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Los bonitos hoteles imaginarios del ilustrador Jorge Arévalo | El Viajero

Los bonitos hoteles imaginarios del ilustrador Jorge Arévalo | El Viajero
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  • Publisheddiciembre 24, 2025



La galería de arte madrileña La Fiambrera (Calle del Pez, 30) actúa como agencia de viajes secreta a través de una exposición. Entre las ilustraciones expuestas hasta el 17 de enero en su cálido y colorido sótano se encuentra un rincón lleno de ilustraciones de 17 hoteles imaginarios ubicados en destinos de la vida real donde la gente alguna vez disfrutó de la buena vida. A veces con ilusión, otras con desdén y siempre con elegancia. El autor de estas ilustraciones es Jorge Arévalo (Madrid, 57 años) y el nombre de la exposición, Hoteles. Incluso si también pudiéramos haberlo llamado En busca del tiempo perdido.

La galería propuso la exposición. La inspiración para realizar la obra llegó a Arévalo durante un verano hedonista, en un luminoso Mediterráneo. Pero llegó el otoño, el frío, y se encontró trabajando fuera de contexto. Pese a ello, siguió adelante y admite que lo habría llevado hasta el infinito: más hoteles, más lugares, más elementos. Cuenta a el viajero durante una visita guiada a la exposición fue muy divertido inventar nombres de hoteles; Sacha, Jean Luc, Yves, Alpine, Lemon Ritz, Riva, Chez Claude, Saint Clair, Le Soleil… Casi marcas con su propio universo cromático. Alojamientos que son destinos en sí mismos.

Las ilustraciones de Arévalo por localización, estética, color y diseño, se nutren, además de sus propias vivencias, de los anuncios de Martini, la película El talento del Sr. Ripleypelículas del cineasta Steven Soderbergh, con una dirección artística minuciosamente cuidada, y sobre todo carteles de películas de los años sesenta y setenta, que hablan de viajes y placer, de belleza y elegancia. “Este mundo impecable antes de la masificación del turismo me inspira mucho”, afirma el ilustrador, aunque reconoce que ha idealizado un poco este universo. El imaginario de la Costa Azul, la costa italiana que se extiende hasta la costa amalfitana, los Alpes franceses y suizos, el norte de África, la Cuadra de San Cristóbal del arquitecto Barragán en las afueras de México, Río de Janeiro, Punta del Este… son lugares muy glamurosos y presentes en las revistas de viajes, en la literatura, la fotografía y el cine.

Las ilustraciones que componen la exposición Hoteles Son franceses. Una decisión que el autor adoptó porque no tenía que casarse ni con la italiana ni con la española. Francia actuó como un vacío mágico que le permitió jugar sin concluir nada. Algo que salta a la vista cuando miramos estas ilustraciones en las que parece que algo está a punto de suceder. No podemos ver las fachadas de estos hoteles imaginarios, pero sentimos que están ubicados en antiguas villas romanas, en palacios del Renacimiento italiano, en edificios históricos parisinos, en casas coloniales. Lo que vemos son columnas clásicas, balaustradas de forja, grandes cortinas de terciopelo, grandes ventanales, techos altos, suelos de mosaico hidráulico… Este universo de excelencia del pasado que se combina con la tecnología actual. Sólo vemos un reloj lo suficientemente largo como para comprobar que no es digital, que no hay señales de coches, sólo veleros y caballos. Todo parece atemporal. Incluso los atuendos y trajes podrían ser actuales o de hace medio siglo. El mar y la montaña apenas se ven, se sienten. En la ilustración de la Cuadra de San Cristóbal, hay una piscina que puede transportar a una persona contagiada por el ambiente que desprende la exposición, hacia la piscinauna película con Alain Delon, Romy Schneider, Maurice Ronet y Jane Birkin que se desarrolla en un pueblo cercano a Saint Tropez y que recrea un mundo de espacios vacíos y luminosos, en el que sólo viven cuatro personas. Cuatro.

En todas estas ilustraciones, es verano. Siempre hay tiempo para divertirse, para disfrutar, para relajarse. la dulce vida. En la mayoría de ellos hay tres personas: una pareja formada por una mujer y un hombre y un cazador polivalente. Cuando no lleva maletas que ya no se ven, como baúles y sombrereras, sirve champán. Los elementos antes mencionados recrean una situación basada en el blanco y negro. Siempre hay masas de negro que definen la escena y de blanco que la equilibran. El negro guía la composición. «El blanco y el negro generan el contraste que lo hace todo más fuerte. Son dos colores básicos para cualquier pintor o artista», explica Arévalo.

Las ubicaciones de sus hoteles imaginarios son guiños geográficos, como es el caso de Menorca, que el ilustrador eligió porque conoce bien la isla y, además, en Mahón está el Lemon Bar, con una particular estética roja. En cualquier caso, se trata de una selección de lugares a los que el imaginario colectivo asocia dulce vida: Saint Tropez y la Costa Azul, Positano y la Costa Amalfitana, los Alpes y las estaciones de esquí de Chamonix, Courchevel y Saint Moritz, etc. Y la gente que veranea en estos lugares está acostumbrada a esquiar en invierno. Cambia la altitud, la luz, la ropa, lo que no cambia es la esencia. Es la misma visión hedonista del tiempo detenido. Perdido. Deseado. La presencia de Marcel Proust, este novelista francés que habla de las pequeñas emociones, de los olores, de lo que vemos, de los colores, está ligada a la necesidad que Arévalo cree que tiene su generación de volver a ciertos momentos anclados en el tiempo, no por nostalgia, sino por un deseo de recuperar elementos impecables, intocables, una cierta excelencia en ello. “No hablo de ostentación, sino de calidad: la servilleta del hotel, los cubiertos, el plato… detalles que quizás poca gente aprecia, pero que te transportan a un mundo maravilloso”.

Cuando se le pregunta qué diferencia a un hotel de otro, Arévalo responde que son los detalles y la forma de hacer las cosas. «Hay hoteles que lo tienen todo, la arquitectura, el servicio, la ubicación, y sin embargo no te conectan. La conexión está en el trato, en la historia del lugar, en la habitación que recibes, en los olores, en los objetos, en los gestos… No necesito lujo ostentoso, sino excelencia sincera. Son estas sensaciones intangibles las que distinguen un gran alojamiento del resto.» Sí, en el libro de Haruki Murakami, La muerte del comandante.una persona sale del interior de un cuadro, en las ilustraciones de Jorge Arévalo que componen Hoteles Te hacen querer vivir dentro de ellos.





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