Trump inicia la depuración de funcionarios para trufar la Administración con incondicionales
Durante los últimos meses de Joe Biden como presidente, uno de los departamentos gubernamentales encargados de la conservación de espacios naturales se lanzó a la contratación de expertos de prestigio para reforzar su plantilla y, después de un largo proceso de selección, cerró un acuerdo con varios candidatos. “Era gente muy potente, estábamos ilusionados”, dice una funcionaria del departamento en cuestión. Pero entonces llegaron las elecciones y sucedieron cosas inesperadas. “Básicamente se echaron todos atrás. Ninguno quiso arriesgarse a dar el salto al Gobierno federal tras la victoria de Donald Trump”, añade de forma anónima por temor a sufrir represalias. El nuevo presidente ha puesto al funcionariado en su punto de mira. Acusa a la burocracia de operar como una suerte de nefario “Estado profundo” (‘Deep State’) dedicado a sabotear sus políticas. Le ha declarado la guerra y las depuraciones ya han comenzado.
“Nos vamos a deshacer del cáncer en todas sus manifestaciones”, dijo Trump esta semana tras firmar una orden ejecutiva para reclasificar algunos empleos públicos, lo que facilitará el despido de decenas de miles funcionarios de carrera y su reemplazo por cuadros políticos. El equipo del republicano ha anticipado que hasta 50.000 funcionarios en puestos de responsabilidad podrían ser despedidos. Una de las medidas telegrafiadas por el magnate durante la campaña para “hacer añicos el Estado profundo” y “despedir a burócratas deshonestos y políticos de carrera”, a los que acusa de estar destruyendo el país. “La gente está asustada. Hay miedo a las represalias y a que alguien te señale por no ser lo suficientemente leal al presidente”, asegura a este diario otro funcionario, en este caso, ligado a la política exterior.
Trump no ha hecho nada por disipar esos temores. Más bien al contrario. Antes incluso de que tomara posesión, su equipo de transición se dedicó a cuestionar a parte del organigrama del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés), preguntándoles por qué candidato votaron en noviembre, sus donaciones durante la campaña o sus posicionamientos en las redes sociales, según ha publicado Associated Press. No fue más que el principio porque esta misma semana, en una videoconferencia que duró tan solo dos minutos, los nuevos responsables del NSC pidieron a sus trabajadores que recogieran sus cosas para no volver hasta nueva orden. “Dejen que sea claro: todo aquel que trabaje en el NSC estará plenamente alineado con la agenda del América primero”, había dicho antes el nuevo consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz.
«Clientelismo nepotista»
Los cambios de personal en el aparato gubernamental son habituales cada vez que un nuevo presidente llega a la Casa Blanca. Pero la designación de cargos políticos tiende a circunscribirse a los puestos de mayor responsabilidad para garantizar la continuidad de un cuerpo de administradores civiles al margen de los vaivenes políticos. Una idea ahora seriamente amenazada por la llamado Schedule F, la cláusula recuperada por Trump para reclasificar miles de empleos públicos. “Es una vuelta al sistema de ‘clientelismo nepotista’ que imperó en EEUU hasta la reforma de la Administración Pública a finales del siglo XIX. Para que te contrataran entonces no solo tenías que ser un ‘hombre del partido’, sino de la facción adecuada del partido”, asegura a este diario el historiador de la Universidad de Lawrence, Jerald Podair. “Ahora Trump vuelve a poner la lealtad política por encima del mérito como criterio fundamental para trabajar para el Estado”.
Las purgas y reemplazos empiezan a tomar cuerpo en todo la Administración. Los primeros que han visto como sus empleos quedaban en régimen de suspensión administrativa, el primer paso para ser despedidos, son los funcionarios encargados de implementar las políticas de Diversidad, Igualdad e Inclusión (DEI), un programa derogado por Trump. No solo eso, sino que según ‘The New York Times’, se ha comunicado a los trabajadores de varios departamentos que tendrán que enfrentar “consecuencias adversas” si no denuncian a aquellos compañeros que se estén saltando la orden. Una directiva más propia de los regímenes estalinistas.
Desbandada de diplomáticos
También en el Departamento de Estado, encargado de gestionar la política exterior junto al Consejo de Seguridad Nacional, el equipo de transición del presidente ha pedido a docenas de diplomáticos y cargos medios que presenten su renuncia. Una recomendación que ha sido seguida por muchos, según varios medios estadounidenses. Paralelamente el Pentágono ha anunciado el nombramiento de 32 nuevos cargos intermedios, desde jefes de departamento a gestores políticos o consejeros legales, todos ellos escogidos por su lealtad al presidente.
Y es solo el principio. El recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental, que dirigirá Elon Musk, el hombre más rico del mundo, prepara una suerte de desguace de la Administración Pública, donde trabajan un total de 2.1 millones de trabajadores. “Habrá recortes masivos de personal y esperamos que algunas agencias sean completamente eliminadas”, dijo hace unas semanas Vivek Ramaswamy, el empresario que estaba llamado a compartir con Musk su dirección hasta que las diferencias entre ambos obligó al primero a apearse del cargo.
La politización del funcionariado genera inquietud en el país. “¿Quién queremos que asesore al presidente cuando la vida de muchos estadounidenses esté en juego?”, se pregunta el profesor Podair. “¿Alguien nombrado por su lealtad y con miedo a perder el empleo o alguien que pueda decir ‘Señor presidente, no creo que sea una buena idea’?”. Eso precisamente le sucedió a Trump durante su primer mandato, cuando muchos de sus asesores le pararon los pies. Esta vez no quiere la más mínima interferencia y de ahí el celo que su entorno está aplicando para impedirlo.
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