Groenlandia, entre la voracidad de Trump y un independentismo muy arraigado

«Groenlandia ya había atraído la atención mundial por razones geopolíticas o por el impacto de su deshielo en el cambio climático. Donald Trump nos había colocado en 2019 en el mapa global, también geopolíticamente«, explica a EL PERIÓDICO Kim Falck-Petersen, secretario ejecutivo de la Representación Permanente de Groenlandia en Copenhague. Alude a la ‘oferta’ de compra del presidente estadounidense en su primer mandato, a la que ya respondió con un no rotundo la jefa del gobierno danés, la socialdemócrata Mette Frederiksen. Las elecciones parlamentarias del próximo 11 de marzo en ese territorio autónomo del Reino de Dinamarca coinciden con la crispación del conjunto de la UE ante el rumbo rupturista de Washington. De la oferta de compra de Groenlandia ha pasado Trump en su segundo mandato a no descartar el uso de la fuerza militar. Algo que, en una isla de 2,2 millones de kilómetros cuadrados, un 80% de los cuales bajo hielo permanente, y una población de 57.000 habitantes, sería un paseo para la superpotencia estadounidense. Siendo Dinamarca miembro de la OTAN, dicha opción militar colocaría a la Alianza Atlántica ante una implanteable agresión entre socios comprometidos a defenderse entre sí en virtud de su Artículo 5, la columna vertebral de la organización.
El interés de Trump no es nuevo. Pero el acelerado deshielo ártico facilitará la apropiación de sus materias primas, hidrocarburos y las llamadas tierras raras, así como la apertura de rutas de navegación más seguras y baratas. Se disputan el pastel Rusia, China y Estados Unidos.
El interés por el comportamiento de los electores groenlandeses es inusitado. Trump ha colocado a Groenlandia «en el mapa», como dice Falck-Petersen, uno de los 17.900 groenlandeses residentes en Dinamarca. El independentismo llevaba ya décadas arraigado en la isla. Todos los partidos de su Parlamento autónomo lo son. Groenlandia dejó de ser colonia danesa en 1953 y desde 2009 su Estatuto contempla el derecho a la autodeterminación. La diferencia entre unos y otros partidos está en la velocidad a la que se quiere avanzar hacia ese objetivo. Hasta qué punto la voracidad de Trump ha acelerado o frenado estas ansias de autodeterminación es una de las cuestiones que planean sobre los comicios. Un 85% de los groenlandeses no quiere ser parte de EEUU.
El partido socialista Inuit Ataqatigiit (IA) del presidente autonómico, Múte B. Egede, defiende una vía algo ralentizada hacia la independencia. Del segundo partido Siumut, su socio de gobierno, ha partido la propuesta de celebrar un referéndum en la próxima legislatura. Ha habido ya notables abandonos en dirección a un tercer partido, el más rupturista Naleraq.
«Tomar decisiones ahora sobre la independencia es complejo. Influyen consideraciones económicas, sociales y políticas», apunta Falck-Petersen. En la isla se ha convertido en una especie de mantra la frase de «Groenlandia no se vende». En Copenhague, la repiten a diario las dos diputadas groenlandesas del Parlamento danés, Aaja Chemnitz, de IA; y Aki-Matilda Høegh-Dam, que de Siumut se ha pasado a Naleraq. Geográficamente, Groenlandia está más cerca de EEUU que de Dinamarca. Pero económicamente depende de Copenhague, que aporta un 50% de sus presupuestos anuales. El cordón umbilical se mantiene.
Desprecios y abusos daneses a los inuit
«Los inuit tienen razones sobradas para no amar a los daneses», explica Birgir Thor Moller, programador cultural del Nordatlantens Brygge, o Muelle del Atlántico Norte, ubicado junto a la representación de Groenlandia. Un 90% de la población groenlandesa es de etnia inuit, maltratada o despreciada por Dinamarca. Exponente de estas «razones» son varias películas que se proyectan en su ‘Filmdage’, festival de cine nórdico. Entre ellas, ‘Gronlands Hvide Guld’ u ‘Oro blanco groenlandés’, sobre la explotación practicada en la Segunda Guerra Mundial a unas minas de la isla, cuyos minerales se utilizaron para la fabricación de piezas para 200.000 aviones aliados. Su estreno el pasado febrero levantó ampollas en Nuuk.
Por su parte, ‘Inuk woman city blues’, de Laila Hansen, refleja la dura vida de las groenlandesas con una visión poética. Fuera del cine, la realidad es más cruda y salpicada por escándalos que alcanzan hasta el presente. En 2022 salieron a relucir las esterilizaciones forzadas llevadas a cabo entre 1966 y 1970 en Dinamarca sobre unas 4.500 groenlandesas, incluidas niñas, a las que se implantaron dispositivos intrauterinos. Asimismo se conoció con décadas de retraso el ‘experimento’ realizado en 1950 sobre 22 niños inuit, a los que se trasladó a Copenhague en busca de una élite groenlandesa educada en Dinamarca.
Hace apenas unas semanas se suspendieron por fin los tests psicotécnicos a los padres groenlandeses de Dinamarca, difíciles de superar por los inuit por sus diferencias culturales. Unos 400 niños había acabado en los últimos años separados de sus padres, considerados ‘no aptos’ y acogidos por familias danesas. Los inuit están estigmatizados en Dinamarca. Lo que no impide el despoblamiento progresivo de Groenlandia hacia territorio danés, con consecuencias alarmantes para una isla casi deshabitada.
¿Quién defenderá Groenlandia?
El régimen autonómico de Groenlandia, que no forma parte de la UE, es amplio. Pero no incluye ni política Exterior ni Defensa. La presencia de las dos diputadas groenlandesas en el Folketing, o Parlamento de Dinamarca, es casi simbólica. La defensa de isla corresponde al Ejército de Dinamarca, con un contingente nacional de 16.700 soldados y 12.000 reservistas.
Copenhague ha reforzado sus operaciones en el Ártico, con buques de inspección, patrulleras, aviones, helicópteros y hasta trineos tirados por perros. La coordinación corresponde al Comando Ártico, en Nuuk, con un centenar de efectivos, más otros 50 distribuidos entre este territorio autónomo y las islas Feroe. Desde hace dos años recibe a reclutas daneses para su instrucción militar en la base de Kangerlussuaq.
Es una presencia discreta y sin capacidades –ni pretensiones– de confrontarse por la fuerza a EEUU. Desde Copenhague, la primera ministra Frederiksen se comprometió al abrir el año reforzar la defensa del Ártico. Se baraja una cifra de 2.000 millones de euros, que incluirán tres barcos equipados para la región, drones y observación satelital. A este anuncio siguió en febrero el de un plan extraordinario que subirá el gasto en Defensa al 3,7% del PIB. Ya en marzo, y con Europa disparada hacia el rearme, Frederiksen se ha posicionado entre los socios interesados en el paraguas nuclear de Emmanuel Macron.
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