La inflación en Marruecos, un comensal más en la mesa del Ramadán

En las azoteas de Rabat, la llamada a la oración, en el momento de la puesta de sol, se ha mezclado este domingo con otro sonido, las salvas de cañón, que indican que el país ya está en Ramadán. Un mes sagrado, pero también marcado por los compromisos familiares, mesas llenas de comida al anochecer y una rutina, que aunque se mantiene, baja de intensidad. En el país norteafricano la inflación también se ha convertido en una parte más de este periodo, un invitado no deseado, pero que estos últimos años se ha colado en el día a día del país. El precio de muchos productos ha aumentado, incluso doblado. La sequía y el aumento de los precios de la gasolina, empujan el coste, pero también la gran cantidad de intermediaros, y la especulación, por los que pasan los productos antes de llegar a la calle o el mercado.
«Antes la carne de ternera nunca superaba los 60 dírhams (unos seis euros)», lamenta el vendedor de un pequeño colmado de la capital. Ahora el kilo vale el doble. Pero no solo la carne, el aceite de oliva, pilar en la cocina, también se ha vuelto producto de lujo. El litro llega a los 10 euros en los supermercados. La población se ha acostumbrado, con resiliencia e indignación, a estos precios, que cada vez se escapan más de los sueldos, que no varían. Las comidas se adaptan, la carne está menos presente. En el cuscús de los viernes, sin ir más lejos, el pollo ha ganado popularidad enfrente de la ternera, porque es más barato, y los trozos de carne son más pequeños y cuestan más de encontrar entre la sémola y las verduras.
El pescado también es uno de los platos estrella del Ramadán. Esta última semana un joven vendedor de Marrakech, Abdelilah, ha dado el salto a la fama tras vender sardinas en la calle a 5 dírhams (0,50 euros) el kilo. Entre tres y cuatro veces menos del precio habitual. Esta misma semana, en los mercados de Rabat, este producto alcanzaba los 25 dírhams (2,5 euros) el kilo. Las redes sociales se han llenado de vídeos mostrando largas colas enfrente de su puesto. «Si las compro a cuatro, las vendo a cinco. Todos lo podrían vender al mismo precio, si compran directo a los pescadores y no pasan por intermediarios», explica el chico. En redes muchos ya lo consideran «héroe». «En Marruecos hay abundancia de pescado, los más pobres tendrían que poder consumir a un precio razonable», defiende en declaraciones a la prensa.
El foco puesto en los intermediarios
Tras el revuelo por los precios de este joven, muchos medios se han preguntado cómo puede ser posible que sean tan baratas. Algunos señalan que es «técnicamente imposible» por la gran cantidad de intermediarios por los que pasan y van subiendo el precio. Como denuncia, Mohamed, un mayorista del puerto de Safi entrevistado por el medio Yabiladi, cuando las capturas se descargan de los barcos y se llevan al centro de clasificación, «desgraciadamente, a menudo son compradas por los propios propietarios de los barcos, a través de empresas en nombre de sus familiares, por 3,20 dírhams el kilo», denuncia. Él y otros testimonios citados, relatan que después se produce una segunda subasta «ilegal» en el puerto: «Quienes compran a 3,20 dírhams el kilo lo revenden a los mayoristas entre 13 y 15 dírhams el kilo».
Más allá de la pregunta que el país se hace («¿cómo puede ser que Abdelilah venda las sardinas a 5 dírhams cuando normalmente pagamos mucho más?»), este episodio ha servido para poner de nuevo el foco en el aumento de precios, las razones y el rol de los intermediarios. Según datos oficiales, el pescado subió un 6% en enero en comparación con el mismo mes del año pasado. Según un informe del Consejo de la Competencia, hay «numerosas disfunciones observadas en los mercados de producción y comercialización de frutas y hortalizas en Marruecos». Explican que los circuitos para comercializar estos productos «se caracterizan por la presencia de una multitud de intermediarios que, al parecer, practican la especulación, obteniendo márgenes excesivos e injustificados, que recaen sobre los consumidores».
Anulada la fiesta del cordero
El inicio del mes sagrado ha coincidido con el anuncio del monarca Mohamed VI de instar a la población a no llevar a cabo este año el sacrificio del cordero durante la fiesta del Aid al-Adaha, una de las celebraciones religiosas más importantes junto al final del Ramadán. Esta tradición está prevista para el mes de junio. El argumento principal del monarca, que en Marruecos ostenta el cargo de Comandante de los Creyentes, es la sequía que vive el país y el aumento de los precios de los corderos. «Su cumplimiento en estas difíciles circunstancias podría resultar perjudicial para amplios sectores de mi pueblo, particularmente aquellos con ingresos limitados», explicaba el comunicado de palacio. Esta medida no se había aplicado desde 1996, cuando, durante una importante sequía que vivía el país, Hassan II, anuló esta fiesta.
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