horas después ante el mismo auditorio: “Es el momento de España dentro de Europa” tras vanagloriarse de ser la economía que mejor se comporta entre los países desarrollados y la única a la que el Fondo Monetario Internacional ha subido las expectativas de crecimiento. De un extremo a otro. Al menos, tanto Sánchez como Feijóo están de acuerdo en que es hora de que Europa despierte y actúe, acelerando las decisiones ejecutivas, reduciendo burocracia y fomentando mayor integración. Algo es algo.
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