Ministros a la hora del recreo
No hay nada más ridículo, que provoque más vergüenza ajena, que un adulto haciéndose pasar por el adolescente que un día fue y ya nunca será. Lo experimenta uno mismo cada vez que intenta utilizar -sin éxito alguno- el lenguaje de sus hijos con intención de recortar la brecha generacional. Lo más que consigue es un «papá, déjalo, anda», por parte de unos jóvenes abochornados de tener un padre con tan poco sentido del ridículo.
[–>[–>[–>El pasado fin de semana, fue objeto de mofa en las redes un insólito vídeo. Cuenta la historia de un ministro que intenta introducirse en el ambiente de Tik-Tok, para lo que pide asesoramiento a dos compañeros de gabinete. El community manager del Gobierno, además de ministro de Transportes, lo presentaba así en Twitter: «Félix Bolaños anda pidiendo ayuda para hacerse una buena cuenta de Tik Tok. Hacemos lo que podemos por ayudarle».
[–> [–>[–>Compartía con sus casi 300.000 seguidores el vídeo que lo atestigua. Reproduzco el diálogo por su especial interés, y dando por supuesto que muchos lectores no están tan enganchados a las redes como nuestros ministros. Comienza el susodicho vídeo con el ministro de Justicia en mangas de camisa telefoneando a Pilar Alegría, ministra portavoz y de Educación. En la pantalla del smartphone de ella aparece que la está llamando «Súper Bolaños». Él: «¿Pilar, qué tal?». Ella: «¿Qué tal Félix? ¿Que te vas a abrir una cuenta de Tik Tok? Pero, ah, ¿que tú no te la has abierto ya? Pero mira, que te va a tocar hacer bailes y cosas divertidas, Félix [risas]». Él: «Pues claro, voy a hacer cosas divertidas…».
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De repente, y con una impostada naturalidad, el superministro cambia bruscamente de tema. «Pero estoy pensando en cambiarme de gafas. Mira el exitazo que ha tenido Pedro [imagen de Pedo Sánchez con gafas]». Ella [Tras colgar]: «Dios mío. Este pobre hombre empieza a hacer Tik Tok. No sabe lo que hace». Él: «Joy, Joy, tampoco tanto. Voy a llamar a Oscar».
[–>[–>[–>En la pantalla del móvil del ministro favorito de los asturianos aparece un aviso de llamada de «Félix Buñuelos» (sic). Un Óscar Puente risueño, con sudadera, atuendo de andar por casa, pero rodeado de gráficos, mapas y documentos de todo tipo, como si estuviera trabajando, responde: «Hombre, Félix, ¿qué tal, qué es de tu vida?». Bolaños: «Pues aquí ando con la mayor transformación de la justicia en décadas [Muestra a cámara un tomo titulado ‘Enjuiciamiento Criminal’]. Oye, he abierto Tik Tok.» Puente: «¿Qué vas a hacer en Tik Tok? ¿Y qué puedo hacer? Ah, ¿quieres que te eche una mano porque estás muy desesperada? Pues ya sabéis que Tik Tok no es lo mío. Yo, el mío es Twitter. Además, ahora estoy muy ocupado asesorando a un político americano, un joven que acaba de empezar. [Bolaños piensa: ‘vaya rollo que me está metiendo’]Me hizo un regalo, hasta me envió una gorra, hombre. [muestra una gorra visera de Trump, roja, con la inscripción ‘Make America Great Again’]. Pues no te preocupes, haré lo que pueda, si puedo echarte una mano cuenta conmigo. Vamos, gracias. un abrazo [cuelga]. Va a hacer un Tik Tok, es más viejo que un bosque, hombre». Bolaños: «Creo que él sabe de Twitter, pero yo soy el que sabe de Tik Tok».
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A saber quién habrá aconsejado al Gobierno acercarse a la juventud a través de las redes. Ya no está Iván Redondo para echarle la culpa de los postureos y las excentricidades. Ponerse al día y ganarse al público joven es una tarea titánica. Qué nos lo digan a los periodistas. Y no pasa precisamente por el uso, cuando no abuso, de las redes sociales. Aunque, claro, como Tik Tok es china, igual mola más que las redes de los ricachones de la industria digital norteamericana.
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[–>Los jóvenes de hoy, por lo que uno percibe, tienen preocupaciones más elementales y perentorias. Conseguir un empleo, sobrevivir a la precariedad, acceder a una vivienda digna… En suma, la perspectiva de un futuro, que a día de hoy no solo se les niega, sino que no hay muestra alguna de que haya alguien trabajando en ello.
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Los tres ministros jugando a Tik Tok le recuerdan a uno a la tía sobona haciendo una exhibición de cucamonas ante un bebé, que en vez de reírse se echa a llorar. No se sabe muy bien por miedo o por vergüenza ajena.
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