Guardar rencor es una de las crueldades más refinadas que nos infligimos a nosotros mismos porque nos hace rehenes de las personas que menos queremos en nuestra vida





¿Te consideras una mala persona? Si te cuesta soltar tu ira, si años después sigues recordando con odio a la persona que te hizo daño, está claro que la respuesta es sí. Y tal vez pienses que Este resentimiento te protege contra futuras mentiras.que te protege de la ingenuidad. Pero, lamentablemente, esto sólo te convierte en rehén de tus propias emociones.
“Guardamos rencores creyendo que es un arma contra quien nos hace daño, pero en realidad resulta que es un veneno que tomamos esperando que la otra persona enferme”, explica el experto en crecimiento personal, Álex Rovira, reflexionando sobre los rencores en sus redes sociales. Y Sus palabras pueden cambiar completamente tu perspectiva. respecto a este tema.
La paradoja del resentimiento


El resentimiento puede ser La más paradójica de las emociones humanas.. Y es que, como explica Álex Rovira en sus redes sociales, el rencor nos hace pensar que estamos castigando a los demás, cuando en realidad nos estamos castigando a nosotros mismos.
“Es uno de los las crueldades más refinadas que nos hacemos daño, disfrazados de justicia», afirma el experto. Porque sí, todos esgrimimos el rencor en nombre de la justicia. Pensamos que es nuestro derecho, «nuestra manera de mantener viva la dignidad herida», afirma Rovira.
“El resentimiento nos convence de que mientras mantengamos vivo el dolor, de alguna manera castigamos al que nos lastimó«, añade el experto. La realidad, sin embargo, es muy diferente. Con el resentimiento sólo nos hacemos daño a nosotros mismos.
El resentimiento nos convierte en rehenes.


“Lo extraño del rencor es que nos convierte en rehenes de las personas que menos nos gustan en nuestras vidas”, afirma Rovira. Mientras nos aferramos a este dolor, reviviendo los detalles de la ofensa una y otra vez para no dejar ir el resentimientoNos convertimos en rehenes de quienes nos hacen daño.
«Les damos un poder enorme«, explica el experto, «el poder de arruinar nuestros días a distancia, de influir en nuestro estado de ánimo sin siquiera querer estar presentes. “Es la gota que colmó el vaso”.
Les damos este poder permitiéndoles habitar nuestros pensamientos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. «Les damos espacio libre en nuestras mentes y corazones.como explica Rovira. Incluso hay una especie de cómodo morbo, porque, como dice el experto, «los seres humanos ejercemos una extraña fascinación; a veces parece que preferimos la familiaridad de un resentimiento conocido a la incertidumbre de dejarlo ir». Y aunque nos duela, Nos aferramos a él como un clavo caliente.
Identidad en crisis
Quizás lo más peligroso del rencor es que poco a poco se convierte en el centro de la identidad, continúa Rovira. «Nosotros somos la persona a la que le hicieron esto.“El que ha sido traicionado, el que ha sido tratado injustamente”, explica. Eso es lo que nos decimos a nosotros mismos, llevamos un registro detallado de las infracciones que Constituyen nuestra identidad.
Afecta a nuestra autoestima, a la calidad de nuestras relaciones e incluso a nuestro bienestar. Sin darnos cuenta, esta deuda que queremos recuperar por traición, por dolor, terminamos pagando por elloy con interés.
«Solo nosotros pagamos el coste de mantener esta contabilidad.“Si me permiten, absurdo, ridículo e infantil”, afirma el experto. Y por si fuera poco, al pagar las deudas del pasado, nos olvidamos de las oportunidades del presente.
La solución inteligente: perdonar
Con todos los argumentos expuestos por el experto, no hay duda al respecto. El más rentable, Lo más económico y emocionalmente justo es perdonar. Pero ojo, porque como advierte Rovira, tendemos a confundir perdón con absolución. Y no se trata de perdonar todo lo que la otra persona hizo mal, decir que realmente no estuvo tan mal o justificar sus acciones. «“Perdonar es decir que no queremos seguir cargando con este peso” explica el experto.
«Este una decisión inteligentemente egoísta en el mejor sentido de la palabra», continúa. Y a veces, mientras esperamos que el otro se disculpe, que repare lo irreparable, somos nosotros los que seguimos haciéndonos daño.
La propuesta de Rovira es, solo déjalo ir. Deja de creer que algún día se hará justicia, deja de esperar a que el otro cambie o reciba lo que merece. Y simplemente déjate llevar.
“Los momentos más liberadores de nuestras vidas a menudo llegan cuando finalmente comprendemos que podemos deja ir el rencor, no porque el otro lo merezca, sino porque finalmente nosotros merecemos la paz. «Es un regalo para nosotros mismos». El castigo para quienes nos hacen daño no es nuestro resentimiento, pero nuestra capacidad de vivir bien a pesar de lo que nos hicieron”, concluye Rovira.
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